Petro: «La barbarie de hoy se derrota si Palestina es libre»

Discurso pronunciado por el presidente colombiano Gustavo Petro en la Conferencia de Emergencia del Grupo de La Haya celebrada en Bogotá en julio.

Petro: «La barbarie de hoy se derrota si Palestina es libre»

Autor: El Ciudadano

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, recuerda la historia que ha unido a los movimientos revolucionarios y llama a la unidad de todos los pueblos de paz.

Saludo a las embajadoras y embajadores del cuerpo diplomático, jefes de misiones acreditadas en Colombia y en otros países. Ministra de Relaciones Exteriores encargada Rosa Yolanda Villavicencio, «Mapi», que fue también migrante en España y se convirtió en una dirigente socialista en Madrid. Secretaria General del Departamento de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, Zane Dangor. Ministro de Estado de Palestina, Rayat Mansur; secretaria ejecutiva del Grupo de La Haya, Varsha Gandikota; relatora especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios, nacionales e internacionales en general, a todas y todos los aquí presentes.

Nosotros nacimos un 19 de abril. Un 19 de abril, un pueblo grancolombiano gritó libertad. Venezuela un 19 de abril, creo —espero no equivocarme— en mi memoria hubo una rebelión palestina precisamente cuando empezaba la ocupación. Un 19 de abril aquí nos paramos en rebeldía, y creo que hay otros 19 de abril más por ahí en la historia. Eso quizás nos junta como pueblos que en diferentes lugares del mundo nos hemos levantado en rebeldía porque queremos ser demócratas y libres.

Y en el mundo cada vez hay más esclavitud. Cada vez más, los que levantaron la bandera de la libertad y la democracia se han vuelto esclavistas. Nuevas esclavitudes, decía el Papa Francisco, mi amigo, que también era un rebelde porque sentía lo que sucedía espiritualmente en el conjunto de la humanidad. Vamos a la barbarie, pero podemos también ir a la libertad. Todo, decían los filósofos dialécticos, los chinos de la antigüedad. Acabo de descubrir esa misma filosofía en los guambianos del Cauca, cuando se ha nombrado a Bárbara como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua —que no es cualquier cosa— y leí su texto recientemente pronunciado, expresando en un perfecto castellano la filosofía del pueblo Misak e indígena ancestral.

Esa filosofía no es más sino dialéctica construida sin conocer a Hegel, sin conocer a Lao-Tzu, sin conocer siquiera a Heráclito, más antiguo. Filosofía que ha sido mi compañera para tomar decisiones: todo se mueve bajo el principio de la contradicción. Por tanto, un positivo tiene su negativo. Un área de luz puede volverse oscura; todo se puede volver en su contrario. Y si no, no se movería la historia ni el universo siquiera, porque el principio es universal, parece. En el universo que vemos —que viene del pasado— todo, incluida la luna, porque la luz viaja en el espacio, vemos luz y oscuridad. Y siempre nos corresponde: cada vez que vemos más lejos, parte de la oscuridad se vuelve luz, la alcanzamos a detectar. Es una luz emitida hace mucho tiempo, miles de años luz.

Pero a veces desaparecen luces porque murieron mundos enormes. No sabemos si vuelven a ser luz. Algunos físicos dicen que sí. Pero aquí estamos nosotros en un punto infinitesimal del universo y al parecer el único que tiene vida o al menos vida inteligente. ¿Cuántos miles de años luz a nuestro alrededor ya podemos mirar y no hay vida? Al parecer. Y al parecer es que nosotros no podemos hablar sino bajo la linterna de Diógenes. Lo demás es creencia. Y la linterna de Diógenes no nos muestra todavía vida en el universo. Estamos solos, somos únicos.

Y parece que en el universo hay una inteligencia que es energía, porque hasta la oscuridad tiene energía. Las energías son todas siderales, pero hay una especial: la que habita este planeta en los mamíferos, una especie que evolucionó y entre ellos los seres humanos, los únicos con la inmensa responsabilidad en todo el universo de la inteligencia, del pensar. Somos animales pensantes, y ese pensamiento cada vez se desarrolla más. Su glándula fundamental es el cerebro. Cada vez que nace un bebé, nace la joya del universo: su cerebro y su corazón en un empaque que llamamos ser humano.

Y si el cerebro humano que antes quizás actuaba solo —yo creo que nunca— para poder sobrevivir en el planeta con el frío (aquí hay una experiencia que acaba de descubrirse en Bogotá), para poder vivir tenía que ayudarse. Ayudarse entre nosotros es el secreto que nos permitió sobrevivir y, a veces para mal, dominar el planeta Tierra, el único lugar de la vida. Al parecer, ayudarnos entonces es nuestro secreto. Pero esa ayuda tiene dos grandes órganos en nuestros cuerpos. Es una ayuda que nace en el corazón, en el sentimiento —para ser más exactos— porque somos sensibles. Los animales mamíferos se ayudan, y al parecer otros. Los que sobreviven se ayudan entre sí.

Las abejas, que son manada colmena, se alimentan ayudándose chupando la miel y encontrándola; a veces mueren por ello. Y esa atracción de la abeja con la miel, nosotros podríamos llamarla instinto de sobrevivencia, pero en los mamíferos se llama amor. Lo que se siente para ayudarse es amor, y sin eso no podemos vivir. Los neoliberales, en la fase última del gran capital que está desplomándose, y las sensaciones de barbarie no son actualmente sino la expresión de un capitalismo que es de papel.

