De la palabra usurpada a la palabra recuperada: Una crónica sobre medios, poder y la lucha por el relato en Chile y el Mundo actual

La historia de los medios de comunicación en Chile es un espejo fiel de la disputa por el poder y la narrativa nacional

De la palabra usurpada a la palabra recuperada: Una crónica sobre medios, poder y la lucha por el relato en Chile y el Mundo actual

Autor: Director

La historia de los medios de comunicación en Chile es un espejo fiel de la disputa por el poder y la narrativa nacional. En el pasado, el espectro estaba dominado por un puñado de actores que concentraban, como un monopolio, la atención pública y la influencia. “El mercurio” de la opinión y la información corría por canales predecibles y controlados. Sin embargo, ese panorama ha cambiado, no hacia una democratización plena, sino hacia una fragmentación compleja y desigual que si no se aborda desde el espacio comunal hacia el nacional, el centralismo de Santiago, el de los corazones financieros de los territorios y el mundo, centros de poder y agenda,  simplemente eclipsará la emancipación narrativa de los pueblos y su destino local.

I. El Nuevo Tablero

El avisaje estatal, en disputa, abrió leves fisuras, pero por sobre todo las nuevas tecnologías  permitieron el surgimiento de nuevos medios. Junto a los consorcios tradicionales que mantienen su poder -el grupo Edwards, el pool de medios de Álvaro Saieh, y los que perduran de otros imperios mediáticos-, ahora operan fuerzas adicionales.

Se trata de trasnacionales de la comunicación funcionando bajo la lógica de redes sociales o mensajería instantánea que al ser de carácter privado tiene reglas del juego que son modificadas constantemente sin consenso ciudadano alguno y donde el algoritmo se mueve según intereses que, en algunas ocasiones, no son los de la misma comunidad, si no de algún grupo de acción económica o político que interviene y selecciona contenidos, incluso puede caer en el uso de desinformación para sus objetivos.

La derecha ha desarrollado una red dual en las comunicaciones,  medios especializados de alta influencia que funcionan como pasarelas de pago para élites políticas y económicas, y una constelación de redes digitales, donde algunas  pese a su baja calidad, distribuyen desinformación a gran escala o bien levantan destellos luminosos distractores. Nos llevan «volada» en recursos y alcance pagado. 

Frente a esto, emerge con fuerza la idea del potenciamiento y rearticulación de medios ciudadanos y comunales, aquellos orgánicos de una corriente que rescata el espíritu de Luis Emilio Recabarren: la imprenta al servicio de los pueblos, de las y los trabajadores de Chile para plasmar sus pensamientos, anhelos y agendas de mejora local en el papel, forjando un acuerdo social desde las bases contando la historia bajo prisma ciudadano y ser social comunal. 

Esta es una lucha por recuperar la palabra. Es evitar el nuevo rapto de Gutemberg en la era digital y lograr el  fortalecimiento del ser gregario, cultivar nuestra tradición oral como pueblos reunidos,  y su  registro en acuerdos plasmados en papel y todo soporte posible para la reafirmación de nuestro ser social.

Esta lucha no es solo por las ondas hertzianas o el papel impreso o la construcción de ecosistema digital comunal conectado en plataforma nacional para nuestra mejor información, contribución,  servicios y pagos. Es una lucha idéntica a la que libran los territorios por sus recursos vitales. Se da en un contexto de abandono histórico del Estado, que tras haber vendido o concesionado gran parte del patrimonio común entre amigos y socios políticos, aplicó la misma lógica a la comunicación,  pues no le convino una ciudadanía informada, sino un negocio rentable. Así, la voz del pueblo fue usurpada como un manantial, de la misma manera que se privatizaron las cuencas hídricas, arrebatándonos de cordillera a mar la soberanía sobre lo esencial incluida la generación eléctrica. 

Tierra, agua y libertad una triada que el neoliberalismo busco borrar como el alzheimer nuestra memoria.

Una pregunta fundamental es: ¿cuándo pasarán los territorios y sus pueblos a recuperar su acción comunicativa por la defensa del territorio siendo los verdaderos guardianes del agua, de la vida y de una economía de abundancia basada en algunos bienes comunes que den la soberanía energética, alimentaria  y el entregar valor agregado en suelo local a las materias primas no para un individuo si no para sistemas cooperativos.

