La estrella pop confrontó a la Casa Blanca luego de que utilizaran uno de sus éxitos para musicalizar detenciones migratorias.
La polémica se desató a inicios de diciembre, cuando la cuenta oficial de la Casa Blanca difundió un video de que mostraba a agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) arrestando a varias personas, utilizando como fondo la canción Juno de Sabrina Carpenter. La artista reaccionó de manera enfática, exigiendo que no se le involucre a ella ni a su arte.
La cantante, al replicar la publicación, señaló que “este video es malvado y repugnante. Nunca me involucres ni a mí, ni a mi música para beneficiar tu agenda inhumana”. Su mensaje rápidamente ganó millones de interacciones, lo que obligó a la administración de Trump responder oficialmente.
La Casa Blanca no solo evitó pedir disculpas por el uso no autorizado del tema, sino que arremetió con descalificaciones contra la artista, preguntando si era «estúpida o lenta» —imitando su canción— por defender a quienes ellos consideraban «peligrosos asesinos ilegales».
El episodio de Carpenter se suma a una lista de reclamos de otros artistas que han visto su música apropiada por la administración, por ejemplo, Olivia Rodrigo, quien hace unas semanas exigió que no se usaran sus canciones para promover lo que calificó como «propaganda racista y de odio».
Sin embargo, esta situación va más allá del pop, ya que hace unos meses, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) generó una controversia similar al lanzar un video que comparaba las redadas migratorias con la caza de Pokémon, usando la música y el lema “Hay que atraparlos a todos”.
Es importante destacar que, aunque Nintendo no haya hecho una declaración directa al respecto, la empresa The Pokémon Company sí se desligó del montaje, aclarando que no autorizó el uso de su propiedad intelectual.
La reacción de Sabrina Carpenter, respaldada por millones de seguidores, destaca la creciente tensión entre la cultura pop y las políticas de la administración de Donald Trump, usando las redes sociales como una herramienta para trazar un límite moral y amplificar el debate sobre los derechos de autor y la propaganda política.

