Columna de Opinión

El agotamiento de la tibieza en el proceso de cambio boliviano: no hay transformación sin sujeto revolucionario

Más allá de recurrir a respuestas fáciles como decir que Evo Morales es un ególatra adicto al poder o que Luis Arce es un traidor, sean caracterizaciones ciertas o no, tenemos la responsabilidad histórica de hacer un análisis profundo que explique cómo y por qué llegamos a estas alturas, o, mejor dicho, bajezas.

El agotamiento de la tibieza en el proceso de cambio boliviano: no hay transformación sin sujeto revolucionario

Autor: El Ciudadano

Por Sara Valentina Enríquez Moldez

Existen sectores en la izquierda boliviana que no ven como un peligro la derrota frente a la derecha suponiendo que solo por las condiciones estructurales, o sea por las contradicciones de clase o étnicas en las que se vería sumergido el país cuando se oficialice el retorno de la derecha y del neoliberalismo, en un corto plazo, se volvería el poder político. Esas visiones deterministas son problemáticas porque además de incentivar la inacción, se subsumen a narrativas neoliberales que serán desarrolladas a lo largo del presente texto.

Es usual escuchar entre compañeros de diversos espacios que emergen del movimiento nacional popular, que hasta hace algunos años convergían en uno solo, que ya a estas alturas no les importa que el fascismo ingrese al país, argumentando que en cuestión de meses o pocos años volveríamos a ocupar el poder, porque según ellos, el pueblo no podría tolerar las medidas de ajuste o represión que tome un gobierno de derecha.

Esta posición ignora tres elementos fundamentales: primero, que nunca tuvimos el poder real, que es el económico y mediático y que, por cierto, tampoco nos preocupamos nunca por disputarlo. Si no, que ocupamos el ejecutivo y en su momento fuimos hegemónicos en el ámbito político y social. Segundo, que se subestima a la derecha en tanto su voluntad de represión y castigo a las clases populares por algún momento haber osado autodeterminarse. Tercero, eluden la ausencia de un proyecto programático revolucionario o, dicho de otra forma, de un horizonte histórico que hermane voluntades. Siendo este último el resultado de la prescindencia del sujeto histórico de nuestro país hace varios años. Entendiendo al sujeto no como a un liderazgo o una persona, sino como a las clases populares históricamente oprimidas conscientes y con un sentido unitario que las conecte. Teniendo como síntomas de aquello el aburguesamiento y desideologización del proceso de cambio.

Aproximaciones al debate académico sobre el sujeto

Con la aparición de los “post” estructuralismo y modernismo como la ideología cómplice del neoliberalismo con su crítica a las estructuras, pero al mismo tiempo cargando aún con vestigios del estructuralismo, ponen en duda la existencia del sujeto. Proponen una terminología cargada de despolitización, desplazan la existencia del sujeto y en su lugar proponen artificios conceptuales como “agentes”, “actores”, “multiplicidades”, entre otros, sin un sentido unitario que los enlace.

Impregnados de metafísica, negando la existencia del sujeto formulan que los “actores” son resultado de los discursos. De esta manera inducen a la imposibilidad de cuestionar y discutir si los sujetos son libres o no. Los académicos posmodernos y posestructuralistas plantean explícita o implícitamente el hecho de que no existe un sujeto histórico transformador, sino que en su lugar hay agentes o actores que simplemente acompañan relatos. Cuando Derrida dice que no hay nada fuera del texto, está diciendo que todo es relato, por lo tanto, cae en los absolutos/universales, y es sabido que todo absoluto es metafísica y, por lo tanto, idealismo.

Gramsci, en sus Cuadernos de la Cárcel, al analizar la falsedad de la existencia de un sentido común universal, ya dijo que no existen universales. El sentido común es algo que deriva del lenguaje, entonces, tanto el lenguaje como el sentido común son producto de los hombres, de una consciente voluntad hegemónica. El sentido común es la imposición de relatos que se solidifican con el tiempo, pero no es eterno.

