El Congreso de Brasil aprueba el cese de Rousseff «por Dios y la familia»

Los brasileños salieron el domingo a la calle en clima de fiesta

Por Patricio Araya

18/04/2016

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Los brasileños salieron el domingo a la calle en clima de fiesta. En Sao Paulo la Avenida Paulista, como viene sucediendo en el último año, se tiñó con camisetas verdes y amarillas y banderas de Brasil para pedir el impeachment de Dilma Rousseff. En el centro de la ciudad, el color era el rojo y las banderas pedían la defensa de la democracia y el “No al Golpe”. No ocurrieron incidentes significativos, cada uno en su espacio y con sus convicciones.

Música, globos, cerveza fría y pantallas de televisión en la calle donde seguir la votación que marcaría el primer paso para acabar con los 14 años de Gobierno petista. A primera hora del día el periodista Leonardo Sakamoto advertía en su columna en UOL: “Si se encara esta votación como si fuera la final de la Copa del Mundo el que saldrá perdiendo será Brasil”.

Pero las dos hinchadas estaban preparadas, no tanto en la calle como en el Congreso, donde se jugó un partido que estaba ganado de antemano. De nada sirvieron los esfuerzos del ex presidente Lula da Silva que en las últimas semanas viajó a lo largo del país para dar mítines y negociar cargos a cambio de fidelidad al Gobierno.

A lo largo de la semana Rousseff vio como otros tres partidos aliados (PP, PSB y PR) anunciaban su ruptura con el Ejecutivo y prometían votar a favor de su destitución. Con el paso de los días las estimaciones que publicaban los medios daban peores resultados para la presidenta. Sin embargo, en la mañana del sábado comenzaron a correr rumores en Brasilia de que el Gobierno podría haber conseguido los apoyos suficientes para archivar el proceso y que al menos 100 diputados habrían dejado la ciudad para no votar y favorecer al PT.

El vicepresidente, Michel Temer, que estaba en São Paulo volvió rápidamente a la capital para convencer a posibles díscolos. Según la periodista de la Folha de São Paulo Mônica Bergamo empresarios pro impeachment facilitaron aviones privados a los diputados que se habían ido de Brasilia y que una vez más cambiaban su voto, ahora para ayudar a la oposición.

Circo en el Congreso

En la madrugada del sábado se produjeron los primeros altercados entre los diputados. Un representante de la oposición (PSDB) llamó “ladrones” a los petistas, lo que provocó la ira de uno de ellos que se abalanzó contra el opositor. Un poco más tarde sucedió algo parecido con un diputado del PSOL, partido a la izquierda del PT, al que varios oposicionistas intentaron apartar de un ala del Congreso. La Policía acabó separando a los parlamentarios.  El domingo desde el inicio del día se produjo un espectáculo más propio de Gran Hermano que de una votación del Legislativo. Los parlamentarios proimpeachment disfrazados con la bandera de Brasil, con bufandas verdes y amarillas y carteles en lo que se leía “Ciao querida”, se amontaban frente al micrófono donde se iban a declarar los votos.

Curiosamente ninguno de ellos nombró las acusaciones por las que Rousseff estaba siendo juzgada, basadas en un delito de maquillaje de cuentas para poder recibir préstamos con los que cumplir el gasto social previsto en el presupuesto. Pero lo que sí se escuchó a lo largo de la jornada fue un discurso en el que casi la totalidad de los diputados que votó a favor lo hizo “por Dios y por la familia”. Alguno, en tono exaltado, como si de un mesías se tratara, dijo que había sido “iluminado” para votar contra la mandataria. El peso evangélico se sintió durante las seis horas de votación en la que el propio presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha (devoto de esta religión) votó con esta frase: “Que Dios tenga misericordia de esta nación”, para después cerrar la sesión: “agradezco a Dios por una jornada tan correcta”.

Los 367 diputados que ganaron en la Cámara también citaron a su familia en el momento de dar el voto. Nombraron a sus hijos, nietos, padres, tíos, incluso alguno recordó a su suegra para defender su posición contra la presidenta y para “dejar un país mejor para las nuevas generaciones”, otra frase repetida hasta la extenuación. Muchos de ellos aseguraron que votaban para “acabar con la corrupción y el robo”, un argumento como poco contradictorio cuando uno de cada tres diputados del Congreso es investigado por delitos de corrupción, y el propio presidente de la Cámara, Eduardo Cunha es acusado formalmente de lavado de dinero y está a la espera de ser juzgado por el Tribunal Supremo Federal.

También hubo polémicos discursos como el del diputado Jair Bolsonaro (PP), una especie de Donald Trump brasileño, que dedicó su voto al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, torturador de la dictadura: “Este voto es contra los comunistas”, añadió. Poco después de esta declaración, Bolsonaro insultó al diputado del PSOL, Jean Willys, quien le respondió con un escupitajo: “Este proceso político debería enfrentar a quien es machista, promueve la violencia y defiende a torturadores. Eso debería escandalizarnos y no el hecho de escupir a un canalla”.

Los diputados que defendieron a la presidenta no nombraron ni a Dios ni a su familia. Todos ellos recordaron que votaban “contra un golpe”. Algunos citaron luchas de izquierda como la reforma agraria, la demarcación de tierras indígenas o las movilizaciones contra el exterminio de la población negra en las periferias. Buena parte de ellos recordó que el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, es investigado por corrupción y en varias ocasiones le llamaron “canalla” y “ladrón”.

Futuro incierto

Poco antes de acabar la votación la presidenta Dilma Rousseff dio un discurso en el que pidió reconciliación: “Nunca ha habido tanto odio en Brasil, tanto fascismo” y recordó la anécdota de una médica que se negó a atender a una niña porque su madre era una política del PT: “No podemos llegar a ese nivel, hay que luchar por respetar la diferencia de opiniones”, dijo.

La mandataria no dejó claro cuál sería su próximo paso. A partir de este momento el proceso de impeachment continúa en el Senado que votará a favor o en contra de su admisibilidad. El presidente del Senado, Renan Calheiros, dijo la semana pasada que respetaría todos los tiempos y que no cedería a las presiones de la oposición para acelerar los trámites. Si Calheiros mantiene su palabra la votación se produciría alrededor del 10 de mayo y se necesitaría una mayoría simple (50% +1 de los senadores) para archivar el caso o para dar entrada definitiva al proceso. Si Dilma también perdiera en el Senado sería apartada de su cargo durante 180 días, tiempo en el que los senadores estudiarían el caso en profundidad para después llevar a cabo una última votación que daría el resultado definitivo. Durante este periodo el vicepresidente Michel Temer podría formar un gobierno interino.

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