Esta es la desconocida historia del clásico plato que la mayoría de los chilenos han tenido en su casa alguna vez

Tal vez recuerda un plato que tenía plasmado un paisaje en tonos azules, en el que había una casa de campo, un lago y un castillo

Por Pato Lakes

26/09/2017

Publicado en

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Tal vez recuerda un plato que tenía plasmado un paisaje en tonos azules, en el que había una casa de campo, un lago y un castillo. Muchos, durante su niñez, comieron inventando historias respecto a esta imagen, la que fue creada por el chileno Roberto Benavente, escultor egresado de la Escuela de Bellas Artes y quien trabajaba en la empresa de cerámica Fanaloza, que después pasó a ser Lozapenco.

Esta particular loza, cuyo modelo se llama Willow, se vendió entre la década del sesenta y el noventa y rápidamente se volvió popular gracias a su calidad.

A más de veinte años de que se dejara de fabricar, la pieza se convirtió en un objeto de culto. Aparece impresa en uno de los discos del grupo Villa Cariño, hay numerosas páginas de internet que la han aclamado y además es exhibida en el Museo de la Historia de Penco, localidad de la Región del Biobío donde fue creada.

Por esta razón Cynthia Aguilera, titulada de diseño gráfico en la Universidad de Chile, quiso rescatar esta singular historia y la plasmó hace dos años en su tesis De lo cotidiano a lo imaginario, el paisaje azul de Lozapenco. “Estos platos estaban en mi casa y cuando le preguntaba a otras personas sobre ellos, todos los vinculaban con la loza de la abuela. Cuando comencé con la investigación me di cuenta de la importancia de la cultura material chilena. Viajé a Penco, sin saber mucho sobre el tema y fui guiada hasta la casa de don Roberto Benavente”, señala Aguilera (31).

Así supo que este hombre ingresó a la empresa para diseñar artefactos sanitarios, pero terminó como el brazo derecho del dibujante inglés John Clunn, con quien perfeccionó su talento y se convirtió en el encargado del departamento de diseño de Fanaloza (empresa que después se llamó Lozapenco), puesto que ocupó por más de cuarenta años.

Fue en los sesenta que Benavente concibió la obra que marcó un hito en su carrera, pero por la que nunca alcanzó la fama en vida. El escultor murió el 21 de noviembre de 2005 a los 83 años, sin dejar pistas sobre qué lo inspiró a crear el célebre paisaje. “Si el éxito se midiera por el reconocimiento, entonces este modelo de loza sin duda es exitoso. Quise hacer este estudio porque sentí que el plato era un fenómeno, ya que mucha gente lo identificaba. Yo creo que hoy tiene un valor simbólico que raya en la emocionalidad. Pasó de ser un objeto funcional a uno que te hace volver al pasado, que genera recuerdos. Hay algunos que los siguen usando y otros que lo están buscando y preguntan dónde lo pueden adquirir”, dice la diseñadora chillaneja.

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Según la investigación de Aguilera, el autor habría reinterpretado una loza inglesa Willow Pattern con la cual tiene varias similitudes. “El nombre Willow corresponde a un diseño de plato internacional que se asocia a un trazado azul. El plato de Benavente tiene varios elementos asociados al inglés, pero no son iguales. El otro tiene una estética oriental y éste posee elementos arquitectónicos más occidentales”, cuenta.

“Al parecer hizo su propia versión que tiene que ver con el imaginario personal de algo que él vio. Especulando, el centro de la imagen se parece a los caminos del sur chileno. Y para hacerlo más pomposo y elegante, se le ocurrió ponerle un castillo. Junto a él hay una casa que en algunas de las partidas lleva una ‘B’ escondida, que era la firma del autor. Esta práctica, según me contaron, era clandestina”, agrega Aguilera.

Quienes conocieron a Benavente cuentan que era un sujeto callado y reservado. “Hasta los más famosos han sido así y él era quitado de bulla. Siempre pensaba en su trabajo como artista y nunca en el dinero. En la casa teníamos un álbum tremendo con los logos y calcomanías que había hecho, pero perdimos todo en el tsunami del 2010. El mar entró a mi casa y se llevó todo. Si bien mi marido hizo muchos diseños, la colección más reconocida era la Willow, que no sólo eran platos, también habían tazas, jarros y azucareros”, recuerda Ingrid Merlo, su viuda.

Daniel Hormazábal, de la sección de Control de Calidad de Lozapenco, conoció de cerca a Benavente. Lo describió como un hombre “discreto” y “muy bueno para el dibujo”. Además, explicó por qué el estampado azul tuvo tanto éxito. “Era una loza más que intermedia, era de segunda o primera clase. Era nuestro caballito de batalla, la gente la prefería por el diseño y porque no perdía los colores”.

El plato también estaba en verde y rojo terracota. A Aguilera le comentaron que se hicieron más partidas azules porque era más fácil de estampar y porque el color permitía camuflar “pifias” de la loza, como los grumos.

Benavente comió en su plato en el Mercado de Chillán

En el trabajo de Boris Márquez Ochoa llamado Las Piezas del Olvido. Cerámica Decorativa en Penco, aparece el extracto de un reportaje del diario penquista El Sur, de 1989, titulado “Diez mil diseños ha hecho Roberto Benavente en sus 38 años de dibujante”.

En el texto Benavente recuerda una anécdota que le ocurrió con el plato Willow. “Tuve una satisfacción en el Mercado de Chillán. Un día que pasé a almorzar, me sirvieron en un plato que yo había diseñado hacía muchos años. Le pregunté a la señora del local dónde lo había comprado para adquirir uno. Me dijo que los conservaba como hueso de santo, que eran de buena calidad y que le gustaban los dibujos que tenían… Bueno, no los pude comprar y me quedé con las ganas de tener un trabajo mío que se conservaba tan impecable”.

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