Allá hablábamos cuando me peleé con Macron en Sevilla: el PIB medido en dólares —dinero, PIB, que no todo es producción— tiene 110 billones al año, y la deuda pública tiene 230 billones al año. Se va a desplomar. No sé cuándo, pero se va a desplomar; se está desplomando. El capitalismo no es más un mundo de papel, pero tiene la virtud oscura de llevarnos a la barbarie en su propio colapso. Barbaries, muchas, pero yo siempre he hablado de dos: la de la crisis climática y la de la inteligencia artificial. Como decía Hawking, no porque sea mala tener una inteligencia que ya no es propiamente viva —y entonces que estamos produciendo en el universo—, pero que tiene que quedar bajo el control de la inteligencia viva.

Y no es de un país, no es de un señor mega rico capitalista loco, sino que tiene que estar bajo la humanidad, la inteligencia viva de la humanidad. O si no, se acaba la humanidad. Puede volverse muy productivo el mundo, pero volverán a haber esclavos; los esclavos se rebelarán. Y Gaza es simplemente un experimento de los mega ricos tratando de demostrarle a todos los pueblos del mundo cómo se le responde a una rebeldía de la humanidad. Piensan bombardearnos a todos los que estamos al menos en el sur, pero terminarán como en Guernica, bombardeándose a sí mismos con armas extranjeras.

Y esa perspectiva de barbarie obviamente mata el multilateralismo para que se encuentren las naciones. Mata la idea de una democracia global, mata toda la institucionalidad internacional. He pedido una reunión de la CELAC con el gobierno de los Estados Unidos y no hay ni respuesta escrita porque no quieren reunirse con América Latina y el Caribe. Saben que reuniéndose con cada uno por separado son más fuertes, y entonces no dialogan, amenazan como ya nos sucede a nosotros. Algunos le tienen miedo a la amenaza; otros nos hemos acostumbrado tanto que ya no le tenemos miedo.

Y la historia ha sido así entre nuestros pueblos: historias de rebeliones y de barbaries, y la posibilidad de la barbarie la estamos viviendo. Pero también, dialécticamente, la posibilidad de otra humanidad diferente, de la que pueda amar y pensar colectivamente. Y sobrevivimos porque la otra forma de ayuda, además del corazón, es el pensar. Y la parábola de Newton y la parábola de Robinson Crusoe es mentira. Ilusiones, fetiches como tantos que vivimos. Vivimos entre fantasmas porque el capitalismo es un fantasma, y a veces nos creemos el cuento de los fantasmas, fetiches.

Newton no hubiera podido descubrir su fórmula de la gravedad sin los árabes, sin el álgebra, sin los romanos, sin los griegos, sin los egipcios, sin otros pueblos que ya tenían —como en América, sabemos— una idea más profunda de matemática; ya calculaban los astros mejor que los mismos griegos matemáticos. Aquí en América hay cosas maravillosas que quieren ocultarnos. Las Américas, porque ahora el concepto de América lo redujeron a un pedazo del continente americano.

En las Américas habitaron pueblos desde hace 30.000 años e hicieron arte en Brasil hace 20.000 años —hasta donde hemos fechado— cerca de Bogotá, en la selva amazónica. Chiribiquete se llama, que quiero abrir al mundo. Y hay un lindo documental ya de él, mágico, entre las selvas y los pájaros de colores: enormes murales como no se han encontrado quizás en ninguna parte, de artistas que por generaciones iban poniendo allí sus marcas, sus dibujos, sus ideas de casa, sus manos como personas que quedaran para siempre en la humanidad, en su historia. 20.000 años tienen nuestros ancestros, y quizás más.

Y ayer o anteayer, con burlas de pseudoeconomistas «cachacos» —le decimos nosotros a los que no son del Caribe, pero eso es un fetiche también aquí, cerca a este lugar— hace 6.000 años hubo un pueblo que no se sabe de dónde vino. Sus genes no están en los pueblos que a través de nosotros han sobrevivido, y murieron todos. No tuvieron descendencia. Sus mujeres debieron morir de alguna manera, quizás primero. ¿Por qué en esta tierra de tanta agua desapareció ese grupo? No se ayudó; lo mató su propia soledad.

Una ausencia de agua. Hoy Bogotá se ha quedado —no hoy, sino hace unas semanas— sin agua, una ciudad de 9 millones de habitantes, porque quemaron la selva amazónica. Y resulta que el agua llegaba aquí de los árboles de la selva amazónica, llegaba a las grandes alturas, y la vegetación de allí volvía el vapor del agua de las nubes agua líquida. Y se nos acabó. Crisis climática: el segundo hecho que puede acabar con la humanidad físicamente, y todos lo sabemos. Crisis climática que crece.

Miren la paradoja, la dialéctica: quizás la región más petrolera de los Estados Unidos, donde Ecopetrol tiene un pozo de fracking que no debería tener nuestra empresa de petróleo, y les asusta que yo diga que la vendan porque Colombia no puede ser amiga de la muerte; es amiga de la vida. Estamos aquí en el país de la belleza, el centro vital del mundo. La Gran Colombia es el sitio donde los animales, instintivamente los nómadas, llegan más que en cualquier parte del mundo. Por algo es.

Y eso lo descubrieron entonces cuando nos cortaron a Panamá e hicieron el canal. Y respecto a Panamá, éramos un solo pueblo, y Venezuela era un solo pueblo, y es un solo pueblo con Colombia, y Ecuador lo mismo, quizás más. Y si uno traza la marca de la Gran Colombia antigua, que llegaba a la costa Mosquitia en Nicaragua, hoy es la mayor parte del Caribe, hasta la República Dominicana quiso usar la bandera tricolor —amarillo, azul y rojo— y su vecina Haití hizo la primera revolución en América.

