Imágenes: Pier Paolo Pasolini y María Callas durante el rodaje de Medea

El beso de Pasolini

Te compartimos una serie de fotografías sobre el rodaje de Medea, una colaboración entre Pasolini y Callas que se extendió más allá de lo profesional y se convirtió en una sólida relación de amistad. Al final citamos dos cartas de ella para él.

Por Lucio V. Pinedo

22/03/2016

Publicado en

Artes / Cine / Cultura

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Aunque la diva de la ópera Maria Callas (1923-1977) fue la protagonista de tres cortometrajes (Mona Lisa, Maria Callas Porträt y Callas Walking Lucia) inspirados en su propia vida y dirigidos por Werner Schroeter, en 1968, su única actuación en un largometraje fue bajo la dirección del cineasta italiano, Pier Paolo Pasolini, en Medea (1969).

La película, inspirada en la tragedia de Eurípides, funciona como una pieza que acompaña al Edipo Rey (1967). Alejado de sus primeras películas realistas, Pasolini relata, en un primer fragmento, la historia de Jason y el viaje de los argonautas para robar el vellocino de oro y llevarlo, desde la primitiva Cólquida hasta Grecia, junto con la hija del rey, Medea. La segunda parte se refiere a su terrible venganza cuando Jason abandona a esposa e hijos. Filmada en varias locaciones de Turquía, Siria e Italia (Viterbo y Pisa), el filme es visualmente muy atractivo, porque captura paisajes casi míticos, y el centro de todos ellos es la impresionante e imponente presencia de Maria Callas.

A continuación, te compartimos una serie de fotografías sobre el rodaje de Medea, una colaboración entre Pasolini y Callas que se extendió más allá de lo profesional y se convirtió en una sólida relación de amistad. Al final citamos dos cartas de ella para él.

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Maria Callas, American-born Greek dramatic coloratura soprano, and Italian film director Pier Paolo Pasolini, pictured in July 1969 in Nevshir, Turkey, during shooting Pasolini movie Medea. AFP PHOTO

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Te escribo desde las nubes. Esto parece, de verdad, un hermoso tapiz, tan suave que se podría caminar sobre él. […] El espíritu vuela donde quiere. Nadie le da órdenes al espíritu. Por lo menos, no al mío, ni al tuyo. Es una gran fuerza, Pier Paolo, ¿no lo crees? […] Cuídate. Intenta tener paciencia con los débiles como Alberto. Sabes, querido amigo, verdaderos amigos no he encontrado muchos, por no decir ninguno. Tú, en cambio, piensas que sí. —Lo siento, pero ya verás con el tiempo…—. Respeto tu verdad y tu sinceridad. Estamos muy ligados espiritualmente, hasta diría como rara vez uno puedo estarlo con alguien. Es algo raro y hermoso. Es preciso que dure. ¿Y qué significa que dure? […] De hecho, Alberto no me convenció nunca —perdóname— estoy triste por ti, porque sufres, él era uno de tus amigos. Pero como dice Dante: «Mira y continúa tu camino». Tú eres mejor que ellos. Sé que todo lo que te digo no son sino palabras y las palabras no son más que palabras. Pero pienso en ti y en tu salud.
Me gustaría tener noticias tuyas. Las mías son que levanté vuelo, pero el espíritu continúa mandando mientras el cuerpo puede. Y mi cuerpo me ha dado unos buenos bastonazos. Pero las tragedias no deben producirse sino en escena. Uno construye su vida con sus posibilidades. Hoy conozco las mías. Tenías razón. El que gana, ha ganado para siempre. Gracias por esas sacrosantas palabras. Pero sabes, todavía no desespero.
Maria

5 de septiembre de 1971

La calma que me atribuyes la tengo de verdad. Me la he impuesto. […] Me hice a mí misma y me construí, sola, el lugar que tengo en la sociedad, el respeto. Por supuesto, como tú dices, estoy sana, y eso es verdad, pero sé también que el orgullo me salva de muchas cosas. Hoy es la ruta más difícil por seguir, pero, a la larga, la única. No espero nada de nadie o solo raramente un poco de amistad, lo que es mucho, pero puedo también quedarme muy a menudo sola. Me siento bien conmigo misma, solo me traiciono pocas veces. Me dirás que sermoneo. No, P. P. P. Me da pena verte sufrir. Dependías por entero de Ninetto y no era justo. Ninetto tiene derecho a vivir su propia vida. Déjalo hacer, trata de ser fuerte. Debes serlo. Todos hemos pasado de un modo u otro por lo mismo. Sé el dolor inmenso que eso representa, quizá estoy más desilusionada que otros. Ciertas palabras no pueden consolar. Lo sé. Me hubiera gustado que sintieras la necesidad de venir a verme, pasar esos cinco minutos difíciles, pues solo se trata de 5-10 minutos de dolor atroz, después el dolor se mitiga, pero no has sentido la necesidad de mi amistad y eso me apena. Pero comprendo también tu reacción. […] Te abrazo fuertemente, con todo mi afecto y soy siempre, créeme, tu mejor amiga (quizá es una presunción de mi parte).
Maria

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