La vida es dura, pero es tan breve, que los momentos más dulces merecen toda nuestra atención

Nan Goldin o cuando «Las imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador»

Hay que ir preparado a las exposiciones de la mujer que narra su vida en cada fotograma. En ellas veremos el sudor, las nauseas, la enfermedad, el deterioro, los efectos devastadores de la enfermedad, de las palizas y de la soledad. Pero también hay escenas sinceras de amor, momentos sexuales sin tapujos, niños, familias sinceramente felices. La vida es dura, pero es tan breve, que los momentos más dulces merecen toda nuestra atención. Y es con esta filosofía con la que hay que ver las fotografías de esta influyente norteamericana.

Por Lucio V. Pinedo

01/02/2016

Publicado en

Artes / Cultura / Fotografía

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Nan Goldin es una fotógrafa estadounidense (Washington D.C., 1953) que está considerada como una renovadora de la fotografía documental y narradora de la escena contracultural de la ciudad de Nueva York en los años 70 y 80. Vivió una juventud complicada marcada por la separación de sus padres, el suicidio de su hermana y su paso por diferentes casas de acogida. Quizás por eso sus amigos fueron tan importantes para ella, de manera que se convirtieron en su familia y actores principales de sus fotografías.

Nacida en el seno de una familia de origen judío, Nan Goldin creció entre varias familias adoptivas de distintas ciudades de Nueva Inglaterra después de que su hermana se suicidara. Entró en una escuela experimental de Boston, la Satya Community School. Con 15 años tuvo su primer contacto con la fotografía. Por esa época, empezó a frecuentar la comunidad de Provincetown, un destino de vacaciones de Massachusetts muy popular entre los homosexuales de la Costa Este estadounidense. Allí, la artista conoció a los que habrían de ser habitantes y protagonistas de sus fotografías durante los siguientes 20 años: Bruce, Sharon, Cookie, Waters…

En 1978 se graduó en la Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston. En su promoción también estudiaron artistas reconocidos como Philip-Lorca di Corcia y David Armstrong, al que había conocido en Satya y que habría de convertirse en uno de los grandes cómplices de Goldin. Abandonó Boston y se llevó consigo películas de color y luces de flash. Estos objetos se convertirían en su equipaje cuando abandonara Boston y se estableciera en el barrio de Bowery, en Manhattan, donde encontró el estallido del punk y la aparición paralela de decenas de impulsos contraculturales.

Uno de los aspectos fundamentales en el arte de esta fotógrafa es su facilidad para transmitirnos los momentos íntimos en la vida de sus amigos, su privacidad pero siempre de forma respetuosa. Su personal estilo fotográfico, definido por la proximidad con los retratados, por escoger momentos privados como objeto principal de sus imágenes, es lo que define un modo muy particular de enfocar la cotidianidad en el que placer y dolor se alternan como parte de una misma historia.

En la obra de Nan Goldin no existe una intención de mostrarnos las fotografías como documento, con sus amigos como centro nos presenta otras historias paralelas como el mundo de las drag queens, los clubes nocturnos, las mujeres en el baño (por ejemplo Ryan en la bañera, 1976) o ante espejos, la gente mirando por la ventana, las camas vacías, y también temas más críticos como la lucha por los derechos humanos, el sida o la comunidad gay, incluso su propia estancia en un hospital, como aparece en Suite 22 serie de fotos en la que la artista pasó 52 días en el hospital en el año 2000.

 

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