La crudeza del Sotero del Río, espejo de la salud en Chile

Debo aclarar al lector/lectora que esta nota nace de una experiencia cercana con el frío e inescrutable sistema público de salud criollo

La crudeza del Sotero del Río, espejo de la salud en Chile

Autor: Jose Robredo

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Debo aclarar al lector/lectora que esta nota nace de una experiencia cercana con el frío e inescrutable sistema público de salud criollo.

Por esos cruces que tenemos en la vida, tuve que convivir cinco días en el hospital Sotero del Río, cuyas vetustas instalaciones tienen por misión estar disponibles para responder a las necesidades de una población de un poco más de un millón de habitantes (considerando que debe “cubrir” a las comunas de Puente Alto, Pirque y San José de Maipo). Para pesar de los usuarios de este servicio, la respuesta es negativa.

Pasillos oscuros y ambiente gélido, medios de atención precarios son parte de la escenografía con la que pacientes y familiares se encuentran al llegar a atenderse a este verdadero dinosaurio. A eso hay que agregar las exiguas condiciones de trabajo a la que los funcionarios deben enfrentarse diariamente: falta de personal, escasez de herramientas de trabajo y, no podía faltar, el irrespeto de entidad estatal por la legislación laboral, considerando que casi el 80% de los funcionarios se encuentran bajo el régimen de honorarios por más del tiempo que la ley permite.

¿En qué se traduce todo esto? Cada día una especie de guerrilla entre los pacientes y los funcionarios se toma los pasillos reverberantes de este hospital, emblema del desprecio por los derechos ciudadanos. Finalmente, un punto a considerar en la vigilia eterna que significa esperar saber cómo evoluciona el paciente.

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El Sotero del Río es entonces la expresión, quizás, más cruda de un sistema de salud que se encuentra en pedazos, por el desarrollo de políticas públicas que apuntan a la privatización de lo que hoy se entiende como un “servicio” y no como un “derecho”, siendo representación de la dicotomía abusadores versus ciudadanos. Es la encarnación de cómo los ciudadanos se encuentran en total desprotección por parte del Estado, que se desliga de sus responsabilidades y le entrega en bandeja el alimento al sector privado.

Y ojo que esto no busca ponernos en la situación de que aquí “los más pobres son los que sufren” – que por cierto lo son – sino que es una sociedad que se encuentra asumida, casi derrotada, ante la actual situación de nuestro derruido sistema de salud pública.

Por eso, no son contradictorias las acciones del ministerio de Hacienda respecto del presupuesto de Salud para el año 2016. Los recortes que impedirían el cumplimiento de la promesa de construcción de 20 hospitales para 2018 no es más que el reflejo de un modelo que impulsa al Estado a incumplir con su responsabilidad de garantizar derechos. El vaivén permanente, el sometimiento a los poderes económicos hace que los administradores del poder político, y defensores de esta “democracia”, pongan a los ciudadanos a merced de un sistema decrepito, sin pilares capaces de sostenerlo.

¿Solución al problema? En manos de los bloques tradicionales no se encuentra, en tiempos de colusión ellos son los primeros en la lista; entonces, para todos aquellos que se sientan con el ánimo y la voluntad de avanzar en una alternativa donde el protagonismo ciudadano sea la clave, donde la lógica no sea subsidiar ganancias sino que garantizar derechos, y – principalmente – entrar en la disputa, seriamente, del poder.

El resto de los caminos, se encuentran cerrados a resguardar nuestra salud.


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