Pero con el respeto de mis amigos y amigas de Haití, el primer territorio libre de América lo fundó un negro de África, príncipe, Benkos Biohó. Y no hay ni un monumento. Sí, le hicieron un monumento al conquistador del Alcázar en Cali, y aquí a Gonzalo Jiménez de Quesada, que era un genocida. Dialéctica: los pueblos libres hacen monumentos a los esclavistas. Puede que sí, puede que sobrevivan de la historia para saber cómo fue la historia, pero no debemos hacer monumentos de esclavistas; debemos hacer monumentos a quienes emanciparon.

Y el primer emancipador de América que tengamos recuerdo: nuestros indígenas lucharon desde el principio. Llegó allí y fundó la primera ciudad europea, creyó él, en toda América, cerca a Santa Marta, en Cartagena. Dialéctica: se paró el primer esclavo, rompió las cadenas de todos los que había allí y se fueron. Se fueron a vivir otra manera de pensar: las rebeliones. Y se llama San Basilio de Palenque. Y este gobierno lo hizo municipio porque no lo querían ver municipio. Aquí odian las élites que gobernaron a Colombia, que son descendientes de los esclavistas, a los emancipadores. Pero hay que rememorarlo.

A veces le digo: «Qué pena a los norteamericanos arios, ¿por qué no se traen la Estatua de la Libertad de Nueva York y la ponemos frente a Cartagena?» Cartagena luchó un año y casi murió su pueblo de hambre por la libertad, siendo una de las ciudades de la esclavitud en América con La Habana y con Veracruz, México. Y hoy La Habana, Veracruz, México y Cartagena están gobernadas por el mismo pueblo mismo en la democracia y en la idea de que la linterna de Diógenes alumbre progresivamente el futuro de toda la humanidad.

Bien, me alargo mucho porque tengo esa costumbre, pero quiero rememorar la historia para este presente, porque la historia nos ha juntado. Entonces, de Haití, la primera revolución con la bandera de la igualdad, fraternidad y solidaridad —libertad, igualdad y solidaridad—. Aquí mi amigo sabe francés más que yo. Llegó la mismísima. Pero los que levantaban esa bandera eran esclavistas también en América. Dialéctica. Washington era un esclavista, dicen. Y Bolívar también.

Yo acabo de ver el cuarto —que no era una celda porque Bolívar tenía otra concepción— de su esclavo Palacios, que no liberó nunca. Y los que hicieron la independencia de este país y otros eran esclavistas, y estalló la contradicción. No se puede ser libre y gritar libertad y luchar si uno mismo es un esclavista. Es posible. Y aquí les recuerdo: en esta casa, que es la del marqués de San Carlos, tiene su historia. Era la casa de los presidentes republicanos de Colombia, muchos oligarcas —les llamamos— dueños de esclavos hasta 1851, muerto ya Bolívar, muerto ya Santander, habitaban aquí. No me acuerdo quién decidió irse; algo lo asustó en esta casa tan bonita, a un palacio horrible que es en el que yo vivo a veces. Pero quieren imitar a Francia, pero las imitaciones no tienen alma.

Y aquí abajo ustedes podrán ver —no sé si la han mostrado— el cuarto más pequeño de los que yo he visto aquí, simple, sencillo: el cuarto del presidente de la República de Colombia, el primero que tuvimos, el libertador Simón Bolívar —que no es libertador, es emancipador—, hijo de castellanos, pero aprendió a bailar con los negros y las negras de su hacienda. Y al parecer también tenía la sangre de alguno de ellos, dicen, porque sabía bailar muy bien, y todos estos pasillos se llenaban de baile. Y si él sabía bailar como todos los colombianos, con la sangre que viene de África y de árabes. Los castellanos no saben bailar también, pero los flamencos sí. Y nosotros veníamos flamencos sevillanos y la gente de Granada.

Acabo de estar en la Alhambra, no la conocía. Tenía unas ganas de ver la fusión de dos culturas, una vaina interesantísima: uno de los mejores monumentos del mundo árabe y castellanos. Allí se encontraban entre los pétalos de flores que tiraban las mujeres árabes —las mujeres del sultán sería o de otros— que nunca podían bajar del segundo piso. Y entonces manejaban con pétalos que caían al agua en los jardines donde hablaban. De esos árabes que fueron derrotados militarmente, pero que tenían siete siglos, o sea, fundieron su sangre con todos los habitantes de España.

Llegaron los marineros —no los capitanes— en los barcos, primero a Santa Marta, después al Caribe colombiano y después siguieron. Y por eso los caribeños colombianos tenemos sangre árabe. Y entonces decía Vasconcelos, el mexicano: «Tenemos todas las sangres del mundo en nuestras venas». Sangre árabe, sangre subsahariana, sangre latina, sangre ancestral de hace 30.000 años. Y nos vienen a decir que no podemos caminar por América. Nos vienen a decir que hay una cárcel esperando llamada Alcatraz en la Florida, que era un estado de México.

Y entonces ni los mismos mexicanos pueden andar por la Florida porque los echan a la cárcel con cadenas. Y yo tuve que detener un avión y devolverlo; Trump se puso bravísimo. Yo pensé que estaba haciendo lo lógico porque traían a los colombianos encadenados. ¿Y cómo así? Los herederos de hace 20.000 años son expulsados por personas que llegaron apenas hace 500 años o menos, y entonces no tenemos derechos.

