Entrevista sobre la conferencia de Taoísmo contemporáneo a Manuel Rivera por María Sanhueza
Manuel Rivera Espinoza es Investigador Postdoctoral FONDECYT en el Instituto de Estética de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Anteriormente, fue Investigador Postdoctoral en el Proyecto Koselleck «Histories of Philosophy in a Global Perspective» en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Hildesheim. Doctor en Filosofía por la Universidad de Macao (China), se especializa en filosofía intercultural y comparada, historia intelectual y teoría decolonial, con énfasis en el pensamiento chino clásico. Ha publicado artículos y reseñas de libros en diversas revistas y ha presentado sus investigaciones en numerosas conferencias y talleres internacionales. Domina el español y el inglés, y tiene conocimientos de chino clásico. Es miembro activo de varias asociaciones académicas relacionadas con los estudios asiáticos.
Por María Sanhueza
Por qué / de dónde viene la necesidad de hablar de Yin-Yang y del Dao en estos tiempos? ¿Qué urgencia contemporánea existe para que este pensamiento con un origen tan antiguo siga permaneciendo vigente?
Porque hablar de filosofía china clásica en general nos entrega la posibilidad de pensar cualquier problema contemporáneo desde una perspectiva novedosa. Se trata de una de las grandes tradiciones filosóficas de la humanidad, cuya longevidad y riqueza conceptual la sitúan en igualdad de condiciones con la tradición occidental.
Como en el caso de cualquier otra tradición de pensamiento, la vigencia de la misma dependerá de lo que hagamos con ella. Ninguna tradición permanece vigente por sí misma: solo se sostiene en la medida en que es reinterpretada, discutida y puesta a prueba por comunidades vivas que la vuelven relevante para problemas nuevos. Es nuestro trabajo, como especialistas en filosofía china e intercultural, el hacer ver de qué manera ella es relevante para pensar nuestro tiempo.
La urgencia de dicha labor de revitalización y actualización del pensamiento chino es, a mi juicio, evidente. El agotamiento de la tradición filosófica occidental, la sensación de que sus recursos conceptuales y dispositivos hermenéuticos ya alcanzaron un punto de fatiga o parálisis, es uno de los grandes leit motif de la producción filosófica europea y anglosajona desde al menos Heidegger y Dewey en adelante. ¡Para que mencionar la obra de los pensadores de las teorías postcoloniales y decoloniales! Se trata de un diagnóstico generalizado en el ámbito no solo de la filosofía sino del conjunto de las humanidades y ciencias sociales.
Una de las grandes maneras en las que se ha llevado a cabo dicha labor de actualización es en el ámbito de la metafísica. Autores como François Jullien, Roger Ames y Robin Wang han explicado convincentemente cómo, a diferencia de buena parte de la metafísica occidental —marcada por la búsqueda de sustancias y esencias—, las categorías del pensamiento chino clásico operan menos como categorías para inventariar principios inmutables que como vocabularios para describir relaciones, transformaciones y modos de coordinación. En vez de privilegiar una ontología de entidades discretas, tienden a pensar el mundo en clave procesual, correlativa e inmanente, desplazando el eje desde el ser hacia el devenir y la articulación de patrones. De este modo, pensar desde y con categorías filosóficas como dao 道, yinyang 陰陽, de 德 y otras nos entrega la oportunidad de revisitar los presupuestos metafísicos a partir de los cuales abordamos problemáticas tan candentes como la crisis climática, la desigualdad socioeconómica, la necropolítica, etc.
Esta conferencia reúne a figuras internacionales como Robin Wang y Livia Kohn, ¿qué significa para nuestro país ser anfitrión de una discusión de este nivel con figuras tan relevantes?
Con ellas, la filosofía comparada y los estudios religiosos de China llegan a Chile y hacen presencia. Esto significa que tenemos una oportunidad sin precedentes de ponernos al día respecto de la producción académica en filosofía y religión china clásica en lengua inglesa. A diferencia de nuestra región, los países anglosajones cuentan con una sólida trayectoria en el estudio de estas temáticas. Los campos de la filosofía comparada y los estudios religiosos enfocados en China son disciplinas que llevan décadas establecidas institucionalmente en aquellas regiones. En este sentido, la visita de Robin Wang y Livia Kohn nos permite integrarnos, aunque sea de manera introductoria, a esa conversación, sentando las bases para el potencial desarrollo de estas áreas del conocimiento en nuestro país.
