Dirigente Plataforma Organizaciones Haitianas en Chile

Haití tras el paso del huracán: «Es un país ocupado y bloqueado en todos los sentidos»

Tras el paso del ciclón Matthew, el país antillano tiene varios desafíos que enfrentar: desde la corrupción enquistada en la gestión de la ayuda internacional, hasta los riesgos de epidemias de cólera, pasando por un cambio presidencial que asegure el resurgimiento del pueblo haitiano de entre los escombros.

Por Meritxell Freixas

17/10/2016

Publicado en

Mundo / Portada

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migracion haitiana

Las imágenes que en los últimos días llegan desde Haití eclipsan, opacan y relegan al olvido que los haitianos y haitianas han sido, desde su aparición como nación, un pueblo revolucionario, pionero en llevar a cabo su independencia colonial de Francia y que estableció la primera república negra libre. Un pueblo capaz de evidenciar la contradicción europea entre las ideas de igualdad y libertad basadas en la revolución burguesa y la lógica de la esclavitud y la explotación colonial que permitieron sostener -en términos económicos- a las metrópolis europeas.

Pero el daño causado por los vientos del huracán Matthew -que alcanzaron los 235 kilómetros por hora– y por las posteriores inundaciones, junto con la dilatada situación de inestabilidad y falta de recursos que ya enfrentaba el país más pobre de la región tras el terremoto de 2010, y el constante intervencionismo y corrupción de la comunidad internacional en la nación antillana, entierran cada vez más el recuerdo de pueblo revolucionario.

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Según las cifras del gobierno haitiano y de Naciones Unidas, el ciclón dejó 473 muertos y 75 desaparecidos, hasta el momento. Además hay 1,4 millones de personas que requieren asistencia humanitaria, de los cuales 750.000 necesitan ayuda urgente. El organismo internacional calculó que se necesitarán 10 años para poder recuperar el sistema.

Otro de los riesgos que ahora asume la isla es la alerta por brotes de cólera que podrían ampliar aún más la cantidad de víctimas, tal como sucedió luego del terremoto de 2010, y que por ahora, según establecen datos oficiales, ya suman 510 casos de contagio.

En este sentido, el representante del gobierno haitiano, Kedner Frenel, declaró que la gente está enterrando a sus muertos en fosas comunes, ante el miedo de revivir la experiencia de 2010, cuando la acumulación de cadáveres en las calles contribuyó a un brote de cólera, cuyo responsable principal fue Naciones Unidas, cuyos soldados llevaron la enfermedad al país antillano desde Nepal, provocando más de 9.000 muertos.

Detrás de la ayuda humanitaria

La debilidad institucional y los intereses de ONG’s, gobiernos y organizaciones quedan evidenciados en contextos de emergencia humanitaria como el que enfrenta hoy Haití, donde luego del terremoto de 2010, fueron la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití (Minustah), las ONG’S y una minúscula pero poderosa élite local quienes se convirtieron en gobernadores del país.

Miles de millones de dólares se desembolsaron en el país de la mano de la asistencia extranjera y que terminaron evaporados por la corrupción y la mala gestión de los proyectos, que nunca beneficiaron a los más damnificados.

¿Las consecuencias? La articulación de un millonario negocio que crece a partir del desvío de fondos destinados a ayuda humanitaria y reconstrucción hacia los negocios privados, ante el cómplice silencio de la comunidad internacional. Para poner un ejemplo, según el medio estadounidense Propublica, en 2015 se conoció una investigación que reveló que la Cruz Roja recibió, en 2011, 500 millones de dólares para un proyecto de viviendas transitorias con los que, cinco años después del sismo, sólo había construido un total de 6 casas.

Por casos como este, el presidente interino Jocelerme Privert apeló a abandonar gestión asistencialista de la emergencia que ha caracterizado las últimas catástrofes vividas por el país: «No lleven bolsas de agua, ayuden a construir sistemas de agua potable. No nos lleven arroz, ayúdennos a mejorar los canales de riego para la producción de arroz», espetó.

