La Isla: el bar de amigos que emerge a los pies de las Torres de Tajamar

Para disfrutar de un acogedor momento de relajo, oculto entre moles de cemento citadinas

La Isla: el bar de amigos que emerge a los pies de las Torres de Tajamar

Autor: El Ciudadano

Por Álvaro Bustos Barrera

A los pies de las imponentes Torres de Tajamar, en Providencia #1100 (local 18) se encuentra el Bar La Isla. Un pequeño, pero acogedor lugar que nace en marzo de 2021 de la mano de dos amigos periodistas, Daniela Lagos y Diego González, que quisieron plasmar sus sueños en un negocio que reuniera ciertas características para disfrutar de un momento de relajo, ameno, un espacio donde beber una refrescante cerveza artesanal, un clásico combinado y comer preparaciones sencillas, pero apetitosas y con enjundia, tal como les gusta a ellos.      

Fue así como llegué a este local escondido entre estas verdaderas moles de cemento un caluroso martes de diciembre, previo a las fiestas de fin de año, con la clara idea de conocer algo de su propuesta gastronómica e intercambiar algunas palabras con sus creadores.

El lugar no es para nada pretencioso y su éxito no depende de una decoración lujosa o coloridos cócteles de autor, tan de moda por estos días. Lo que atrae a los comensales de este llamativo rincón en Providencia es precisamente su sencillez, una atención personalizada y cercana, cerca de 10 variedades de cervezas de buena factura, una carta corta, pero a la vez interesante, música oreja y un ambiente relajado, ideal para pasar después del trabajo y compartir entre amigos.  

Debo reconocer que previo a reseñar este negocio me había apersonado un par de días antes para tantear terreno y fisgonear el ir y venir de este bar que cuenta con el beneplácito de un público exigente si de experiencias positivas hablamos. A eso de las 20:00 horas de un jueves llegué a dicho lugar, ingresé al sector de la barra y pregunté si debía anotarme en alguna lista o si era por orden de llegada. Una señorita detrás de la caja pagadora me dijo que debía dejar mi nombre y en breve me llamarían.  

Mientras esperaba dicho llamado, encendí un cigarrillo y alcancé a darle un par de caladas cuando uno de los garzones me indicó que mi espacio estaba disponible. “Acá puede escanear el QR y ver qué desea pedir, pero ojo, no se vende alcohol sin comida”, soltó en tono de advertencia, pero con una leve sonrisa.

Asentí con la cabeza de manera obediente y comencé a bucear en la carta, mientras escuchaba de fondo el tema La Espada y la Pared de Los Tres. Las opciones son principalmente para compartir y pude leer desde mi teléfono alternativas como: camarones al pil pil, alitas de coliflor (veganas), choritos al vino blanco, quesadillas de cebolla y queso azul, chilaquiles, tacos y pejerreyes fritos, entre otras apetitosas elaboraciones.  

En cuanto a los bebestibles, las chelas de barril pueden ser una opción más que válida donde sobresalen variedades de lager, stout, pale ale o las IPA y en la carta digital también están disponibles botellas de sidra de manzana y frambuesa. Mientras que, para los petroleros, hay una interesante gama de destilados de gin nacional, piscos, ron, vodka, tequila y whisky.    

Realicé un leve gesto al garzón y le comenté que mi opción para comenzar sería una cerveza Tamango Corta Corriente (IPA) y unos pejerreyes fritos que, según lo que pude escuchar, son de los más pedidos por los comensales, además de unos tacos de camarón al tamarindo salteado, piña dorada y choclo peruano en salsa de tomate asado y cebolla morada, en tortilla de maíz.  

Mientras esperaba mi bebestible y disfrutaba de la inesperada brisa que se forma en entre los edificios, me di el tiempo de seguir observando la terraza y, a su vez, el ir y venir de quienes son los encargados de llevar los pedidos a las mesas. La organización y coordinación entre los garzones y la cocina es un punto para destacar. Cada orden no demora más de 15 minutos, lo que se agradece si las tripas resuenan como suplicando un bocado de comida.  

Breves minutos pasaron para tener frente a mí la birra artesanal y mis opciones para comer. Los pejerreyes fritos con salsa tártara y cilantro a mi parecer son todo un acierto en cantidad, crocancia y sabor, mientras que los tacos con camarón resultan ser un buen platillo para compartir. La conjunción de cada elemento junto a la salsa de ají amarillo logra completar una elaboración bien ejecutada.  

Luego de disfrutar lo que me permití probar, busqué la oportunidad de intercambiar algunas palabras con Daniela Lagos, una de las socias del local, quien no paraba de pinchar cervezas detrás de la vetusta barra en el interior.  

La propuesta en cocina, hoy en manos de Priscila Jaramillo, intenta ofrecer al público preparaciones sencillas, pero a la vez sabrosas. “Siempre quisimos tener en la carta platos que nos gustaran a nosotros. Si bien al principio partimos con cosas típicas como papas fritas, tacos y quesadillas, con el tiempo fuimos agregando otras opciones que, por fortuna, han sido del gusto de la gente”, comenta Daniela.  

La noche ya se hizo presente y aún queda espacio para un traguito, por lo que estiro mi brazo para llamar la atención de quien atendió mi mesa y pedirle un negroni. En un abrir y cerrar de ojos llegó mi bebestible de origen italiano, pero de fama mundial en el mundo entero, incluyendo Chilito.    

El Bar La Isla de Providencia, destaca y entrega una propuesta que se agradece en simpleza y una carta bien ejecutada, sumado a una coctelería clásica y cervezas locales. Si a eso le agregamos un ambiente acogedor y buenos precios, lo demás es un plus. Acá, todo el mundo está incluido y como reza el cartel que está pegado en la puerta de entrada, no hay lugar para ideologías como el fascismo, machismo, sexismo, racismo, odio, fobia, violencia, transfobia e intolerancia.

Evaluación: Muy bueno


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