Si bien es cierto que François Jullien visitó Chile en al menos una ocasión durante la última década, vale la pena recalcar que las profesoras Wang y Kohn se sitúan en un ámbito disciplinario diferente, habiendo sido formadas en tradiciones académicas que difieren de las de Jullien. Esta última prefiere cultivar una distancia respecto de la filosofía comparada, llegando incluso a dudar de la posibilidad de definir la tradición china como verdaderamente filosófica, optando más bien por llamarla una sabiduría. La profesora Wang, en cambio, no tiene reparos en inscribirse dentro de la disciplina filosófica, al mismo tiempo que se niega a supeditarse a los cánones occidentales, esforzándose por mostrar que la tradición china nos entrega poderosos recursos heurísticos para pensar una serie de problemas filosóficos. Más aún, en su caso particular, hablar de filosofía comparada y filosofía china no implica ceñirse exclusivamente a los contornos del mundo académico anglosajón. En efecto, aunque la profesora Wang vive y trabaja en Estados Unidos desde hace décadas, nació y se formó inicialmente en China, y hasta el día de hoy cultiva estrechos vínculos con especialistas de la China continental, Hong Kong, Macao y Singapur.
Usted trabaja en la intersección entre estética, traducción y filosofía, ¿cómo se acerca un latinoamericano al Dao desde su propio contexto cultural, pero al mismo tiempo observando las comunalidades con nuestras cosmologías? ¿Cuáles son los principales desafíos que conlleva?
Según Quijano y Dussel, gran parte de la producción de conocimiento en América Latina ha estado condicionada por un eurocentrismo que presupone la universalidad de toda labor teórica, empujando a pensar la región con categorías diseñadas para trayectorias históricas ajenas. Esto genera una situación de disociación: muchos intelectuales latinoamericanos terminan pensando y escribiendo como si su lugar de enunciación fuera idéntico al de Europa o EEUU, perdiendo así contacto con sus propios contextos sociales, culturales y económicos. Según esta perspectiva, pensar desde categorías propias exige cultivar la capacidad de desmontar las jerarquías epistémicas heredadas del canon occidental y de reconocer las condiciones históricas y materiales características de nuestra región, generando así un contexto de pensamiento arraigado en nuestra realidad en vez de disociado de ella.
De este modo, la mejor manera de cultivar una aproximación distintivamente latinoamericana a la filosofía china consiste en hacerlo a partir de problemáticas urgentes de nuestra región, como la desigualdad, la relación con las minorías indígenas y sexuales, y la devastación de nuestros ecosistemas. La desigualdad se mide según el coeficiente de Gini (0 = igualdad perfecta; 1 = desigualdad total) (WID – World Inequality Database) y/o por la razón de Palma (participación del 10% más rico / 40% más pobre) (Our World in Data)—, se hacen visibles en patrones muy concretos de concentración: la CEPAL ha subrayado que, en América Latina, el 10% más rico concentra más de la mitad de la riqueza (54,2%), mientras que el 50% más pobre posee apenas 0,6%. (CEPAL) A ello se suma la crisis climática y socioambiental, que en nuestros países suele tomar la forma de “zonas de sacrificio”: territorios expuestos de manera crónica a contaminación industrial y cargas extractivas, como el caso emblemático de Quintero–Puchuncaví en Chile. (CEPAL) Y en lo que toca a minorías indígenas y sexuales, el problema no es abstracto: la CEPAL estima que en la región viven ~58 millones de personas indígenas (2018), sobrerrepresentadas en la pobreza y con brechas severas en bienestar (por ejemplo, mortalidad infantil aproximadamente el doble) (CEPAL).
