La agrupación Teatro La Peste está celebrando 25 años de persistencia teatral, una firme dedicación a la creación y la narración en la escena, y en tiempos recientes, con una escuela de formación.
Su última obra, «Sumar», con la cual celebran su prolífica trayectoria fue estrenada a fines de mayo en el Parque Cultural de Valparaíso. Basada en la novela homónima de la escritora Diamela Eltit, pone en escena a tres cuerpos, tres voces de trabajadoras y trabajadores, cansados de la miseria a la que están condenados frente a indiferencia estatal y la desidia del capitalismo. Ellos junto “miles no, millones”, emprenden una marcha desde un punto ficcional hacia La Moneda. “Doce mil quinientos kilómetros en trecientos setenta días, ni un paso más, pero tampoco uno menos”, repite una y otra vez Casimiro, el personaje interpretado por Daniel Antivilo. Una marcha interminable, que busca llegar a través de ese ritual de reclamo y lucha obrera en todo el mundo, a las respuestas y soluciones impulsados por la esperanza.
A 25 años de la creación de esta compañía que con orgullo reivindica su formación en la Escuela La Matriz, donde entre sus maestros destacadas figuras del teatro nacional como Juan Radrigán, Naldy Hernández, Aliocha de La Sotta y Ximena Flores. Sumar; archivos del fracaso, nos muestra una evolución en la forma de narrar de La Peste, donde lo político siempre es (será) el tema de la obra, pero acá gana la simpleza en la escena (nunca es simple, para la producción, sólo hablo de efectividad. Las aparatosas escenografías de sus creaciones pretéritas son reemplazadas por la sutileza de los elementos técnicos que acompañan la interpretación de su elenco. Lo técnico al servicio del cuerpo de los intérpretes.
Tres personajes llevados a escena en los cuerpos de Daniela Misle, Katty López y Daniel Antivilo representan a estos obrer@s, «los nadie», como lo patentó Galeano, aquellos que quedan en el olvido, los que no están en primera línea de nada, incluso de esta marcha; ignorados incluso por en esa multitud, que teniendo un mismo objetivo, los relega al final de la columna de gente.
Cuando digo que cambia la forma de contar me refiero a que la dirección Danilo Llanos emociona al lograr un reconocimiento profundo de lo que se presenta en escena, donde los cuerpos marchan en una representación lograda por la experiencia de esos tres actores, sin embargo hay un leve desequilibrio en la fuerza de esas interpretaciones. Insisto, conmueve la sutileza de las imágenes que emergen, donde los intérpretes toman protagonismo sobre el dispositivo escenográfico.
Felipe Carvajal, representa a un bailarín callejero que a ratos hace de narrador y es el encargado de levantar al público con su danza urbana, entre escena y escena intenta involucrar al público pidiendo monedas como aporte por su show, sin embargo, no lo logra, ahí falta el juego y paradojalmente, falta “la calle” en el cuerpo del joven actor. El público “prende” con su despliegue en el baile; pero se siente forzada la situación al pedir la moneda. Pero nada que la experiencia no consiga con los años o una dirección más acertada para él.
Aún cuando ciertos elementos lumínicos por si solos no aportan mucho, o estén puestos de manera antojadiza a lo largo de obra, como una pared de focos detrás de los cuerpos que caminan y caminan, pretende simular tímidamente la multitud, pero no lo logra del todo.
Su efectividad se logra acompañada del cuerpo de Antivilo cuando a modo de parodia en una caminata cadenciosa convoca a la multitud imaginaria mientras dobla la canción de Lenny Kravitz, It Ain’t Over Till It’s Over (It Ain’t Over ’til It’s Over) «Tantas lágrimas he llorado, tanto dolor por dentro, pero cariño, no se acaba hasta que se acaba.» Antivilo, sólo en el escenario en una caminata que llama y romantiza el dolor y la resistencia de las marchas. Gracias por la ironía.
Otro momento hermoso, es la rutina de payasos callejeros, un punto de inflexión en medio de los monólogos de sus tres personajes que viven el drama del cansancio de la caminata, y de sus propias vidas. Ahí nuevamente la risa del público, la emoción gracias al humor conseguido por la versatilidad de las actrices de la compañía: Katty López y Daniela Misle donde de la densidad del texto y su drama nos trasladan a otro color, otro matiz en la voz y sus cuerpos.
El baile urbano de Carvajal y la rutina de los payasos callejeros son dos momentos que levantan la energía del público, lo sacan del drama para luego comenzar todo de nuevo. Se repite el texto, y en una didascalia se lee “Se insiste” y nuevamente los cuerpos de los caminantes, mucho más cansados; se repite todo nuevamente, como la historia misma de la humanidad, se insiste en las luchas. Esos cuerpos también son una diáspora más, como las de Medio Oriente, Cúcuta, o Europa del Este. Se insiste, insisten, asimismo como Teatro La Peste ha insistido durante 25 años.
Desde su contenido «Sumar» es una obra que no solo refleja la lucha y la resistencia, sino que también invita a la reflexión sobre la invisibilidad de quienes, aunque marchan al final, son esenciales en la narrativa de la vida cotidiana.
Por Daniela Olivares
Periodista de Artes Escénicas