Según Kohan, para caracterizar algo como fetichista o alienado debe presuponerse como condición anterior que a nivel social existen sujetos autónomos que pierden su autonomía, racionalidad y capacidad de decisión sobre sus condiciones de existencia. Empero, si las narrativas dominantes incluso en las ciencias sociales se niegan a ese algo, es inhacedero caracterizar a ese algo.

Por otro lado, Althusser quien no está catalogado como un académico posmoderno, pero sí determinista/estructuralista, rechaza la historia centrada en los hombres, en los sujetos, porque según él, es una problemática ideológica no científica, voluntarista e idealista. Para él, los hombres son simples portadores que acompañan al proceso histórico de contradicciones en las relaciones de producción. Polemiza con Gramsci, y, en contraste, postula que esta contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción operaría independientemente de la voluntad y conciencia de los hombres, que serían el producto del verdadero motor de la historia. Evidentemente, responde a un determinismo que, en última instancia, se fetichiza, porque ese “motor de la historia” es externo a la voluntad, está fuera de mí, como una especie de divinidad superior al hombre.

Althusser, que transita su camino teórico renegando de la metafísica y acusando a Gramsci de idealista, termina siendo metafísico porque cae en los absolutos, en los determinismos mecanicistas.

Así es como tanto las dinámicas académicas posmodernistas y posestructuralistas –como también las estructuralistas– terminan por negar ambos al sujeto con preconcepciones absolutas. Por un lado, los primeros niegan al sujeto alegando que en su lugar se trataría de actores efecto del discurso; los segundos, niegan al sujeto porque los hombres serían efecto de una estructura predeterminada.

Dicho de otra forma, disuelven el sujeto en estructuras o en discursos. Ambos terminan despolitizando la historia sin dejar espacio ni margen a la rebelión.

Consecuencias prácticas del debate académico sobre el sujeto

Entonces, para quienes concebimos al hombre como el centro medular de la historia, el sujeto es el humano conectado y consciente de su vinculación innegable con la totalidad como engranaje protagónico de las transformaciones. Son las clases populares oprimidas conscientes y organizadas.

Negar al sujeto significa rendirse ante el sistema. Pero hay varias formas conscientes e inconscientes de negar al sujeto. Error que acompañó al andar de los llamados progresismos latinoamericanos. En el caso boliviano, el llamado Proceso de Cambio encabezado desde el 2006 por Evo Morales, resultado de una lucha histórica de las clases oprimidas desde Tupac Katari, pasando por la guerrilla del Che, la lucha frente a las dictaduras del Plan Cóndor, la resistencia en contra del neoliberalismo desde el ‘85 en adelante, luchas que finalmente fueron organizadas en la agenda de octubre de 2003. Este Proceso que fue caracterizado por grandes logros como la nacionalización de los recursos naturales, la asamblea constituyente que derivó a la refundación del Estado a uno plurinacional, la nacionalización de las empresas estratégicas del Estado que permitieron la adquisición de derechos y dignificación de la vida de los bolivianos.

Después llegó el embate del Golpe de Estado en noviembre de 2019, cuando el fascismo se hizo del poder y dejó en luto al pueblo con las masacres de Senkata y Sacaba. Seguidamente vino la recuperación de la democracia con la victoria del movimiento nacional popular de la mano de la candidatura de Luis Arce, victoria que fue producto de la organización y lucha de los movimientos sociales en agosto de 2020 liderada por Felipe Quispe y Orlando Gutiérrez. Luego, se podría caracterizar al momento histórico que vivimos en Bolivia, a excepción de los dos primeros años de gestión de Arce, como el momento de fragmentación del movimiento popular en permanente escalada, impulsado por la inestabilidad económica.

Pero más allá de recurrir a respuestas fáciles como decir que Evo Morales es un ególatra adicto al poder o que Luis Arce es un traidor, sean caracterizaciones ciertas o no, tenemos la responsabilidad histórica de hacer un análisis profundo que explique cómo y por qué llegamos a estas alturas, o, mejor dicho, bajezas.