De este modo, un especialista latinoamericano que desee acercarse a la tradición china de pensamiento desde su propio contexto puede hacerlo a partir de estas y otras problemáticas urgentes en nuestra región. Tal acercamiento permitiría trazar los contornos de una lectura propia de dicha tradición: una lectura moldeada por nuestras realidades e intereses, que en muchos casos difieren notablemente de los de Estados Unidos y Europa, pero también del propio continente asiático. En ese proceso, el desarrollo de comparaciones entre la tradición china y las tradiciones indígenas resulta quizás una de las formas más sugerentes y prometedoras de producir conocimiento sobre el pensamiento chino desde América Latina. Se trata de un diálogo Sur-Sur muy poco explorado, pese a las numerosas similitudes que existen entre dichas tradiciones. Por ejemplo, el culto a la montaña desempeña un rol central en la vida religiosa tanto de China como de los Andes. Sin embargo, prácticamente no hay estudios dedicados a la exploración de estos paralelismos. Del mismo modo, existen varias otras formas de resonancia entre estas zonas que permanecen aún sin ser estudiadas.
Como ya he sugerido, el gran desafío que enfrentamos a la hora de desarrollar este tipo de interpretaciones es que en general los pensadores latinoamericanos reniegan de su latinoamericanidad, manifestando una predilección por verse a sí mismos como “occidentales”. De hecho, para muchos académicos de nuestra región, siquiera plantear la posibilidad de que no seamos occidentales resulta inverosímil, e incluso irritante. Así las cosas, ¿cómo vamos a desarrollar una aproximación latinoamericana a cualquier cosa, incluyendo el pensamiento chino, si no nos reconocemos como latinoamericanos? Este es un tema en el cual Enrique Dussel y Aníbal Quijano han ahondado, y con justa razón. El hecho es que, en el mejor de los casos, si es cierto que somos occidentales, seríamos poco más que “occidentales de segunda mano”, como bien dice Jorge Gonzáles. A tono con eso, pensando en mis estancias en Europa o EEUU, me cuesta recordar una instancia en la cual un académico o persona culta se haya referido a Chile como un país occidental. Esa idea parece vivir más en nuestras mentes que en las de ellos.
Este evento ha de abordar temas muy amplios, desde tecnología y espiritualidad hasta resonancias y ecología emocional. ¿Por qué el taoísmo ofrece un suelo fértil para estas preocupaciones contemporáneas?
El taoísmo suele presentarse, a modo de fórmula, como una filosofía de la correlación, la relacionalidad o el “pensar en procesos”; pero reducirlo a eso tiende a perder de vista lo que lo vuelve filosóficamente incisivo. En los textos y pensadores taoístas, esas nociones no operan como tesis generales aplicables mecánicamente, sino como invitaciones a desconfiar de los marcos fijos, de las taxonomías definitivas y de las soluciones universales: el dao no es un principio que se posea conceptualmente, sino una vía que se recorre; y las palabras, cuando se endurecen en doctrina, se convierten en obstáculo más que en guía.
Y es que los textos y pensadores taoístas nos invitan a abordar cualquier temática a partir de nociones que escapan a los marcos acostumbrados. Por ejemplo, la idea de que no existen recetas finales ni doctrinas absolutas para lidiar con los problemas que enfrentamos y de que, por tanto, debemos prestar atención ante todo a los contextos específicos en los cuales nos situamos. Así, a la hora de abordar la crisis climática, un o una taoísta tendería a evitar establecer políticas globales (tipo COP20) y más bien nos invitaría a cultivar una sensibilidad hacia la naturaleza que desde ya nos rodea: a escucharla, recorrerla, sentirla, vivirla, olerla, tocarla, etc. Sólo desde esa experiencia y a partir de esa mirada, nos diría, se podría establecer una relación más armónica y respetuosa con nuestro entorno natural. Sin eso, cualquier discurso, política o reglamento no será más que un cascarón vacío.
¿Qué rol juega la traducción para que las filosofías chinas puedan ser recibidas en América Latina?
