Editorial

La nueva ofensiva imperialista de Trump en América Latina: Amenazas electorales y militares

Bajo la máscara de la "defensa de la libertad", el gobierno estadounidense ejecuta una estrategia orquestada para profundizar la colonización de América Latina mediante mecanismos de coerción económica, injerencia política, presión diplomática descarada e incluso amenazas de intervención militar.

La nueva ofensiva imperialista de Trump en América Latina: Amenazas electorales y militares

Autor: El Ciudadano

En un despliegue intensificado de la «Doctrina Monroe» que ha caracterizado históricamente a Washington, la administración de Donald Trump ha iniciado una ofensiva continental que amenaza la soberanía de nuestros pueblos.

Bajo la máscara de la «defensa de la libertad», el gobierno estadounidense ejecuta una estrategia orquestada para profundizar la colonización de América Latina mediante mecanismos de coerción económica, injerencia política, presión diplomática descarada e incluso amenazas de intervención militar. Como en los peores tiempos del imperialismo, Trump trata a la región como patio trasero donde puede imponer gobiernos afines y derrocar los que se resistan.

Argentina: el chantaje disfrazado de ayuda

Las elecciones de medio tiempo en Argentina para renovar parte del Congreso Nacional en octubre de 2025 estuvieron influenciadas por la intervención directa de Donald Trump, quien señaló que prestarían $20.000 millones de dólares vía swap y $20.000 millones de dólares como préstamo de instituciones financieras, sólo si ganaba Javier Milei.

Este chantaje financiero revela cómo el capital financiero internacional utiliza la deuda como instrumento de dominación política, subordinando las economías nacionales a los intereses de Washington mientras profundiza la dependencia neocolonial, lo cual fue ratificado por un 40% del electorado que votó la lista de Milei, muchos de ellos con miedo a un nuevo default.

Honduras: liberación de un expresidente narcotraficante y amenazas de fin de la ayuda económica

En Honduras, la administración Trump exhibe su característica doble moral: mientras anuncia un indulto al expresidente Juan Orlando Hernández (JOH), condenado a 45 años de cárcel por narcotráfico, mantiene la militarización del Caribe bajo el pretexto de combatir ese mismo flagelo.

Simultáneamente, Trump interviene abiertamente en las elecciones hondureñas apoyando al candidato Nasry Asfura del Partido Nacional (mismo partido de JOH) y amenazando con recortar la ayuda financiera si no resulta victorioso. Esta contradicción expone que la «guerra contra las drogas» es solo un teatro para justificar la presencia militar norteamericana, mientras se protege a los narcotraficantes funcionales a sus intereses geopolíticos.

Chile: la diplomacia de la intimidación

El reciente incidente diplomático en Chile, donde el embajador Brandon Judd declaró sin tapujos que trabajaría mejor con el candidato de derecha José Antonio Kast, constituye una violación flagrante del principio de no intervención que rige el derecho internacional.

La protesta formal del gobierno chileno evidencia que, para la administración Trump, la diplomacia no es un instrumento de relación entre estados soberanos sino un mecanismo de presión para alinear gobiernos.

Hasta el momento Donald Trump no se ha pronunciado directamente sobre las elecciones, pero es posible que lo haga tal como lo hizo con Honduras y Argentina.

Patrón de dominación continental

Estos episodios aparentemente aislados responden a un patrón coherente de dominación imperialista que busca revertir los avances progresistas de la última década en la región. El ataque sistemático contra líderes como Gustavo Petro y Nicolás Maduro -calificados falsamente como «narcotraficantes»- responde a la misma lógica: criminalizar la disidencia política y justificar acciones desestabilizadoras contra gobiernos que se resisten a la hegemonía norteamericana. Más aún en el caso de Venezuela, están dispuestos incluso a realizar una intervención militar.

Hacia una contraofensiva popular

Frente a esta ofensiva reaccionaria, los pueblos de América Latina debemos responder con unidad y solidaridad internacionalista. La resistencia al imperialismo debe articularse desde los movimientos sociales y las organizaciones populares que comprenden que la defensa de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos es inseparable de la emancipación social.

La soberanía no se negocia, se defiende con la movilización consciente de los pueblos. En este nuevo ciclo de lucha antiimperialista, corresponde a los pueblos latinoamericanos escribir el siguiente capítulo de su liberación, construyendo desde abajo la patria grande que necesitamos.

El Ciudadano


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