Por María José Escudero

Cada 3 de diciembre volvemos a una misma pregunta: ¿Estamos construyendo un país realmente inclusivo o seguimos generando medidas a medias?
Aunque Chile ha avanzado en políticas públicas y marcos legales en materia de discapacidad, la brecha entre lo normativo y lo vivido sigue siendo profunda. La realidad muestra que miles de personas continúan enfrentando barreras estructurales, sociales y culturales que les impiden ejercer sus derechos en igualdad de oportunidades y condiciones.
Según la ENDIDE 2022, en Chile viven más de 3,2 millones de personas con discapacidad, el 17,6% de la población adulta, pero solo tres de cada diez tienen empleo formal. Y cuando miramos la intersección con género, el panorama es aún más crítico: pese a que las mujeres con discapacidad son mayoría, ellos ocupan el 65% de los puestos laborales, mientras que solo el 35% corresponde a mujeres. La desigualdad, nuevamente, tiene rostro de mujer.
Estos datos dejan claro que la inclusión laboral no depende únicamente de cuotas. Depende de cómo entendemos a las personas con discapacidad dentro de nuestra sociedad: ¿Como sujetos de derechos o como cifras que “hay que cumplir”?
La reciente modificación a la Ley de Inclusión Laboral, que eleva la cuota al 2% para empresas y organismos públicos sobre 100 personas, es un avance relevante, pero insuficiente. Su implementación depende de que el 80% de las instituciones primero cumpla el 1%, dilatando cualquier impacto real, considerando además que solamente un 23% de las empresas actualmente cumplen. Además, la política ignora barreras de origen que condicionan el acceso a empleo: más de la mitad de las personas con discapacidad en Chile no ha completado la enseñanza media (50,8%), lo que evidencia una brecha educativa que ninguna cuota por sí sola puede resolver.
Si seguimos respondiendo a la desigualdad con medidas parciales, continuaremos reproduciendo un modelo que integra, pero no incluye. Un modelo que invita a las personas con discapacidad a “adaptarse” a sistemas que nunca fueron diseñados para ellas, en lugar de transformar esos sistemas para que realmente las consideren.
Por eso, resulta urgente fortalecer políticas que incluyan la interseccionalidad, la descentralización y la accesibilidad universal como pilares mínimos. El Proyecto de Acuerdo aprobado por unanimidad en el Senado, que solicita al Ejecutivo avanzar en una real descentralización de las contrataciones, en educación accesible y con diseño universal, reducir brechas de género en inclusión laboral y establecer la intermediación laboral como un derecho exigible, señala un camino que debe profundizarse, no quedar en el papel. Llevamos desde enero del 2024 con senadores(as) esperando una respuesta esperanzadora del Ejecutivo de que serán temas a abordar, pero a la fecha aún nada.
La inclusión real se construye cuando los entornos dejan de ser restrictivos, cuando las organizaciones transforman su cultura, y cuando el Estado garantiza igualdad de acceso a educación, salud, empleo y participación comunitaria. También cuando las empresas comprenden que la inclusión no es un favor ni una obligación legal, sino una decisión ética que eleva su sostenibilidad, su cultura interna y su aporte al país.
En este Día Internacional de las Personas con Discapacidad, el llamado es claro:
Chile no puede seguir confundiendo integración con inclusión.
Integrar es permitir que alguien entre, pero siendo la persona que hace el esfuerzo por ser parte a pesar de las barreras.
Incluir es transformar el espacio para que todas las personas puedan estar, participar y desarrollarse plenamente.
La inclusión ocurre cuando rompemos las barreras que impiden que cada persona sea quien es, en equidad y dignidad. Mientras sigamos midiendo avances solo por porcentajes de cumplimiento, seguiremos dejando fuera a quienes desde siempre han sido protagonistas invisibles de nuestra historia social.
La inclusión no es un número.
Es un derecho.
Y es, sobre todo, una decisión colectiva a dejar los prejuicios y dar oportunidades reales de participación. A dejar de poner etiquetas al talento #SoyMásQueUnaEtiqueta
Por María José Escudero
Directora de Incidencia y Desarrollo, Fundación Ronda Chile.
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