Salarios e inflación: la evidencia que contradice un mito económico en Chile

El debate sobre si las alzas salariales generan inflación volvió a instalarse, aunque la evidencia chilena muestra lo contrario. Incluso en periodos de fuertes aumentos nominales, el salario real creció mucho menos y sin provocar presiones inflacionarias relevantes.

Salarios e inflación: la evidencia que contradice un mito económico en Chile

Autor: Camila Silva Cortés

El debate sobre si subir los salarios provoca inflación volvió a instalarse con fuerza, pese a que la evidencia histórica en Chile apunta en otra dirección. Los datos muestran que, incluso en períodos donde las remuneraciones nominales aumentaron con fuerza, el salario real —el que define cuánto alcanzan los ingresos para vivir— avanzó de manera mucho más lenta, sin generar presiones inflacionarias significativas.

En conversación con El Ciudadano, Andrea Sato, investigadora de Fundación Sol, explicó que el debate sobre si los aumentos salariales generan inflación existe desde el siglo XIX y que no hay consenso al respecto. Sato señaló que, desde la mirada económica más clásica, se suele afirmar que salarios más altos presionan los precios, pero advirtió que esa visión es “unidimensional”, porque deja fuera factores clave como la concentración de la riqueza, la desigualdad y el bajo valor que se le asigna al trabajo.

“En este sentido, es importante incorporar, dentro de la discusión sobre inflación y salarios, el bajo valor que tienen las remuneraciones, lo que se traduce en paupérrimos ingresos para la clase trabajadora, versus la concentración de la riqueza en muy pocas manos dentro del país”, indicó la investigadora. 

Sato subrayó que los salarios en Chile siguen siendo bajos tanto en promedio como en la mediana. Según la Encuesta Suplementaria de Ingresos, el 50% de las y los trabajadores gana menos de $612 mil líquidos, y solo un 25% supera el millón de pesos. Al contrastar estas cifras con la Encuesta de Presupuestos Familiares —que calcula un gasto promedio per cápita de $565 mil en 2022, es decir, más de $2 millones para un hogar de cuatro personas— la brecha se vuelve evidente.

En ese contexto, advirtió que los ingresos laborales están muy por debajo de los gastos reales de las familias y completamente desalineados con la concentración de riqueza en el país. Esto, afirma, muestra que el problema no es que los salarios “suban demasiado”, sino que siguen siendo insuficientes frente al costo de vida y la desigualdad estructural.

Sato señaló que, considerando el aumento de la concentración de la riqueza y el avance de las desigualdades, no había razón para pensar que subir los salarios desde una lógica redistributiva generara inflación, ya que los trabajadores y trabajadoras solo recuperarían parte de la riqueza que ellos mismos producían.

“En ese sentido, es fundamental establecer que evidencias puede haber de un lado y del otro, pero desde Fundación Sol consideramos clave pensar en la mala redistribución de la riqueza generada por los trabajadores y trabajadoras, los altos niveles de concentración y acumulación, y, finalmente, el desalineamiento entre los ingresos que perciben mensualmente los trabajadores y trabajadoras y los gastos que existen en los hogares”, declaró Sato.

Sato añadió que esta brecha empuja a las familias al endeudamiento permanente. Casi cuatro millones de personas mantienen morosidades que no pueden pagar. “Esto también afecta a la macroeconomía, en un contexto donde los salarios no alcanzan para sostener la vida cotidiana”, afirmó.

Evidencia histórica: sueldos altos no generaron inflación

Sato explicó que, al observar un periodo acotado como los últimos cinco años, el panorama salarial es “desalentador” y refleja problemas estructurales que Chile arrastra desde hace décadas. Entre 2019 y 2024, el ingreso líquido real promedio aumentó solo un 6,6%, lo que equivale a poco más de $55 mil en cinco años. En el mismo periodo, el PIB real creció 10%, es decir, 53% más que los salarios.

Advirtió que esta brecha es clave para entender la relación entre salarios, inflación y poder adquisitivo. Los sueldos deberían crecer sistemáticamente por sobre la inflación para evitar pérdida de capacidad de compra, pero eso no ha ocurrido. Aunque la economía ha mostrado “buena salud” —reflejada en el PIB y el Imacec— este crecimiento no se ha traducido en mejores ingresos, lo que deja a los trabajadores enfrentando bienes y servicios cuyo costo sube más rápido que sus salarios, profundizando un proceso de empobrecimiento estructural.

De hecho, entre 2000 y 2008, los salarios nominales en Chile crecieron con fuerza, pero ese aumento se diluyó por la inflación. Mientras el índice nominal subió de 78,6 a 119,0, el salario real —el que mide el poder adquisitivo— solo avanzó de 90,8 a 103,1. Es decir, los sueldos “subían” en números durante los gobiernos de la Concertación, pero el dinero no rendía mucho más.

En el último gobierno de la Concertación la tendencia se mantuvo. Entre diciembre de 2009 y diciembre de 2010, las remuneraciones nominales pasaron de 101,67 a 106,44, pero el salario real apenas creció de 111,96 a 113,56. Esto confirma que las alzas nominales no se traducían en mejoras significativas del poder de compra.

