HUEJOTZINGO, PUEBLA, 5 DE MAYO DE 2025. Tras los muros grises y la fachada de «reinserción social» del penal de Huejotzingo, una inspección de la Secretaría de Seguridad Pública estatal ha desenterrado un lodazal de objetos prohibidos, que despedían un tufo a corrupción municipal.
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La intervención, realizada sospechosamente casi dos semanas después del brutal asesinato de Juan Carlos, un interno que se atrevió a denunciar las extorsiones rampantes, arroja luz sobre un catálogo de ilícitos que clama por respuestas contundentes.
Dieciocho recipientes artesanales, presuntamente cargados con la devastadora metanfetamina conocida como «cristal», fueron descubiertos, junto con residuos de una hierba que evoca la cannabis sativa.
Pero el inventario del oprobio no se detiene ahí: siete pantallas con tecnoilogía LED, cinco controles electrónicos, siete armas punzocortantes fabricadas con la maña carcelaria, diecisiete teléfonos celulares y once bocinas de variada potencia, todos ellos transgresiones flagrantes del reglamento penitenciario vigente en el estado de Puebla.
Si bien la fabricación de improvisados cuchillos puede ser una sombría habilidad adquirida tras las rejas, la presencia de dispositivos electrónicos sofisticados levanta una polvareda de interrogantes.
¿Cómo ingresaron estos objetos al penal? ¿Qué manos, qué charolas facilitaron su entrada, poniendo en riesgo la integridad del sistema? La ciudadanía exige una investigación exhaustiva que no se detenga en la mera incautación, sino que señale y sancione a a quienes ressulten responsables de complicidad..
FOTOGRAFÍA: GOOGLE MAPS
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