Lauryn estaba en un estado grave de desnutrición. Había dejado de comer y su peso era el que tenía cuando era sólo una niña. La anorexia no la dejaba percibir su cuerpo tal como era, no entendía que sufría una enfermedad; así continuó hasta que las cosas llegaron a un límite. Los compañeros de gimnasio se dieron cuenta de su situación y decidieron hacer algo para ayudarla. Un día se quedaron en el estacionamiento para hablar con ella cuando llegara. Le expresaron sus sentimientos y ella accedió a ir al doctor. Eso le salvó la vida.
Si no hubiera sido por el grupo de desconocidos, Lauryn quizás habría muerto…
Esto demuestra que siempre es mejor actuar en estas situaciones. El dejar a las personas desvalidas “a su propia suerte” puede tener terribles consecuencias.