Aunque parezca anacrónico, debemos analizar cuáles fueron las causas que condujeron al Golpe de Estado fascista de 2019, puesto que fue el inicio visible del fin. Sabemos a cabalidad que un factor determinante fue el accionar del aparato coercitivo del Estado, o sea, las fuerzas armadas y policía que se amotinaron al gobierno legítimo de Evo Morales exigiendo su renuncia. Esto demuestra a simple vista que nunca se refundaron realmente las fuerzas armadas y la policía boliviana, más allá de incluir en sus uniformes una wiphala. También, tendríamos que decir, para no pecar de inocencia, que las concentraciones o cabildos a los que convocaba la derecha para pedir la renuncia de Evo Morales en octubre de 2019, lastimosamente, sí fueron masivos, recurriendo a ellos una clase media desclasada. No nos olvidemos que el Proceso de Cambio boliviano sacó de la pobreza a tres millones de personas y las llevó a lo que se conoce como clase media. Y, seguramente, la mayor parte de las personas que acudieron a esas concentraciones de la derecha donde pedían la renuncia de Morales, por no decir todas, se beneficiaron directa o indirectamente de su gobierno, del Proceso de cambio.

Eso nos lleva a concluir que tanto el accionar de las fuerzas armadas y de la clase media fue una consecuencia de que no existió una revolución cultural subjetiva profunda. Es decir, existió una serie de cambios objetivos en la vida de los bolivianos y bolivianas. Una dignificación de vida indiscutible. Pero una parte no despreciable de la población, en términos cuantitativos, concibió esta mejoría como resultado de superación personal y no como el resultado de una lucha histórica de siglos, de una acumulación histórica, que derivó en el Proceso de Cambio. Otro error que tuvimos como movimiento popular fue insistir con el referéndum modificatorio que pretendía la reelección, referéndum que perdimos, pero buscamos una salida con un recurso presentado al Tribunal Constitucional Plurinacional que terminó fallando a nuestro favor. Esta situación llevó a esas clases medias desclasadas a reforzar su postura reticente con el Estado Plurinacional.

No obstante, como ya lo señalábamos, existió una negación gradual al sujeto revolucionario, y un aburguesamiento del Estado Plurinacional previo al Golpe de Estado, no solo por las figuras que asumían cargos directivos, sino también por la ausencia de espacios de construcción colectiva de agendas revolucionarias que profundicen el Proceso de Cambio. Las últimas grandes concentraciones a las que asistíamos por el Proceso, eran concentraciones sociales de legitimación y defensa de los logros conquistados, pero no de gesta de nuevas conquistas ni de formulación de horizontes. Mucho menos de discusión de estrategias que se propongan disputar el verdadero poder, el económico y el mediático.

¿Dar por sentado el Estado Plurinacional y no entenderlo como un espacio de construcción permanente? ¿Falta de estructuración de partido y conformarnos con el instrumento? Son preguntas que me hago para intentar divisar una respuesta, que en el fondo se resume en la negación del sujeto.

Errores que cimentaron el Golpe de Estado de 2019, financiado por las oligarquías, que permitió la llegada de la derecha con la figura de Jeanine Añez. Después de palpar como gobierna la derecha unos meses, se conquistó una victoria contundente el año 2020 con el 55% obtenido con la candidatura de Luis Arce. Y llegamos al día de hoy, con el movimiento popular fragmentado, no solo electoralmente, sino también orgánicamente. A eso sumado que el gobierno, técnicamente del Movimiento Al Socialismo (MAS), es, a vista de las mayorías, como el gobierno de la crisis económica, por los últimos dos años, impulsado por la falta de divisas, la especulación y la inflación. Esta situación, lejos de afectar únicamente a la imagen de Luis Arce, también afecta a la imagen de Evo Morales, de Andrónico Rodríguez y, obviamente, a Eduardo Del Castillo, y al movimiento popular. Porque, penosamente, afecta a una episteme, no solo a una persona.