Juegan un rol fundamental. Recién mencionaba que la filosofía y los estudios religiosos enfocados en China están ya establecidos en Estados Unidos y Europa como disciplinas consolidadas. Pues bien, en gran medida esto ha sido posible gracias a la continua traducción de textos chinos al inglés, un corpus que, de hecho, sigue creciendo día a día. Lamentablemente esto no ha sucedido en nuestra región. Hasta el día de hoy un gran número de obras chinas clásicas permanecen sin ser traducidas o han sido traducidas de manera deficiente, pues carecen de la sensibilidad y experticia necesarias. Más aún, muchas de ellas son retraducciones, es decir, traducciones al castellano de traducciones originalmente publicadas en inglés, francés, alemán, italiano y otras lenguas europeas. Este tipo de traducciones es particularmente problemático por dos grandes razones: 1) están disociadas del texto chino clásico en dos niveles, primero respecto de la lengua europea original y luego respecto de la lengua castellana. Si, como suele decirse, toda traducción es una interpretación, entonces una retraducción es la interpretación en lengua castellana de una interpretación en otra lengua europea del texto chino clásico. 2) Esto genera una dependencia de marcos conceptuales ajenos a nuestra lengua y cultura, en la medida en que la interpretación/traducción del texto queda supeditada a la interpretación realizada por un académico europeo o anglosajón en su propia lengua. De este modo, ese tipo de traducciones perpetúa el eurocentrismo y, al mismo tiempo, imposibilita la realización de nuestras propias interpretaciones del texto chino clásico, las cuales muy probablemente serían diferentes de la lectura inglesa, alemana, etc., de dicho texto.
En ese sentido, es imperioso que comencemos a emprender nuestras propias traducciones de los textos chinos clásicos. Naturalmente, ya se ha trazado un camino al respecto, pero casi exclusivamente de la mano de sinólogos españoles. A modo de ejemplo, y hasta donde yo sé, no existe aún una traducción castellana del Daodejing o Tao Te Ching 道德經 que se haya hecho directamente a partir del texto chino clásico y que sea obra de un especialista latinoamericano. Algunos podrían verse tentados a citar la traducción de Gastón Soublette como una excepción, pero lo cierto es que esta fue realizada a partir de traducciones francesas, no del texto chino original.
¿Por qué el público general, sin formación en filosofía china, debería asistir a este evento? ¿Qué ofrece más allá del debate académico?
El evento ofrece la posibilidad —poco habitual en el contexto chileno— de acercarse a la cultura china desde una primera fuente, no a través de estereotipos, exotizaciones o interpretaciones de segunda mano, sino mediante un contacto directo con marcos conceptuales, sensibilidades y formas de argumentación que se han gestado en su propio suelo histórico. Ese acceso “de primera mano” no es un detalle: tiene reverberaciones en todos los ámbitos imaginables, porque incide en cómo imaginamos la alteridad, cómo formulamos preguntas sobre comunidad, naturaleza y vida cotidiana, y cómo reordenamos nuestras intuiciones más básicas sobre educación, ética, política, arte y convivencia. En esa línea, la participación de Robin Wang es especialmente significativa: su trayectoria le permite presentar —con conocimiento situado y experiencia vivida— algunos fundamentos del pensamiento taoísta desde una perspectiva a la vez china y humanista, capaz de dialogar críticamente con la tradición occidental sin plegarse a sus presupuestos. Contar con una voz así, que habla desde dentro y a la vez traduce sin simplificar, es excepcional en Chile y abre un espacio de encuentro cuyo impacto excede ampliamente lo académico.
Visto así, el evento, más allá de su naturaleza académica, está principalmente diseñado para que el asistente adquiera familiaridad con el pensamiento chino clásico en general y con el pensamiento taoísta en particular a partir de una interacción directa con las fuentes chinas clásicas. En este sentido, funciona como una instancia introductoria a dichas cuestiones. Además, las temáticas que se abordarán son lo suficientemente diversas como para permitir el trasvase de ideas y prácticas hacia ámbitos como el arte, la literatura, las ciencias del clima, la biología y la interculturalidad. Finalmente, se trata de un evento esencialmente transdisciplinario, pues reúne a académicos que abordan el pensamiento taoísta no solo desde la filosofía, sino también desde los estudios religiosos y otras disciplinas afines.
Por último, la actividad contribuye a fortalecer y densificar redes académicas y culturales de carácter Sur–Sur y Sur–Norte. Al propiciar el intercambio sostenido entre especialistas con formaciones diversas y con vínculos a distintas regiones de Asia y América Latina, se favorece una circulación de saberes más plural, menos jerárquica y menos centrada en los cánones anglosajones y europeos. Ello puede traducirse en la incorporación de perspectivas no hegemónicas en ámbitos tan diversos como la investigación, la docencia universitaria, la traducción, la difusión cultural y, eventualmente, el diseño de políticas públicas, contribuyendo así a reconfigurar los modos en que pensamos y practicamos las humanidades en nuestra región.