El mandatario en funciones llamó a preservar la producción nacional ante el hecho de que, a diferencia de 2010, en esta ocasión la capital, Puerto Príncipe, tiene intacta su capacidad productiva. Una petición que también fue reivindicada por los medios locales: “Que no pase como en el terremoto de 2010, que todas las botellas de agua eran de marcas internacionales. Queremos toda la ayuda, pero sin corrupción de empresas que vengan a ayudar. En 2010 tenían las excusa de que Haití estaba paralizado. Ahora no”, escribió Le Nouvelliste en su editorial de los días posteriores al desastre.

Para el vicepresidente de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes de Chile y dirigente de la Plataforma de Organizaciones Haitianas en Chile (POH), Yvenet Dorsainvil, el efecto sobre la ayuda internacional es claro: «Cuando hay  una catástrofe entra mucha comida del exterior y la producción nacional queda en el olvido. ¿Por qué el gobierno o la gente local no puede canalizar las entregas de otros países?, se pregunta.

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Sobre la idea de recaudar fondos bajo la lógica de la solidaridad internacional que promueven grandes ONG, opinó a El Ciudadano: «Me parece imprudente recaudar fondos en la calle porque choca con el trabajo que estamos haciendo a nivel de integración». Y agregó: «Puede perjudicar a los haitianos en Chile porque la gente cree que somos muy pobres y aunque un haitiano tenga plata es muy difícil que alguien le arriende una casa ya que la gente lo ve desde la pobreza».

Preguntado por la posibilidad de que los haitianos decidan migrar hacia sus países vecinos para encontrar mejores oportunidades de vida, una circunstancia que sí se dio después del terremoto de 2010, Dorsainvil respondió: «En este caso puede ser diferente porque entonces el sismo afectó a Puerto Príncipe y cuando afecta a la capital es más fácil para que la gente se vaya del país. Es probable que los haitianos del sur, que están muy afectados, vayan a la capital, aunque su reconstrucción no está ni al 50% hoy en día tampoco».

 ¿Cómo en 2010?

Es que es difícil hablar de la gestión de emergencia del huracán Matthew y no pensar directamente en la pésima gestión que se hizo de la emergencia provocada por el terremoto de 2010. En aquella ocasión, la población y la administración fueron flagrantemente ignorados. Muchas ONG enviaron voluntarios que no conocían el país ni estaban suficientemente capacitados para tareas de emergencia, para las que había profesionales haitianos preparados y disponibles. Si los fondos se hubiesen destinado a apoyar a la gente y organizaciones locales, los recursos hubiesen ido mucho más allá. Traducido en cifras, fue menos del 1% de la ayuda de emergencia la que se canalizó a través de la administración u organizaciones haitianas, mientras el 99% restante lo gestionaron empresas contratistas extranjeras y ONG internacionales.

Esta situación, según el dirigente haitiano, se estaría reviviendo hoy: «Los locales haitianos están siendo marginados, pero nosotros no podemos depender de la comunidad internacional; cuando llega una ONG o un organismo internacional tendrían que contar con los haitianos al frente de estas organizaciones porque son los que conocen -dijo-. El problema es que el país está muy fragmentado, la desigualdad es demasiada».

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Otras de las cuestiones más criticadas por las organizaciones locales fue la centralización de la ayuda en Port-au-Prince y que las acciones de la cooperación internacional estuvieran sujetas a la visibilidad y rédito de la organización. Por ejemplo, en 2010 el proceso de retiro de escombros, a pesar de ser de los más urgentes, se retrasó porque ningún donante quería financiarlo: a nadie le resultaba atractivo financiar algo sobre lo que más tarde seria imposible colocar un logo.

También los medios tuvieron su responsabilidad hace seis años. Las crónicas dibujaban una imagen inmersa en el sensacionalismo, en donde se representó al pueblo haitiano a partir de tópicos y estereotipos, como víctimas desesperadas, pobres e incapaces de hacer frente a la situación, frente a los actores occidentales, cooperantes, bomberos o soldados, a quienes se mostró como actores bien organizados y racionales. 