Entonces, Bolívar no dijo que así había que ser libre, y no se lo dijo a los padres de los Estados Unidos. Y los padres de los Estados Unidos, aunque eran esclavistas, no levantaron la bandera de libertad, incluso antes que los franceses y que nosotros, pero al mismo tiempo y con Haití, miren esa contradicción: libertadores con esclavistas y esclavos que levantaban las banderas de los libertadores. La bandera de Colombia, la mitad es la bandera de Haití, y lo hicieron negros esclavos, negras recién liberadas de la esclavitud. La bandera de Colombia viene de Haití, como la bandera de la actual Venezuela, como la bandera de Ecuador: es toda amarillo, azul y roja. Y el azul y el rojo no es la idea de que representaba una zarina rusa de la cual se había enamorado Miranda. Miranda se enamoró fue del Caribe y de las Américas, y por eso recogió la bandera que le entregaba Haití y sus generales de color oscuro. Y recogió sus armas y sus barcos y la bandera que nos regalaron, porque la hicieron ellos por primera vez.

Y el mar Caribe surcó por primera vez con hombres revolucionarios, con mujeres que habían hecho la bandera que en el mundo se llamaba libertad. Y aquí triunfó y aquí vivió y aquí recibió una traición en esta misma casa donde lo iban a matar: Santander, el sub-vicepresidente. La historia se repite. Y entonces saltó de una ventana —había un río antes; los españoles siempre tapan los ríos, no sé por qué le llaman «ramblas»—, pero ese todavía estaba y ahora no está. Y su amor, quizás no estuvo enamorado de ella, no sabemos, porque se enamoró de una princesa española y la amó toda la vida, madrileña, por cierto, que aquí murió porque no aguantó el clima, el mosquito, y se salvó por ella. El amor salvó a Bolívar esa vez.

Pero decidió otra vez irse solo, y los solos morimos como el león viejo. Siempre el león viejo se va por la trocha cuando ya el león joven le es más fuerte y se lleva sus mujeres y matan a sus cachorros ellos. Y él sabe que tiene que irse y muere de hambre cuando las garras se le acaban. Cuando nos volvemos solos, morimos. Solo acompañados nos ayudamos.

Pues bien, pueblos del Caribe aquí presentes: el Caribe no es mar de piratas, lo demostramos. El Caribe es mar de revolucionarias y revolucionarios. Historia que no aparece en las películas. Nosotros echamos los piratas y los esclavistas, y el Caribe tiene que seguir siendo mar libre y tierra libre. Los esclavos al llegar de África a la fuerza se tiraban al mar y fundaron una serie de naciones ayudados con los indígenas de esa época que se llama Garífunas. Y la mayor parte de las islas del Caribe que hablan inglés y se llaman raizales, tienen la piel oscura con unas músicas hermosas; nunca fueron esclavos. Tienen otra concepción de la vida.

Nosotros somos caribeños también y tenemos una isla allí que se llama San Andrés, de pueblos libres. Por ser libres se juntaron a Colombia porque veían en Colombia la tierra de la libertad, la que le prometió Haití y no le cumplió hasta décadas después: la libertad de todos los esclavos en América. Libertad de todos los esclavos en América que aún tenemos porque se crearon las nuevas esclavitudes. Los inmigrantes los quieren esclavizar.

Y a los pueblos del Caribe les digo: la alianza es con los pueblos progresistas del continente americano. Fuimos ganando en la huella juntos. Laura Gil aquí presente, uruguaya-colombiana, una expresión de esa alianza. No nos ganaron. Pero ahora el sistema interamericano de derechos humanos, que era nuestro faro —yo estoy aquí presidente gracias a ellos—, cayó en otras manos y fue por una ruptura de los gobiernos progresistas en el continente que todavía son mayoría y del Caribe, que se conquistó otra vez por los Estados Unidos. Se perdió el sistema interamericano. No puede ser.

El dinero no es más importante que la comida y el alimento, que el panel solar que está por encima del petróleo, y sobre todo de la idea de libertad que encarnamos todos los caribeños, y tenemos que unirnos. Y en el continente, el Caribe se llama en el sur la Gran Colombia, que hay que reconstruir. Si la América se integra es porque la Gran Colombia se unió; y si se divide la Gran Colombia, América Latina nunca podrá integrarse porque tiene fuerzas centrífugas, y la dialéctica opera.

Pues bien, Haití hay que ayudarlo como nos ayudó a nosotros, y más allá, como nos enseñó Ernesto «Che» Guevara, argentino universal, quizás el más universal de los argentinos: «Donde haya una injusticia, tenemos que luchar contra ella en cualquier parte del mundo». Eso ya lo había intentado Bolívar: en cualquier parte del mundo donde haya injusticia, porque si no, no somos seres humanos. Y ese mensaje del Che sigue grabado en todos nosotros. Solo los antihumanos dicen que el Che era un asesino. No pueden entender que revelarse ante la injusticia porque son los injustos.

La injusticia y el derecho a la rebelión cuando hay tiranía. Y hoy el mundo tiene una tiranía gobernándolo. Hoy el mundo está gobernado por la tiranía, no por la democracia. Quienes eran demócratas se volvieron esclavistas. De nuevo, la paradoja de Francia en Haití, cuyo ejército napoleónico fue destrozado —el más grande que tenían— en las tierras de Haití. Nuestras batallas contra los españoles fueron nada comparadas con la batalla de los antes esclavos traídos de África a la fuerza contra el ejército napoleónico. Los derrotaron. Por eso a Macron le dio rabia que un hombre presidente del sur viniera a enseñarle que no se puede estar desde París al lado de una injusticia, o si no se contradijo la Revolución Francesa como se contradijo en Haití.

