¿Es realmente grave la infidelidad?

En una sociedad posmoderna, donde las estructuras de pareja y de familia atraviesan una profunda transformación, la infidelidad ¿sigue considerándose el peor de los males?

Por Estefanía González

19/10/2015

Publicado en

Tendencias

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Según los índices de medición oficiales, en Argentina una de cada tres parejas se divorcia; en 2001 el 42.6% de la población mayor de 14 años se declaró casada, mientras que en el 2010 -último censo realizado en el país- la cifra se redujo a un 35.8%; a la inversa, el número de solteros aumentó del 45.3% en 2001 al 52% en 2010, dicho de otra manera, en un lapso de cinco años 15 millones de personas prefirieron evadir el matrimonio. Y la tendencia continúa en crecimiento, según encuestas extraoficiales.

Los números hablan por sí solos: hay un claro cambio de panorama en las estructuras de pareja y de familia tradicional. Las nuevas generaciones están comenzando a romper viejos moldes en donde el amor libre, la poligamia y el poliamor ya no tenían cabida.

¿Pero este cambio incipiente abarca también al tan temido adulterio? ¿Las parejas actuales han evolucionado hasta no considerar la infidelidad como una traición?

«Yo siempre creí que la monogamia iba en contra de la propia naturaleza del ser humano» cuenta Alejandra, de 26 años. «Me parecía que reprimirse uno y reprimir al otro era aún más dañino que relacionarse eventualmente con un tercero.»

El problema llegó cuando Alejandra conoció a Matías y, «casi sin darse cuenta», se vio inmersa en una relación formal: «Yo, discursivamente, sigo manteniendo que la monogamia está absolutamente desfasada, que no podemos seguir manteniendo los mismos códigos que nuestra bisabuela… Pero la verdad es que si me imagino a Matías con otra, me agarra un ataque. No lo podría soportar».

Alejandra y Matías están en pareja desde hace siete meses y ambos, por separado, aseguran nunca haberse sido infieles, aunque sí haber sentido deseos de intimar sexualmente con alguien más.

Al cuestionar a los jóvenes sobre la infidelidad, hay una palabra que suele ser recurrente: «códigos».

«La infidelidad de por sí no me parece grave- comenta Julián- Ahora, si la relación fue planteada como ´fiel´sí está mal. Depende de los códigos». Julián tiene 21 años y hace dos que no está en pareja. «Nunca fui infiel, pero no porque no quisiera, sino porque nunca tuve la oportunidad».

Leandro, en cambio, admite haber sido infiel reiteradas veces: «La infidelidad puede ser una manifestación de inseguridad personal, de no poder mantenerse estable en ningún ámbito y entonces se entorpece la relación a propósito. También suele ser un manifiesto de vacío en la relación, de una búsqueda para llenar eso que falta». El joven de 27 años también dice estar enamorado de su novia actual y que, por primera vez, no ha cometido ningún desliz.

Paula, de 24 años, cuenta una anécdota sobre la única vez que fue infiel: «Yo salía con un chico y conocí a otro, más grande que él, en un boliche. Me agregó a Facebook y me invitó a su casa. Yo fui, y de ahí tenía que pasar a buscar a mi novio por la Facultad. No fue tanto el hecho de darle bola a otro, sino que lo que más disfruté fue toda la actuación: ir en el colectivo y ponerme perfume para sacarme el olor a hombre, inventar excusas… A la larga me terminó dando culpa y lo dejé. El chico del boliche se mudó a otra ciudad y tampoco lo volví a ver. No me parece tan grave y creo que hoy la gente perdona la infidelidad».

Con respecto al poliamor, Flor, de 25 años, afirma que «el hombre la pasa mejor que la mujer. Yo estuve en una relación poliamorosa». Al consultarle sobre la diferencia entre poliamor y poligamia respondió que «en el poliamor él le puede presentar otra chica a los amigos, a la familia… Se puede tener más de una pareja a la vez. En la poligamia, en cambio, es solamente acostarse con otros, pero tu novia es una sola.» Como toda convención emergente, todavía no son sólidas las definiciones.

«Teníamos el pacto del poliamor, que lo había propuesto él. Yo acepté porque estaba súper enganchada, pero en realidad, sufría un montón. Yo no quería estar con otro, yo estaba bien con él, o sea que le era fiel aunque él no me lo pidiera. Pero en cambio, cada vez que no me contestaba un mensaje yo me torturaba pensando que seguro estaba con otra».

Leandro destacó que, al ritmo de los tiempos que corren, «la infidelidad puede pasar a formar parte del acuerdo social, siempre y cuando nos animemos a discutir que la exclusividad en la pareja no necesariamente concuerda con los parámetros tradicionales de ver la cultura actual».

La infidelidad pareciera ser esa fibra sensible que las nuevas generaciones aún no resuelven cómo concebir y que, como parte de toda transformación social en transcurso, está todavía plagada de huecos, caídas y contradicciones.

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