Magnificar las cifras

La gestión de la ayuda humanitaria va directamente vinculada a las cifras de fallecidos, desaparecidos, heridos y afectados por la catástrofe. En Haití, este cómputo se ha llevado a cabo en varias ocasiones con una profunda indiferencia, como si sólo se tratara de registros cuantitativos y no de vidas humanas, porque en varias ocasiones el número de perjudicados se ha instrumentalizado. Así lo recordó Privert: «Cuando se tiene un desastre es una oportunidad para mucha gente de prometer ayuda. Pero, ¿qué tipo de ayuda? ¿Tenemos que decir que tenemos 10.000 muertos para encontrar ayuda o como Estado tenemos el deber de decir la realidad? Hinchar los números tiene un interés económico. Pero nuestro interés es satisfacer las demandas de la población”, dijo.

Las cifras oficiales de víctimas del huracán Matthew y las difundidas por grandes conglomerados de medios internacionales parecían hablar de escenarios diferentes. El ministro del Interior en funciones, François Anick Joseph, lo denunció contundentemente: «ellos [las ONG’s y la cooperación internacional] quieren mostrar que la situación es más grave para recaudar fondos», que muy probablemente terminarán en atrapados en las artimañas de la más oscura cooperación internacional.

Un país intervenido

En Haití no existe ningún conflicto bélico, sin embargo, proporcionalmente el país acoge un número parecido de tropas extranjeras similar a las que están en Afganistán.

La comunidad internacional mantiene al país atrapado en una espiral de prácticas colonialistas. «Haití es un país ocupado y bloqueado en todos los sentidos: no podemos hacer nada con la población nacional mientras existan productos que vienen del exterior: un saco de arroz producido en Haití cuesta 20 y si viene de afuera cuesta 10. Eso pasa con todos los productos», explicó   Dorsainvil.

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Una intervención extranjera que lleva muchos años imponiéndose en el país. En 2004, Jean-Bertrand Aristide, primer presidente elegido democráticamente, fue derrocado ante el silencio cómplice de la comunidad internacional liderada por EEUU, Francia y Canadá en el que fue el segundo golpe de Estado perpetrado contra el mandatario, quien ya había sido derrocado en 1991. Un alzamiento que se produjo poco tiempo después de que el mandatario anunciara que Haití exigiría una reparación histórica a Francia. Desde entonces el país está intervenido por la ONU mediante la Minustah.

Otro problema, según él, tiene que ver con la capacidad de generar recursos que tiene el Estado en un país donde prácticamente todos los servicios son gratuitos o muy baratos, la producción nacional está bloqueada y aún tiene gran cantidad de recursos «vírgenes», para explotar.

Efectos en el futuro político

Una consecuencia prácticamente inmediata del paso del Matthew por la isla fue la suspensión de la convocatoria electoral para elegir nuevo presidente en el país que tenía que celebrarse el domingo 9 de octubre. Finalmente, los comicios -pendientes de celebrarse desde hace un año- tendrán lugar el próximo 20 de noviembre y la segunda vuelta será el 29 de enero de 2017.

Hoy el gobierno está en manos del Jocelerme Privert, presidente interino electo por la Asamblea Nacional para llenar el vacío de poder tras la finalización del mandato de Michel Martelly, último presidente avalado por la comunidad internacional que llegó al poder en el proceso electoral de 2010-2011.

El vicepresidente de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes de Chile sostuvo al respecto que «con una fecha tan temprana van a tener que marginar al sur del país, el más afectado por el huracán [Nippes, Los Cayos, Jeremi, todo al sur oeste de la isla compartido con República Dominicana] porque no está en condiciones de organizar unas eleciones».

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El líder haitiano asegura que la gestión de la catástrofe beneficiará al gobierno interino, quien -a su parecer- ha hecho una buena administración del desastre, mejor de la que se hizo en 2010, al tratarse de «un presidente más maduro».

Las autoridades que resulten electas en los próximos comicios tendrán la misión de conducir las riendas de un país que necesita  repensarse, reconstruirse y levantarse ante el mundo, distanciándose de las miradas asistencialistas y paternalistas que lo han acompañado en los últimos años para reivindicarse como un actor capaz, preparado y que puede decidir que tipo de colaboración y ayuda quiere de los agentes internacionales, que en muchos casos han sido meros perpetuadores y aprovechadores de la desgracia del pueblo haitiano.

 

Meritxell Freixas 

@MeritxellFr

 

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