Cuentos Ciudadanos: «Dr. Jürgen» de Florencia Edwards

Florencia Edwards (Santiago, 1987) escribe poesía, cuentos, y trabaja en la empresa de Neurociencia Backyard Brains

Por Francisco Ide

14/02/2017

Publicado en

Artes / Cuentos

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Florencia Edwards (Santiago, 1987) escribe poesía, cuentos, y trabaja en la empresa de Neurociencia Backyard Brains. Sus libros de poemas se han publicado en ediciones limitadas y son un secreto muy valorado por quienes han tenido acceso a ellos. El primer poemario que publicó se titula “Queso derretido” y hoy es imposible de encontrar. Su segundo poemario “Ya no van a haber robots: aventuras de motel”, lo publicó en 2010 y recién el año 2016 comenzó a circular de manera subterránea, siendo muy aplaudido por sus lectores, quienes lo definieron como «un tesoro del under». Este año  el sello editorial Saposcat publicará su libro de relatos “Historias de Terror para niños”. Algunos cuentos de este libro fueron publicados previamente en Francia, traducidos y bajo el título “Hitler in love”.

En nuestra muestra de Cuentos Ciudadanos los dejamos con “Dr. Jürgen”, un perturbador cuento que se incluirá en el volumen que la autora publicará este año.

«Dr. Jürgen»

Un día, dos hermanos fueron caminando a una casa abandonada. Adentro de esa casa nadie los podría ver. El niño se acercó a su hermana y le propuso que se mostraran un secreto. Él se bajó los pantalones.

Ahora tú –le dijo–. Súbete el vestido y bájate los calzones.

Ella salió corriendo.

Sin darse cuenta, entró a un salón de baile y escuchó ruidos en la pared. Fue a buscar a su hermano.

Vámonos, vámonos: hay algo.

¿Dónde?

Hay unos ruidos, apúrate

Yo no escucho nada.

Salieron corriendo y el niño vio que su hermana tenía el ojo izquierdo cerrado. No lo podía abrir.

Cuando llegaron a su casa, Pedro acusó a Anabel.

Mamá, mamá. Anabel tiene algo en el ojo

La madre vio a Anabel y la tomó del brazo:

Dónde han estado? Mira tus manos todas sucias, ven, pásamelas. Vamos a ir a un doctor especial, un doctor nuevo para que te vea el ojo.

El doctor era un médico alemán con métodos revolucionarios para diagnosticar animales y humanos. Detrás de su clínica tenía un laboratorio de experimentos, lo que hizo pensar a la madre de Anabel que él podría curar cualquier enfermedad desconocida.

La primera semana el doctor Jürgen mantuvo a Anabel bajo observación. Anabel le preguntó:

¿Qué vas a hacer conmigo?

Primero te voy a sacar unas fotografías con una cámara especial. Mira, como éstas.

L0033540 Observations on Marie-Louise F.... Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk http://wellcomeimages.org Psycho-sensorial phenomenon caused on Marie-Louise F...during cataleptic state by mechanical stimulation of the muscles  Fig. 1 - The patient awake Fig. 2 - Stimulation of the corner of the patients' lips by pressing with a glass stick Fig. 3 - Stimulation of the auricular area of the patient's right ear Fig. 4 - Stimulation of the lateral area of the patient's forehead Photogravure Lecons Cliniques sur L'Hysterie et L'Hypnotisme Albert Pitres Published: 1891 Copyrighted work available under Creative Commons Attribution only licence CC BY 4.0 http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

No me gustan esos camisones. ¿Puede sacármelas con mi ropa?

Sí. De hecho tengo este armario con ropa. Como sólo tienes lo que trajiste, puedes elegir abrigos, sombreros, faldas. Pertenecían a grandes señoras, señoras aristócratas que las donaron al laboratorio.

La niña se acercó al armario y sacó un vestido a cuadros.

¿Puedo ponerme éste?

