El destacado fotógrafo chileno Héctor López lanza su nuevo libro «Oro Negro», donde rescata un cuerpo de imágenes tomadas en Lota en 1997, durante un taller de fotografía social desarrollado con los mineros en pleno proceso de cierre de la mina.
Las fotografías, que permanecieron archivadas por más de dos décadas, reaparecen hoy como un relato visual íntimo, atmosférico y profundamente atravesado por la experiencia personal del autor y marcado por el espíritu del lugar y su historia.
Durante 6 a 8 meses viajó cada 2 o 3 semanas a Lota durante 1997 para coordinar talleres sociales donde entregaba cámaras y revelaba junto a los propios mineros las imágenes que producían. En los tiempos libres, dice, “salía a caminar, dónde me llevara el destino”.
Así, indica el fotógrafo, comenzó a construir, casi sin darse cuenta, un registro personal del territorio: la mina, el parque, las calles, la fiesta de San Pedro y la vida cotidiana que persistía pese a la crisis del carbón.
El autor describe ese proceso como un gesto intuitivo, más cercano al de quien se deja afectar por lo que encuentra que al de ejecutar un plan preconcebido.
“No tengo ninguna fórmula. Son cosas que me gatillan: cómo está constituido un grupo, la luz que les llega, un algo que lo hace”, explica. Esta aproximación lo llevó, con el tiempo, a alejarse de la fotografía explícita de protesta que marcó su juventud: “andaba detrás de la foto de la piedra, del gas, del apaleo”, para situarse “en las orillas, en el subtexto de la historia”.

La edición del libro se desarrolló junto a Catalina Juger, editora del sello Tacto Editorial. Aunque ella trabajó desde el extranjero, el proceso fue “hecho a distancia, intercambiando selecciones y observaciones” y permitió dar forma al relato final. “Finalmente uno construye una historia, una narrativa. Hasta el momento en que tú lo haces y lo imprimes. De ahí se libera, y cada uno construye su propia historia”, afirma el autor.
En «Oro Negro», López privilegia precisamente esa libertad interpretativa del lector. El libro no busca explicar ni justificar sus imágenes: propone una atmósfera. Una experiencia. Una deriva. “Mi objetivo principal es conectarme con el mundo a través de mis fotos”, sintetiza.
Su regreso a Lota, esta vez en forma de fotolibro, confirma la vigencia de una mirada que cruza memoria, territorio y humanidad desde una ética narrativa que rehúye lo obvio y confía en la potencia de lo mínimo.

El Ciudadano