El gobierno de Luis Arce es, también, una consecuencia de los errores y las contradicciones no superadas en el pasado. Y lejos de profundizar el Proceso de Cambio y el Estado Plurinacional fue, al igual que los otros bandos, funcional a la fragmentación de las organizaciones sociales ya desideologizadas con anterioridad. Además de continuar con el aburguesamiento del Estado Plurinacional, y, con ello, el desplazamiento del sujeto.

Pero no se trata ahora de señalar dos culpables, sino de analizar la fragmentación del sujeto que acarrea, a su vez, la negación del sujeto, que no es lo mismo, pero es igual, como diría Silvio Rodríguez. Pues es igual porque representa un momento de inconsciencia de la necesidad de un sentido unitario por parte del sujeto.

Las últimas encuestas realizadas por Ipsos Ciesmori para Unitel, donde Samuel Doria Medina encabeza las encuestas con un 21,5%, seguido por Jorge Quiroga con 19,6%, luego Manfred Reyes Villa con 8,3%, después Andrónico Rodríguez con un 6,1%, seguido por Rodrigo Paz con 5.8%, y Eduardo Del Castillo con el 2,1%, demuestran que ya no existe un partido hegemónico. Por el contrario, quienes realmente protagonizan estas encuestas son los nulos, que significan el 13,6%, los indecisos que representan un 12,4%, y los blancos con 8,1%. Estos tres últimos suman 34,1%. Aunque esta encuesta, como toda encuesta, está direccionada, si leemos entre líneas podemos llegar a decir que está primando la indiferencia. Más allá de la lectura de la falta de representatividad hay una ausencia de proyecto histórico, porque si este fuese claro, la realidad sería otra.

Esto no debe ser tomado como una sorpresa, porque si no existe el sujeto unificado, mucho menos existirá un proyecto que enamore y hermane voluntades. Cegados por el electoralismo, ya hace tiempo, incluso los candidatos que provienen del movimiento popular como Andrónico Rodríguez y Eduardo Del Castillo, se enfocaron en estrategias discursivas desideologizantes en su campaña, negando la existencia del sujeto revolucionario y los pilares ideológicos que fundaron el Proceso de Cambio.

Recientemente, Rodríguez se animó a decir (al menos y por fin) que es de izquierda democrática. Por otro lado, Eduardo Del Castillo, se pronunció, al menos, a favor del pueblo palestino. Sin embargo, como vimos a lo largo de este texto, uno de los errores de nuestro Proceso de Cambio es que gradualmente se terminó por desplazar al sujeto, y se limitó a reivindicar (que está bien, pero no es suficiente) nostálgicas victorias a conveniencia, o a vociferar relatos y consignas. Pero como lo analizamos, el sujeto no es el resultado de relatos, como acostumbró a entender el posmodernismo. Sin una gesta colectiva de un proyecto revolucionario, lo único que conseguirán serán tres o cuatro asambleístas interesantes, pero nada más que eso.

En Bolivia existe una crisis de esperanzas ya hace varios años atrás por la ausencia de espacios de construcción colectiva. Álvaro García Linera hace un par de años decía algo interesante, aunque tenga diferencias ideológicas con él en tanto la transición al socialismo, es necesario citarlo: “la política es también la disputa por el monopolio de las esperanzas”. Al prescindir del sujeto impedimos la construcción de esperanzas, que no son nada más ni nada menos que el resultado de proyectos revolucionarios construidos colectivamente. No se pueden gestar esperanzas de lo que se niega.

Esas esperanzas tampoco pueden estar apoyadas en la nada, como quienes aseveran que retomaremos el poder político en corto tiempo, subestimando el retorno de la derecha, cayendo en retóricas deterministas sin conspirar un programa revolucionario que implique voluntades.

Si no se mantienen las esperanzas en los proyectos revolucionarios, si es que no nos radicalizamos o si no nos alimentamos de esperanzas, pero organizadas, estos procesos fracasan porque dejan de ser. Y para conservar esperanzas no se precisan refrigeradores, sino de horizontes con sujeto.

Por Sara Valentina Enríquez Moldez

Fuente fotografía


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