Yo quiero a Francia porque al final, pues los izquierdistas colombianos nos creíamos franceses y aprendimos francés. Ahí hay un dicho terrible. Y allá se hicieron revoluciones. Lo que pasa es que ya no se hacen. Espero que se haga una. Ahora el faro está aquí en América Latina, y nosotros no somos franceses. Sí somos la mayor en toda América Latina, la mayor descendencia del Imperio Romano vivo. Y tenemos lo bueno y lo malo, porque aquí hay vendetta, como lo vivió Bolívar allá abajo, aquí en el primer piso. Vendetta y amor. Es una inmensa contradicción que hoy sufren los italianos también, pero nosotros igual.

Y no me meto más en ese tema porque puedo entrar en problemas, sino que somos la herencia del Imperio Romano, pero también somos la descendencia de las grandes culturas latinoamericanas, que no podíamos llamarlas «latinoamericanas» porque no eran latinas, como África no era latina. Nosotros tampoco somos latinoamericanos. Somos la diversidad del mundo. Cualquiera que vive en Bogotá o en cualquier región puede encontrar el hombre o la mujer más parecida a cualquier pueblo del mundo. Hasta vikingas hay aquí. Y así somos: nos podemos entender con la humanidad y nuestra riqueza.

Hubo un genocidio. Desde 1948 hasta la fecha en Colombia han sido asesinadas 700.000 personas por razones políticas y por razones de codicia, y a veces por razones de amor, porque también morimos de amor, solos siempre. Y esos son los 100 años de soledad. 100 años de soledad son los 100 años de un pueblo que se mata a sí mismo, como nos ha sucedido. Y la única manera de no matarnos nosotros mismos y de encontrar paz y belleza —porque aquí se llega ahí por montones, como casi en ninguna parte del mundo— es dejando la soledad como pueblo. Y hemos sido solos. 700.000 muertos, 10 Gazas en nuestra historia: por genocidio, fosas comunes, bombardeo sobre nuestros niños y nuestras niñas muertos, bombardeos sobre nuestro pueblo campesino como en Guernica.

Igual se le ocurrió a un presidente descendiente de esclavistas que, para acabar los comunistas y que no hubiera una revolución cubana, entonces había que bombardear las cooperativas de los campesinos, y repitió Guernica. Y Colombia no se dio cuenta, no sabía ni siquiera que era Guernica. Pero una parte de Colombia sí, y el pueblo se va a las montañas y casi acaba el estado oligárquico. Aquí hubo una insurrección inmensa, pero la chicha acabó el sueño. El alcohol hundió la posibilidad de la revolución. Estaba aquí joven, jovencísimo Fidel Castro, y le echaron la culpa. Y aquí se encontró por coincidencia y no supo con quién, a Gabriel García Márquez, que trataba de salvar una máquina de escribir de una hoguera.

Y aprendimos que quienes queman los libros queman también a los seres humanos. Y quienes aplauden la muerte como descendientes de latinos terminan matando a los seres humanos. Y hoy estamos en esa ilusión de acabar la soledad. Y por eso nos queremos juntar con la humanidad y con toda la Latinoamérica mal llamada, y hablar con Trump —que no ha sido—, porque hasta con los gringos hablamos, porque ellos estarán aquí por miles de años y nosotros también. Y tendremos que entendernos como humanos hablando y usando la palabra, y no la bomba, para encontrar también la paz de las Américas, que puede ser también la salvación del mundo.

América del Sur tiene el potencial de energías limpias tan grande que puede descarbonizar toda la matriz de energía fósil de Estados Unidos, y no hablamos. Y eso salvaría en buena parte el problema de la crisis climática y, por tanto, la posibilidad de la extinción de la vida. Y no hablamos; allá no creen en la crisis climática. Y Texas está inundada, y Nueva York ha sido inundada. Oigan, la capital del capitalismo, donde en su centro propio, Brooklyn y Wall Street, se huele a marihuana por todas las calles, cuando aquí mataron un millón de latinoamericanos incluso por exportar cannabis. Nosotros los muertos, y ahora ellos un placer. No sé cuál será porque no sé fumar.

Entonces, ¿qué esta paradoja? ¿Qué es? Entonces nos quieren seguir matando. Nosotros somos de la vida y tenemos que hablar. Y ahora paso a Gaza y termino porque la historia es interminable. Entonces, las palabras también. Nosotros hemos vivido Gaza en nuestra sangre. 70 también nos invadieron. No puede haber un colombiano por ahí —pero lo hay— que se extraña porque los pueblos que han sido ocupados por tiranías se rebelen. Y entonces jamás —sí podemos criticar jamás en muchos temas—, pero no al pueblo palestino. Tiene el derecho a la rebelión porque sus tierras fueron ocupadas.

Nuestras tierras colombianas fueron ocupadas dos veces: una por españoles hace tiempos; algunas de nuestras islas por ingleses, por franceses; y Panamá fue ocupada también por norteamericanos y nos quitaron nuestro territorio en mucho. Menos mal no desaparecimos. Y no puede hacer así. Un pueblo que ocupan merece rebelarse. La rebelión no es delito; es delito político para el tirano. Y cuando cae el tirano, el delincuente político que llamaba —ahora les dicen terroristas— gobierna y no es un delincuente. Nadie, ni el de abajo ni el de arriba en una rebelión, ni su bandera.