Claro, ven.

El doctor Jürguen la ayudó a desvestirse. Le dijo que levantara los brazos y le sacó el vestido blanco que tenía puesto.

Anabel, ese hermano tuyo que vino acá era bien parecido a ti: ¿son gemelos?

Le puso el vestido a cuadros y amarró la cinta que tenía en su espalda.

Ponte aquí, al lado de esta silla.

Le sacó fotografías que demostraban que tenía una ptosis o caída del párpado en el ojo derecho. La segunda semana, en cambio, la ptosis había cambiado misteriosamente al ojo izquierdo:

ptosis

La tercera semana empezó el tratamiento. Durante este tiempo el doctor mantuvo a Anabel dormida. Le puso  diamantes por dentro de los párpados. Cuando los sacó, los diamantes estaban con sangre y la ptosis seguía intacta. El doctor al mirarla sintió náuseas: vomitó.

De repente, como una revelación se dio cuenta de la única forma de sanarla. La puso en la camilla y la llevó al quirófano. La anestesió y lentamente con un bisturí separó el cuello y la cabeza de todo el resto del cuerpo. La niña murió en el acto.

El doctor Jürguen se puso de rodillas al lado de la camilla. No entendía  qué no había funcionado. El párpado del ojo izquierdo seguía caído. Alterado por lo que había pasado, cosió la cabeza de la niña a su cuerpo. Fue a una cabina telefónica y llamó a la madre de Anabel. Cuando la operadora lo comunicó, dijo tartamudeando:

Señora, necesito que venga en seguida. Tiene que ver algo que encontré en Anabel.

Tres horas después la madre llegó preocupada con Pedro de la mano. No se quiso quedar en la casa, quería ver a su hermana. El doctor la estaba esperando afuera.

Hola doctor. ¿Para qué me llamó? ¿Algo le ha pasado a Anabel?

Sígame.

Llevó a la madre y a Pedro a su quirófano. Anabel estaba acostada en la camilla con un camisón blanco y puntos alrededor del cuello.

Como pueden ver, ella está anestesiada, no le ha pasado nada. Por ahora no he podido encontrar la cura a su párpado caído, o como se dice en términos médicos, a su ptosis, pero encontré daños interesantes en el cuello. Por eso está cocido ahora. ¿Usted, señora, sabe algo de esto? ¿Sabe si ella se cayó o si alguien le hizo daño?

No, no, yo nunca vi las marcas en el cuello, doctor, le prometo. ¿Pedro, tú sabes algo de esto? ¡Contesta!

No, mamá, te juro, estábamos jugando nomás. Ella ni siquiera se cayó.

Cálmense, por favor, cálmense, no es grave. Probablemente fueron heridas que se hizo jugando, pero queríamos asegurarnos de ello, de que no fuera maltrato. Pueden ser también unos bichos carnívoros que le hayan carcomido el cuello por dentro y que le estén dañando también funcionalidad a los párpados.

La madre miró fijo al doctor, en silencio.

Pero doctor, ¿eso se puede sanar?

Sí. De lo contrario, no lo mencionaría. Eso haré de inmediato. Ahora despídanse de Anabel, que tengo que trabajar. Ella los puede escuchar, aunque esté anestesiada.

Pedro se acercó a Anabel. Le dio un beso y le dijo al oído que le entregaría su secreto de regalo. Puso en la mano de su hermana un dibujo de él sin ropa, que estaba doblado en forma de sobre y, adentro, la punta de una zanahoria.

La madre le hizo cariño en el pelo a Anabel. Tomó a Pedro y se fue en su carro. Cuando llegaron, Pedro cruzó corriendo la calle hacia la casa abandonada, la cerró con llave por afuera y tiró la llave lejos.

El doctor Jürguen tomó unos frascos con sustancias de color calipso y se puso a mezclar el antídoto contra insectos carnívoros. Pasó así toda la noche.

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