El diálogo social  impulsado por la acción de comunicación social local encara en cualquier adversidad los intereses de corporaciones oligárquicas país y de potencias de imperios extranacionales como el inglés y el alemán que junto a Estados Unidos con una Italia Meloniana de la antigua Roma, se cuadran en  una  configuración de un Chile y una latinoamérica en etapa de neocolonización.

Estamos del otro lado definitivamente y llámenos comunistas, anarquistas, socialistas o como les plazca. Pero  velamos por los intereses de muchos más que de alguien en particular y si hay particulares entre nuestras filas a quienes rendimos con disciplina es porque se ganaron su lugar con trayectoria al saber servir.

Es muy distinta una cultura donde los unos nos servimos a los otros de manera recíproca que una que busca el superhombre que supera a todos los demás e incluso llega a la violencia o el uso del crimen para sus objetivos. 

Veremos con el paso del tiempo qué naciones son  las que cumplen en Chile y el mundo la  promesa de industrialización de los países y que  podrían marcar diferencia, en momentos que  regresan por nuestros bienes comunes, frente a un pueblo que esperamos empieza  a recordar que la imprenta comunal es un artefacto más milenario y legítimo que los nombres de muchos Estados modernos. 

El fortalecer nuestra conciencia latininoamericanista y parte del Sur Global, es otro esfuerzo clave. El relato del hegemón ha tratado de invisibilizar y tergiversar nuestros anhelos.

Y nos podemos desatender la atrocidad y la injusticia que subyace al genocidio en la Palestina ocupada por Israel, un drama humano sin solución por una extraña incapacidad de reacción política y diplomática incluso dentro del mismo Israel que debiese abrir tribunales como los de Nuremberg.

Si hay alguien que requiere  un cambio de régimen y juicio internacional a su dictador es Israel y no una Venezuela asediada por el anglo imperio históricamente, luego también Estados Unidos y  la sed de petróleo, su oro recursos  recursos naturales. 

Si somos capaces de recuperar la palabra y memoria histórica desde los espacios locales y fortalecer un ecosistema de medios digitales  para nuestra incidencia y defensa internacional como pueblos,  más allá de toda frontera habremos triunfado llevando bandera de un cambio social profundo a inicios de un nuevo milenio.

II. El Nexo Ideológico: Sionismo político, guerra y la Internacional de la Ultraderecha

Para comprender la máquina de guerra moderna, es ineludible analizar el papel del sionismo político como ideología de ocupación y desplazamiento, y su conexión simbiótica con la internacional de la ultraderecha en construcción expansiva. 

Este nexo proporciona un marco narrativo y un proyecto geopolítico común de coordinación internacional, en  la defensa de un nacionalismo excluyente, la militarización de las fronteras y la justificación de la violencia estatal  como herramienta de dominio e incluso la guerra.

Un prototipo que se aleja del diálogo social y del reconocimiento de espacios como plurinacionales de diálogo y respeto entre culturas, y que más bien asumen políticas anti inmigrantes.

Los ejemplos son elocuentes y dibujan un mapa global coordinado:

Javier Milei en Argentina, quien traslada su adhesión ideológica al sionismo político a un alineamiento incondicional con la agenda exterior de Israel y Estados Unidos, al tiempo que impulsa un proyecto de desmantelamiento interno violento.

José Antonio Kast en Chile, cuyo apoyo activo a Israel y cuyos vínculos con la derecha republicana de Trump y con sectores europeos reaccionarios, lo posicionan como un eslabón local de esta red, promoviendo un bloqueo político-cultural a cualquier avance comunitario y sobre todo si este se define como antifascista.

Donald Trump en Estados Unidos, cuyo reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y cuyas políticas antiinmigración y de law & order, representan la versión norteamericana de este paquete ideológico, un nacionalismo cristiano-sionista aliado con el capital más depredador. Y que incluso a querido promover al los movimientos antifascista como terroristas. 

Benjamin Netanyahu en Israel, como arquitecto central del sionismo político de asentamiento y seguridad militarizada, cuya alianza con gobiernos de ultraderecha en Europa y América Latina ha sido explícita. Su gobierno no solo ha normalizado la ocupación, sino que ha exportado un modelo de “seguridad nacional” basado en vigilancia, control demográfico y desplazamiento, adoptado como referencia por movimientos similares en Occidente.