Que aquí también me querían censurar una bandera que no es la de Colombia propiamente, sino la de Bolívar, y es roja y negra. Y Bolívar la pensó en su «guerra a muerte» contra España, que menos mal un general español, Murillo, terminó en un diálogo con Bolívar en una casa. Se siguieron en guerra; no acabó la guerra, pero la humanizó. Y entonces por eso aquí hay españoles desde entonces viviendo con nosotros, porque merecen vivir. Y ellos lo entendieron porque no querían regresar a España desértica, sino esta Colombia exuberante que consideraban ya su patria. Y dimos y abrimos y se acabó la guerra a muerte.

Pero la bandera lo que significaba era «libertad o muerte». Y yo no sé si la calcó; yo no sé de dónde salió, porque los europeos también españoles, porque Bolívar galopó por el mar Caribe y siguió por el Atlántico y entró a España cabalgando. Y en el siglo XX entonces España quiso ser republicana como Colombia. Ahí estaba Bolívar vivo, y levantaron banderas rojas y negras. Y la bandera roja y negra se mueve por todas partes. Hoy: libertad o muerte. Y como no queremos hablar de muerte, entonces decimos «libertad o libertad», y entonces deja de ser roja y negra y se vuelve roja. Nosotros decimos aquí que multicolor porque somos libres y vivos, y el color de la vida es todos los colores del mundo.

Europa vivió una epopeya después de acabar con Hitler, y hoy eligen a los hijos de Hitler. Hoy repiten las frases de Hitler: «Somos superiores», dicen, si son blancos, y afuera el que tenga un color de piel diferente. Hitler. Todavía no los matan, pero eso es Hitler. ¿Y cómo es posible que los pueblos partisanos de Italia, de la Resistencia, que no saben qué significa, y de la brigada Garibaldi, y los pueblos de la resistencia francesa —cristianos, comunistas, socialistas— y los que sobrevivieron de la España Republicana, los primeros en entrar a la París liberada, eran anarquistas con la bandera roja y negra de España, de la anarquía española que había sido derrotada y ahora triunfaba contra su enemigo, los enemigos de la libertad, los negros —no por piel, sino por corazón— son la bandera oscura de la muerte. ¿Dónde está Europa hoy?

Y entonces sale una serie de tareas y de preguntas que tenemos que concluir. La fosa más grande del mundo no está en América; está en el Mediterráneo, junto a donde se creó, dice, la democracia o por lo menos la palabra: Atenas, llenos de cadáveres de migrantes tratando de llegar a Europa. Hay migración porque ellos mismos empobrecieron el mundo con sus colonias. Son los empobrecedores, y entonces son los matadores de la humanidad.

Y la salida para dejar de ser esos y volver a levantar las banderas de libertad es hablar. El progreso debe llegar al sur. África también puede descarbonizar la matriz energética de Europa. Y los chinos están haciendo un esfuerzo inmenso. Yo los miro desde aquí, pero decidí meter a Colombia en la ruta de la seda porque no nos insultaban allá ni nos amenazaban. Ojalá que salga bien.

Y entonces ahora somos del universo, del mundo primero. Ya no estamos tan solos. Ya podemos salir de la violencia. Mediterráneo, donde está Palestina, porque el Mediterráneo es plural, donde nació Jesús, que era palestino. El sitio donde nació también está bajo amenaza y es Palestina. Y no lo entendemos. Ese mensaje que nosotros leemos de Jesús —otros pueblos no tanto— es que ya no hay pueblo elegido en Palestina, ni lo son el pueblo judío, que era una religión, no una etnia, porque eran palestinos nacidos en Palestina, ni lo son los señores cristianos blancos de los Estados Unidos; no son el pueblo elegido.

Desde la voz de Jesús, cuando sacó a los mercachifles del templo, decidió —él quizás lo pensó, no lo decidió— que el pueblo elegido de Dios es la humanidad. Son los únicos con cerebro pensando en lo que hemos descubierto del universo. Por eso somos el pueblo elegido todos. Y el pueblo elegido no se mata entre sí; tiene que ser libre. El día en que todo ser humano en el planeta sea libre, no hay guerras. Pensamos en las estrellas. «Ad astra» decían los romanos. Nosotros también decimos aquí «ad astra», y la humanidad se esparce en el universo llevando la vida, y el universo inerte se volverá un universo vital pensando con el cerebro libre, ayudándose entre todos.

Y será nuestro destino si derrotamos la barbarie de hoy. Y la barbarie de hoy se derrota si Palestina es libre. Nosotros nos encontramos con los guerrilleros palestinos de la Organización de Liberación Palestina, el movimiento 19 de abril bolivariano, y nos entrenamos juntos y aprendimos cosas juntos, y fue en el desierto de Matruh en Libia cuando vivía Gadafi. Y allí llegaron las fuerzas de la SWAPO —creo que se llamaba— de Namibia; aquí está presente sus delegados. Y fueron, creo —no me acuerdo bien— del Congreso Nacional Africano, y fueron del Frente Polisario que hablaban español, árabes, porque es otro pueblo conquistado, y fueron griegos. Y entonces una serie de muchachos y muchachas —porque ninguno era viejo— se juntaron de América Latina, panameños, y de África y del Medio Oriente para entrenarnos a una guerra.

Finalmente terminamos todos haciendo la paz dialéctica: Nelson Mandela, Yasser Arafat, el M19 en Colombia, y todas casi las guerrillas latinoamericanas. Los que nos encontramos para prepararnos una guerra, terminamos fue preparando la paz del mundo. Y ahí estaban los palestinos con nosotros, jóvenes; no sé dónde andarán. Nadie ha escrito ese libro. Le he pedido a la gente del M19 que aún sobrevive que lo escriba porque es parte de la historia mundial, porque demuestra varias cosas: que un mujer y un hombre progresista es universal, no es parroquial. Se junta con el mundo; se cruzan las ideas de lucha contra la tiranía.

