Proveniente del circuito del under literario en Argentina, Bernabé De Vinsenci (1993) anotó la publicación de su segundo trabajo en Chile, editado esta vez por Ediciones Askasis con el volumen “Este infierno también temerás”, una serie de cuentos “circulares” según comentó el mismo autor a El Ciudadano.
En tres preguntas, indagamos con Bernabé sobre esta nueva publicación en canchas chilenas, que se suma a “Velando por los esquizofrénicos”, publicado en 2019 por Ediciones Periféricas de Valparaíso.
–¿Cómo es que un escritor independiente argentino logra como tú publicar libros en otro país? Esta es ya tu segunda edición en Chile.
-Yo vengo de las FLIAS (ferias del libro independiente y autogestivas), nací ahí y empecé a publicar desde esos espacios. Básicamente no me considero escritor, creo que tengo algunas taras para escribir y más obsesión por leer, y entiéndase que leer no dota de inteligencia, lo que sí dota es de una irrupción con la realidad. Ese lado me resulta más potente que escribir. Pero la exigencia de una cosa arrastra a la otra.
Por otro lado, sí creo y disfruto armar libritos con lo que voy recopilando de mis escritos. Desde ese lugar -ahora no tanto- publiqué en distintas revistas y una de ellas fue Cavila, con la que pude hacer nexo con Ediciones Periféricas. Creo que hay un nexo de entendimiento del que escribe con el que lee, y así supongo que fue la primera edición de Velando por los esquizofrénicos que son relatos que se prestan a una novela, a una novela terrorífica, como dijo alguna vez Priscila Cajales. Por otro lado, yo venía trabajando un libro en un taller, en el medio con problemas de alcohol, casi saliendo, la cabeza en cortocicuto, abombada, las neuronas empastadas, y un año de corrección me llevó También este infierno temerás que editó en Argentina Casagrande Editorial. Un libro que no tuvo nada de repercusión, ni buenas ni malas, ni a favor ni en contra.
Entonces yo conocía la Editorial Askasis y les escribí y me dieron el sí. Tal vez noto que en Chile hay un bando más de la militancia del libro, como lo es Periféricas y Askasis, y que yo me incluyo (eso de llevar siempre un libro, propio o para leer), y otro grupo reducido un poco más academicista. Pero sobre todo un poco ya hinchado las bolas de que Bolaño, en Chile y acá, opaque lo que va armándose en el país limítrofe, desde la resistencia, desde lugares periféricos, desde las distribuciones chicas. En fin, me considero un lector obsesivo que le gusta publicar borradores, además de un lector que vive en el interior de Buenos Aires, de provincia, pero que no estila o intenta estilar lo provinciano más que en sus cristalizaciones de la vida pueblerina tranquila, de los lugares que quedan cerca y de la flora.
–En este libro, ¿cómo se vive el infierno? ¿Podríamos hablar de lo fantástico o lo extraño como género literario, o es algo más abstracto?
-Lo que me propuse en También este infierno temerás fue la lógica del cuento circular donde la trama se afecta por un conflicto o varios. Es decir, me propuse lo que se dice hoy que no hay que hacer. En nuestro país bulle la idea de relato, algo que me parece genial y que también podría extraerse de un diario íntimo porque en el relato cabe bien la idea de sinestesia. Lo que me molesta es que se anule la idea de cuento.
Es cierto, el cuento no tiene los matices del relato, muchas veces aparece el narrador omnisciente, no hay afinidad emotiva con el lector. Pero eso no quita que el género pueda seguir funcionando. Yo me basé en esa idea del cuento circular, intenté eso. Me inspiré en algunas ideas que yo más que ideas las llamo alucinaciones. Me parece que idear con alucinar no se diferencian en mucho. La idea de la creencia, la idea de la imagen nítida, la idea obsesiva es una idea y un modo de alucinar.
En el libro aparecen elementos de provincia, sí, pero bajo los efectos por ejemplo de la ciencia ficción o del fantasy, como el cuento más largo del libro. Hay una idea subyacente de escritura loca, pero prefiero adjetivarla como de fantástica, extraña no en estado puro, claro, porque la realidad, lo cotidiano no se borra, aparece. ¿Hice las cosas mal?, me pregunto ahora. Tal vez. Yo me propuse un tipo de libro: trabajar el cuento. ¿Funcionó? No sé. Pero venía de escribir relatos y me propuse hacer algo más esquemático, desde la lógica. Algunos son flojos, otros no tanto.
Con respecto al infierno, como te decía más arriba, estaba un poco abombado por la ingesta de alcohol, con la mitad de la lucidez que tengo ahora. Básicamente estaba pasando un momento de mierda, donde no anclaba con la realidad desde lo vivible sino de lo infernal. Y eso me llevó doble tiempo, doble esfuerzo y un sacrificio terrible. Por eso: se me escapa que el libro haya llegado a su fin. No sé. No puedo juzgarme, la verdad. Sí me interesa qué le pasa al lector. Si es que le pasa algo.

–No puedo dejar de preguntarte: Argentina, ¿mejor o peor que hace 15, 10 años?
-Argentina está fatal. Mucho peor. Hay una generación del 2000 que vino a decirle a la gente cómo se tiene que vivir, que en realidad la vida es mucho más fácil que trabajar o ir a la universidad. Es una generación criada durante el kirchnerismo, post 90, que se cree impoluta. Básicamente son hologramas de Milei. Se comen el mundo pero mean fuera del tarro. Yo creo que el problema de los argentinos son los argentinos. Porque nuestra tierra es diversa, pero el problema somos nosotros. O un porcentaje al menos. Nos creemos el epicentro de América Latina pero en realidad somos gringos ignorantes, el boludo de provincia se come las eses, el porteño agrega eses donde no van.
Voy contra el pueblo porque es el pueblo el que eligió a Milei. Otros que no. Pero sobre todo voy contra el pueblo porque a pesar del desguace estatal, de la inflación insostenible, Milei mantiene una imagen positiva del 47%. Entonces, ¿qué te puedo decir de un pueblo que se cree inteligente pero inteligente con un gobierno que juega con una inteligencia de tontos?
Tal vez haya algo de orgullo, de cinismo, algo que despertó la oligarquía y que es difícil de frenar: el odio. Y odiar es fácil porque con odio uno destruye y se purifica, al contrario del amor que si bien te purificás necesitás de tiempo, dedicación, paciencia. El odio de la oligarquía caló tan fuerte que ahora es un todo contra todos. Mientras el oligarca toma champange en un yate, mira en las redes como los trabajadores se pelean entre ellos.
La culpa del pobre no la tiene el 2% de la población rica, esa es la lógica hoy en la argentina, sino el pobre. Y el problema es que eso lo cree la clase media y el pobre mismo, cuando no el indigente. Porque vamos rumbo a eso: a la indigencia, al hambre y a pensar que hay que sostener todo esto con estómago vacío, sin salud pública, sin educación pública. Pero desde ya, esto no es gratuito. Este esfuerzo que se paga hoy, es el apocalipsis de los años venideros.
El Ciudadano