Volodymir Zelensky en Ucrania, cuya defensa nacional frente a la invasión rusa ha sido instrumentalizada por este bloque ideológico para reforzar narrativas de soberanía excluyente, nacionalismo étnico y militarización permanente. Su alineación con gobiernos de derecha radical en Polonia, Hungría e Italia, y su recepción de apoyo incondicional de figuras como Trump y Meloni, lo sitúan en un cruce geopolítico donde la causa de la autodefensa se entrelaza con agendas de rearme global y consolidación de bloques civilizacionales.

Viktor Orbán (Hungría): Es el arquitecto teórico y práctico de la “democracia iliberal”, promoviendo la conspiración del “gran reemplazo” y manteniendo una alianza cínica y estratégica con Netanyahu que le sirve de escudo contra acusaciones de antisemitismo, mientras fortalece un estado autocrático basado en la homogeneidad étnico-cristiana.

Nicolas Sarkozy en Francia, cuya presidencia anticipó el giro hacia un nacionalismo identitario proisraelí y antiinmigrante. Empleado de Rothschild allanando el camino para fuerzas aún más radicales como Marine Le Pen y Eric Zemmour. Su retórica de “seguridad” y asimilación republicana excluyente encaja en el modelo de Estado fuerte y fronteras duras que este eje promueve, llevando a Europa y el mundo a una  carrera armamentística con la que lucra.

Giorgia Meloni en Italia, líder de la ultraderecha posfascista, cuyo gobierno combina un nacionalismo católico tradicionalista con un apoyo inquebrantable a la política israelí de Netanyahu y una agenda europea de restricción migratoria y defensa de la “civilización occidental”. Meloni ejemplifica la internacional de derechas en su versión contemporánea: pro-OTAN, antiglobalista en lo social y alineada con el sionismo político como bastión contra el islam y la izquierda.

Incluso una potencia como Rusia se ve atrapada en esta contradicción. Aunque su política exterior es compleja, alberga en sus élites una significativa influencia de oligarcas y lobbies de ideología sionista, lo que genera una tensión interna y una ambigüedad en su posición, demostrando cómo esta ideología trasciende bloques geopolíticos tradicionales. Esta alianza táctica sirve, en última instancia, para blindar el actuar criminal bajo la bandera de la «autodefensa» o la «soberanía», ya sea en Palestina, Ucrania o en la represión interna de cualquier pueblo que reclame dignidad.

III-La máquina criminal a desmontar: corrupción sistémica y el doble rasero

Este sistema de usurpación, abandono y guerra es la máquina criminal que debemos desmontar como humanidad en su conjunto. Una máquina que no solo corrompió el poder legislativo en Chile, sino que también penetró la Justicia y los aparatos del Estado, los cuales han sido concesionados para otorgar favores a algunos “exclusivos”   habitantes, en el caso de Chile, de  comunas como Vitacura y Las Condes, y al gran capital en paraísos fiscales, principados como Lichenstein  en una construcción altamente segregada de la sociedad. 

Favores que las nuevas generaciones ni sueñan, mientras a algunos se les buscará exonerar de contribuciones por una primera vivienda, miles permanecen sin techo en listas de espera infinitas, en vez de activarse un poder constructor comunal, asociativo y comunitario en base al pago de las contribuciones de todos los ciudadanos de cada comuna.

Un aporte por vivienda de  acuerdo a sus ingresos, con auditoría ciudadana estricta por tratarse de caudales públicos.

Es aquí donde la ética se vuelve política y acción directa para la transformación social desde la comunicación al menos desde la recuperación de la palabra para su posterior articulación.

Un lugar donde  el mandamiento «no matarás» y el verdadero espíritu de la paz que debe estar presente en el día a día y no solo en Navidad, exigen desactivar esta maquinaria de asesinos materiales y económicos impunes. La guerra que hay que detener es la que se libra diariamente contra los pueblos a través del despojo y la desigualdad estructurada.

Una desigualdad estructurada cómoda donde tipos  como Axel Kaiser señala  que se debiese hacer un país a parte para los comunistas en Chile, un apartheid y más encima el muy cara dura señala pues se debe a que “nos quieren robar todo”. 