Dos de mis amigos murieron ahí, los más entrañables: Iván Marino Ospina, que despedazaron cerca a Bogotá, torturado, y era un poeta. Y trato de recuperar su poesía y sus cantos. Por ahí los puse en internet tratando de que alguien los recoja y los ponga en tecnologías modernas. Y Francisco «Pacho» Vargas decía «Paquidérmido». Y murieron muchos, pero hay vivos. ¿Por qué no se escribe ese libro que es un libro de solidaridad mundial desde la rebeldía?

Y un miembro del M19 hoy es presidente, y nosotros somos hijos y oficiales —nos dijimos— de Bolívar. «Oficiales de Bolívar, paso al frente». Era nuestra consigna: «vencer o morir». Ahora no es muerte; es vencer. Como Bolívar lo dijo alguna vez: «Tenemos que vencer aquí». Tenemos que vencer. Y entonces nos toca tomar decisiones duras ante la barbarie.

Aquí me traicionaron en este palacio. Se repite la historia. Porque yo dije que no iba sola tonelada de carbón más a matar bebés palestinos. Y aquí en esta casa, bajo mi gobierno, funcionarios blancos, descendientes de esclavistas —lo digo— se tomaron la idea de cómo volver. La frase del presidente inocua en un decreto. No fue Glencore, no fue Drummond; aprovecharon, eso sí. Pero quienes cometieron la traición estaban aquí pagos por el pueblo colombiano y en otros ministerios. Y entonces pusieron muy a la colombiana, muy a lo Santander, la trampa, igual que cuando Santander fue a matar a Bolívar en el segundo piso de esta casa. Igualito la traición que nos acompaña desde entonces, matándonos entre nosotros mismos. La soledad quizás comenzó ese día en que Santander iba a matar a Bolívar y lo salvó Manuela Sáenz, que tiene nombre vasco, pero fue la primera guerrillera de Colombia quizás, además de algunas indígenas.

Alguna que incluso enamoró un español, porque todas las formas de lucha son posibles. Entonces, esas mujeres nos salvaron, y ojalá nos salven ahora porque estamos a punto de extinguirnos. Primera línea: las mujeres en la lucha por la vida. Ojalá, ojalá salgan a caballo como Manuelita. Dicen que era buena jineta. La coronela se volvió en el ejército como muchas mujeres, las turcas y otras, salen a la guerra con sus amados y arriesgan su vida. Y Manuelita lo hacía y otras coronelas, generalas. Es la hora de la mujer porque es la mujer la que cuida la vida. Primera línea, a cabalgar de nuevo por el amor y la vida.

Toca. Vamos a juntarnos con Europa en la reunión de la CELAC. Está programada en Santa Marta, la tierra que fue la primera tierra conquistada y también de la libertad. ¿Qué les decimos a los europeos? Nos traen a Zelenski. Yo creo que una guerra entre hermanos no debe seguir. Son el pueblo eslavo y tienen la misma historia, y se están matando entre sí, y entonces los hacen matar entre sí para ganar. Es la codicia volver a Ucrania, una tierra de esclavos trabajadores y una tierra de donde esos minerales se vayan por otra parte.

¿Qué le decimos a Europa? ¿Qué le decimos a la OTAN? Los dos bloques militares que se configuraron por otras razones en la historia —Pacto de Varsovia, que ahora quiere la OTAN, y el pacto de la OTAN—. Muchos de sus países; nosotros somos medio miembros, nunca ni nos recibieron aquí suplicando por entrar; entonces lo nombran socio, no sé qué estratégico. ¿Qué hacemos en la OTAN? Si los principales jefes de la OTAN están con el genocidio, ¿qué hacemos ahí?

No es la hora de reconfigurar militarmente el mundo. No hay un ejército latinoamericano. No puede haber un ejército de la salvación de la humanidad que haga valer las ideas, porque aprendimos en el M19: esto es político-militar. Hegel lo decía: primero van las ideas, después los cañones; si no, las ideas son comida de ratones. Nosotros no escribimos libros para que nadie lea; los escribimos, sí, y hermosos, pero es para volverlo realidad. El que crea, crea; dicen: la fantasía la hemos vuelto realidad.

Aquí hay un Aureliano gobernando a Colombia, y aquí hemos puesto a volar las mariposas amarillas, y aquí somos el corazón de la biodiversidad del planeta. Y aquí tenemos una historia más vieja que la Europa y que los Estados Unidos. Estamos construyendo realidad. Aquí dejamos la soledad y ahora hablamos con el mundo. Aquí los que cortábamos la cabeza de los reyes ahora nos abrazan y nos besan. Hay otra realidad andando que hemos creado en nuestros sueños. El Caribe creó sueños que se volvieron realidad. Caribe invita a soñar, pero también a volver realidad el sueño.

¿Qué hacemos en la OTAN nosotros? No llegó la hora de otra alianza militar. Porque, ¿cómo podemos estar con ejércitos que tiran bombas a los niños? Esos ejércitos no son ejércitos de libertad; son ejércitos de la oscuridad. Nosotros debemos tener ejércitos de la luz y juntar nuestros ejércitos y pensar las cosas bien. Aquí no pueden ya llegar armas israelíes, y están llegando, y el ministro de Defensa de este gobierno debe responder por eso. Y aquí en esta casa, Cancillería y otros ministerios, incluso funcionarios que se llamaban dizque comunistas, ayudaron a ponerle la trampa al presidente con una figura de dos palabras que ya no me acuerdo cuál es, que hizo inocuo el que se prohibiese exportar el carbón. Y Glencore y Drummond están llevando el 60% del carbón que necesita Israel.