Pese a que algunos sectores atribuyen la inflación a aumentos salariales, las cifras muestran lo contrario: los salarios reales han crecido muy poco. Entre 2009 y 2010, por ejemplo, solo subieron de 111,96 a 113,56. Según economistas, la inflación responde más a factores como el poder de fijación de precios de grandes empresas, sus márgenes de ganancia y shocks externos, que a la evolución de los ingresos labor.

Comprender la inflación más allá del mito del salario

Para Sato, es clave entender que seguimos en un escenario post-pandemia, donde ni Chile ni la región han logrado una recuperación completa. El cierre de mercados y las alteraciones en las cadenas de importación y exportación aún dejan efectos visibles, y las estructuras productivas todavía se están reacomodando. 

Sato planteó que la economía chilena depende de una matriz productiva muy concentrada y de bajo valor agregado, basada en recursos naturales que ya muestran límites. Esto hace que el modelo económico que ha guiado al país gran parte del siglo XX esté llegando a un punto de agotamiento, porque sus propias bases ya no permiten crecer como antes.

“Desde Fundación Sol, es fundamental también que una de las causas de las alzas de precios tiene que ver con la estructura de un mercado altamente oligopólico, altamente concentrado, donde finalmente esta ilusión de la libre competencia que ha instalado el neoliberalismo es algo que en Chile no existe, sino que lo que existe son pequeños enclaves empresariales que manejan ramas productivas completas, que manejan servicios y bienes casi en su totalidad y que finalmente tienen poco contrapeso y poco control por parte del Estado, y claramente también en un escenario donde hay sindicatos bastante débiles, donde se exija una redistribución de esa riqueza a nivel real.”

La investigadora agregó: “El modelo oligopólico que existe en Chile finalmente nos da muchas luces respecto a cómo se maneja y cuál es el control que pueden tener ciertos sectores empresariales y de la ley empresarial sobre no sólo el control de precios sino que también las formas en las que estas riquezas se concentran y no se redistribuyen”. 

En esa línea, Sato advirtió que el modelo regresivo de la estructura fiscal en Chile resulta especialmente preocupante en un escenario donde los precios continúan al alza, sobre todo en servicios esenciales utilizados por la clase trabajadora de bajos ingresos.

“No podemos pensar que el aumento de la inflación es unicausal, por ejemplo por aumentos salariales, sino que también tenemos que ver cuáles son los factores de la inflación, especialmente en una estructura oligopólica donde hay sindicatos débiles, donde hay una política antisindical importante y sabemos que los mecanismos para terminar con la desigualdad y generar una mayor y mejor redistribución de la riqueza han sido claramente siempre mayor sindicalismo, más y mejor sindicalismo, más y mejor negociación colectiva y la protección del derecho a huelga”, declaró Sato. 

Además, agregó que: “En esa misma línea desde Fundación Sol consideramos que es importante mirar matriz productiva, mirar un modelo tributario que no graba el gran capital y claramente la concentración de la riqueza que es alarmante y que tiene como gran consecuencia altos niveles de desigualdad en el país”.

El mito que sostiene la desigualdad salarial en Chile

Para Fundación Sol, estamos frente a un mito que lleva más de 200 años y que ha sido utilizado como excusa para mantener los salarios bastante bajos, argumentando que es necesario para la macroeconomía, la sostenibilidad y el equilibrio de los mercados. Finalmente, para Sato, esto aumenta el nivel de explotación hacia las y los trabajadores y mantiene cuidados sus márgenes de ganancia.

“Consideramos que es importante observar estos fenómenos que son reales —que la inflación es real, los bajos salarios también son reales—, pero es importante observarlos en su contexto y a partir de una apertura intelectual, una apertura científica, en donde consideramos que lo fundamental es el debate democrático, abierto, en donde podamos ver las distintas aristas del problema de la inflación y el gran problema de los bajos salarios. En ese sentido, es fundamental considerar, para también cuestionar estas verdades implantadas, las nuevas estructuras que deberíamos tender como país a pensar en un modelo con mayores niveles de redistribución”, señaló Sato. 

Finalmente, Sato concluyó que es necesario un debate honesto y bien informado que ponga en el centro las condiciones de vida de las y los trabajadores. Hablar de “equilibrios macroeconómicos” mientras las familias no llegan a fin de mes resulta preocupante: muchas se endeudan y quedan morosas por años porque sus ingresos solo alcanzan para sobrevivir. Por eso, afirma, se requiere una política pública sólida que mejore el empleo y transforme la matriz productiva. Un modelo basado solo en la extracción de materias primas, sin valor agregado, no generará ni mejores puestos de trabajo ni mejores salarios.

La evidencia salarial, el bajo poder adquisitivo y la concentración económica muestran que el principal problema no está en los ingresos de los trabajadores, sino en un modelo productivo y tributario que distribuye mal la riqueza. En un escenario donde la mitad del país gana menos de lo que cuesta vivir, Fundación Sol subraya que aumentar salarios es una medida de justicia económica, no un riesgo inflacionario.


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