Pero este personaje de ficción  no se pregunta quiénes fueron realmente quiénes se robaron ríos o los tomaron para sí, quienes se quedaron con las empresas públicas, con el trabajo de la gente y su vida por darle una pala, una picota , ni menos se pregunta cuántas miles de hectáreas se recibieron por parte del Estado sin mérito alguno más en algunos casos que el ser un inmigrante.

IV. Hacia una Internacional de la Prensa de los Pueblos: Una propuesta concreta

Frente a este desmantelamiento global, el modelo de comunicación alternativo debe ser radical y también global en su solidaridad. Desde lo hiperlocal, comunal, lo glocal. Imaginemos una ley que financie un medio oficial en cada comuna, un periódico local en blanco y negro, austero pero esencial.

Y si no lo financia una ley, pues lo financian los pueblos dispuestos a transitar de la palabra usurpada a la palabra recuperada.

Su sostenibilidad podría venir de las familias aportantes de la comuna, de un impuesto específico, de una señal en video en internet  o de una internacional de periodistas y editores, una «Internacional de la Prensa y los Pueblos», una red solidaria global que sea el contrapeso democrático a la internacional de la ultraderecha y cadenas de medios anclada a una rancia oligarquía militarista, guerrerista. 

Una red de medios que provea seguro sostén y conectividad a los medios comunitarios bajo asedio. Esto es la antítesis del Estado abandonador y del proyecto sionista de ocupación,  es la construcción de un nuevo común basado en la palabra verdadera y la cooperación de abajo a arriba hasta hacer las voces ciudadanas clamor popular y no populismo de aquellos que juegan con el miedo y el schock de la sociedad recambiando el sistema financiero internacional con guerra.

V. El Contexto Global: La guerra, los recursos y la fuga de capitales

Esta lucha es local y global. El litio chileno, vendido a precio de regalo, es un botín que alimenta la misma lógica extractivista que financia guerras y apartheid. La fuga de capitales de la derecha económica chilena ante el  avance de ideas colectivas, ha sido una constatación del cómo operan cuando las élites buscan desangrar naciones operando en esta red transnacional. Esos capitales, cómplices de un saqueo que alimenta conflictos globales, deben ser restituidos y sus responsables, juzgados por alimentar lo peor de la humanidad:  la guerra.

Como conclusión me gustaría señalar,  la urgencia del fortalecimiento de nuestro relato colectivo contra el fascismo global y su nexo bélico.

Confiamos en que el relato colectivo de los pueblos de Chile y América Latina, unido, será más sabio y poderoso. 

Debemos enfrentar no un fenómeno aislado, sino al fascismo internacional y su nexo con el proyecto sionista de ocupación, que busca instalar un mundo de murallas visibles e “invisibles”, materiales y digitales, guerras permanentes y despojo. Una lucha contra sus políticas expansivas y guerras por recursos naturales han desatando olas migratorias por el mundo que después buscan condenar.

Esa será  la desactivación de la máquina criminal, su reprogramación para la paz a la que nos enfrentamos como humanidad en su conjunto, primero develando desde la palabra, y recordando que la etimología de Apocalipsis, es descorrer el velo.

Que Peter Thiel y otros no nos vengan con el advenimiento de algo terrible. Pues si el anticristo -que, según proclaman, viene antes de Cristo- y tanto le temen ha de engañarnos, lo hará presentándose como algo bueno para la gran mayoría y  que resultará hecho de justicia para quienes se creen los elegidos.

Su libertad que tanto defienden no puede ser la libertad de hacer guerra y apoyar el genocidio de Israel. Mantener  tras el fin de  la segunda guerra mundial por décadas un portaviones con desarrollo nuclear en medio Oriente en medio de Europa otro portaaviones como lo es  Rammstein para el despegue de operaciones asesinas a medio oriente sin cesar, es  algo que debe terminar en nuestra presente década si lo que queremos es construir un arco glocal de paz y seguridad mundial para las presentes y futuras generaciones.

Otro mundo es posible y llegamos para construirlo,  verlo nacer desde nuestras letras a la materialización con comunicación y acción para una transformación social comunitaria donde radio, televisión, papel y web como las más diversas disciplinas artísticas se hacen manifiestas creacionistas, soberanas, empoderadas haciendo gala de la memoria histórica, para un presente sólido y futuro próspero. 

Por Bruno Sommer


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