Porque somos los quintos exportadores mundiales de carbón, y el país de la vida está ayudando a matar la humanidad. Yo no quiero exportar carbón ni explorar gas. Lo he decidido, y se acabarán las últimas reservas de petróleo porque eso mata a Colombia y mata a la humanidad. Preciso. Entonces, prohibimos exportar carbón y nos hacen trampa desde el mismo gobierno. Y la canciller tiene la orden de cambiar el decreto de inmediato: prohibido. Nos lo demandan ante unos magistrados que no entienden mis palabras ni la nueva realidad del mundo y tumban los decretos del presidente. Estoy ante un laberinto cuarteado. ¿Sabe qué es eso? Y muchos.

La persona más perseguida de Colombia es el presidente de la República de Colombia. Yo a veces digo que yo mismo soy esclavo. Me fui a Manta a escribir mi libro ahí ante una buganvilia rosada junto a un mar hermoso, y dijeron que estaba con el mayor delincuente de los ecuatorianos, y casi me acaban en la prensa que dice mentiras porque es del gran capital.

La OTAN debemos salir; no hay otro camino. Y la relación con Europa no puede ya pasar con pueblos que ayudan —pueblos no, porque los pueblos europeos no ayudan— con gobiernos europeos que traicionan a su propio pueblo y están ayudando a tirar bombas. Y el carbón colombiano no se vuelve bombas en Israel para matar niños. Si no salen los aranceles, lo que sea; otros pueblos nos ayudarán y comprarán nuestros productos. Colombia compra aceite de oliva palestina, no a Israel. Los palestinos lo hacen; los israelíes le ponen la marca, ¿no? Colombia le compra a Palestina y no le vende a Israel.

Hasta no porque odia a Israel. Yo soy de la tesis de los dos estados. Soy de esa tesis. Creo que ya el mundo permite que judíos desde hace miles de años y gente descendiente de los árabes —porque también tienen una descendencia que fue escrita en la Biblia—. Entonces nos dicen antisemitas, término religioso. Y cuando yo voy a leer dónde estaba Sem, pues me aparece que es descendiente tanto de gentes que llamaban de los pueblos árabes como de gentes que llamaban de los pueblos judíos, y eran el mismo pueblo. Judíos y árabes en Palestina son el mismo pueblo y tienen el mismo origen. No tienen que matarse entre sí porque encontrarán solo la soledad que encontró Jesús cuando los romanos —que si no eran de ahí— lo mataron.

Bueno, de la OTAN tenemos que salir; tenemos que configurar un ejército de la luz con todos los pueblos del mundo que quieran. Y tenemos que decirle a Europa que si quiere estar con América Latina o con África, deja de ayudar a los nazis. Y tenemos que decirle al pueblo norteamericano de todos los colores —porque ya es de todos los colores— que dejen de ayudar a los nazis.

Hubo una coalición de un ejército de la luz: unos eran rojos y levantaban la bandera roja y llegaron a Berlín antes que nadie, y murió ahí Hitler suicidado. Otros usaban la bandera de las estrellas y las barras rojas y llegaron también casi a Berlín. Otros eran los pueblos de Europa luchando en las montañas con el frío contra Hitler. Otros eran los chinos y eran igual luchando contra Hitler y sus aliados y liberando su país. Otros pueblos hicieron lo mismo. Hicimos una gran coalición mundial de la humanidad, y Hitler murió. Sus ideas siguen en los ejércitos de la oscuridad.

Y nosotros, ¿por qué no estamos haciendo el ejército de la luz? Porque al final, si no nos hacen caso, si nuestro llamado al diálogo no detiene las bombas, si el Guernica sigue en todas partes —y yo sé lo que me cuestan estas palabras, porque ya mezó un magistrado, un exmagistrado conservador del Cauca y un exsenador del Cauca; el Cauca fue tierra de esclavitud, pero ahora es tierra de libertad— que no iban a extraer, que le pidiéramos a la Mosad que extrajeran al presidente de Colombia la fuerza. Pues no intenten. Una mujer salvó a Bolívar; de pronto aparece una. Ojalá. Pero no podemos callarnos.

Un ejército de la salvación del mundo para que las ideas no se la coman las ratas. Y ese ejército comienza en el Caribe o en otra parte del mundo. Nos tenemos que juntar para que nos respeten. Ojalá no usemos nunca eso. Nosotros dejamos las armas. Arafat dejó las armas. Nelson Mandela dejó las armas. Muchos de los que estábamos en el desierto de Libia dejamos las armas. No las usamos más. Usamos la palabra. Ejemplos magníficos de paz. Ojalá, pero tienen que respetarnos. Nuestra voz no es de payasos. Nuestra voz se respeta, y quienes bombardean y hacen bombas tienen que respetarnos, y eso es político-militar.

Y nos tocó, y si solo es político, ojalá no usemos lo militar, pero nos tocó. Luego nuestro grupo de la ALA tiene que ir más allá también, más allá, porque si no no se va a detener el genocidio en el mundo y la barbarie va a ser. Y yo lo que quiero es una humanidad de seres libres en todas partes del planeta, y creo que todos nosotros. Así que nos tocó, y termino estas palabras gritando: ¡Viva Palestina libre!

*Artículo publicado originalmente por Internacional Progresista Wire.

*Foto: Joel González – Presidencia de Colombia.


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