Cultura

Villeros con OSDE

Para pensar los riesgos de imposturas en las representaciones de la marginalidad: el caso de «Menea para mi», de Mariana «Cumbi» Bustinza.

Por Lucio V. Pinedo

09/09/2015

Publicado en

Teatro

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Dícese que la palabra «villero» deriva de «villa». El significado de la palabra «villa», en cambio, es más relativo. En el español virreinal, designaba a una «población que tenía algunos privilegios con que se distinguía de las aldeas», acepción que más o menos se ha mantenido. Incluso tiene el sentido de «casa de recreo situada aisladamente en el campo». Sin embargo, hay otra acepción, que surge de la colocación del adjetivo «miseria», sintagma muy arraigado en Latinoamérica, popularizado a partir de una novela de Bernardo Verbitsky, Villa Miseria también es América (1957).

Anteponiendo «miseria», «villa» significa «barrio de viviendas precarias, con grandes carencias de infraestructura» (el equivalente en brasileño sería «favela» y, en chileno, «callampa»). De acuerdo con otras referencias, «villa» es una forma de vida y, para otros, es una palabra bonita vacía de significado.

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Además, existe una moda que se denomina «literatura villera». Algunos hablan de tradición y remiten al Martín Fierro, de Miguel Hernández, que escribió en el siglo XIX, sobre el gaucho —quien, en cierto modo, es el villero de hoy (incluso existe una versión villera de aquel texto, El guacho Martín Fierro)—. Otros ya hablan de un nuevo boom, y extienden la corriente a toda Latinoamérica, encabezada con policiales negros, que transitan los terrenos más pobres del continente.

Hay muchísimos escritores trabajando con este estilo (dos de las características principales son el uso de la jerga tumbera y la crudeza temática). Entre los argentinos, se destacan Leonardo Oyola, Washington Cucurto y Gabriela Cabezón Cámara. Entre los chilenos, Cristian Alarcón. Estos escritores realizan su labor de cara a la realidad. Aunque sus textos rozan zonas que podrían teñirse de lo políticamente correcto (hay que escribir sobre sujetos marginales, contra las fuerzas de poder —políticas, policiales, económicas, etc.—), al leerlos no se encuentra una gesticulación predeterminada. No buscan ni el documento (miserabilista o empático) ni la reivindicación populista; son libros que se vuelven extrañamente verosímiles, a pesar de tanto histrionismo, porque lo que ofrecen es una pulsión y una presencia de lo humano que se destaca mejor sobre aquel fondo elegido.

Allí la marginalidad se cuenta sin eufemismos y sin retóricas inadecuadas. La pobreza material es simplemente pobreza material. Los personajes no pierden la capacidad simbólica, ni están necesariamente animalizados. Por el contrario, suelen construirse desde el exceso simbólico. El villero posee un elementus-degradadus que permite adaptar su visión al mundo y le da una facilidad de expresarse única, sugerente hasta el límite y siempre provocadora: nunca están ausentes en su boca, así como en su escritura, la necesidad de gritar toda injusticia social que siente y le rodea. Por lo general, son personajes potentes. Asimismo, el «adentro» y el «afuera»se desdibuja: los villeros salen de la villa; y los habitantes de las ciudades entran en la villa. Se produce una mezcla.

Pero, como moda, este fenómeno no es homogéneo, ya que no todos logran los mismos propósitos artísticos ni el mismo compromiso social. Hay villeros animalizados, brutalizados, estigmatizados, atrofiados. Villeros sin capacidad de actuar, fantoches. Villeros sin sentimientos. Villeros inhumanos.

Justamente, hace poco, vimos una obra en cartelera, «Menea para mí». El argumento del texto es el siguiente: Maxi, un pibe cumbiero, se enamora. Las vivencias contadas por él tienen que ver con sus padres, sus hermanos, su desamor, su ira, las drogas, la bailanta, la cárcel, sus amigos. La sinopsis que propone el teatro dice «La pobreza y los problemas lo hicieron crecer de la única manera en que se puede. Donde los niños a los tiros se hacen hombres, donde nadie les regala nada y el camino de la carencia es inevitable al igual que el amor». El resumen oficial de la obra, en realidad, comienza con esta oración «Habla de lo que provoca la falta de amor».

Nosotros nos preguntamos: ¿la falta de amor provoca personajes apáticos, inverosímiles, caricaturizados, vacíos?, ¿personajes que corren enajenados de acá para allá, quienes, drogados, se tiran al piso y tienen relaciones sexuales como animales? ¿La falta de amor produce coreografías repetitivas y carentes de gracia, sin fundamento? ¿La falta de amor genera ausencia de relato? Asimismo, nos preguntamos: ¿existen maneras únicas de crecer?Incluso, nos preguntamos ¿los niños se hacen hombres a los tiros?

La directora de esta obra se llama Mariana «Cumbi» Bustinza. Tiene un ciclo de standup que se llama CumbimPRO. Según promociona el mismo teatro donde se puede ver «Menea para mi», Mariana, en su momento, se enamoró de un pibe del Fuerte Apache. Citamos textual: «Hace mucho tiempo Cumbi se enamoró de un pibe de Fuerte Apache (un barrio bajo de Buenos Aires), pero lamentablemente el sentimiento no era mutuo. Un día conoció a su hermano y no tuvo mejor idea que empezar a salir con él. Al principio solo por la ilusión de estar cerca de su primer amor, pero después la cosa se fue poniendo seria y fueron novios un tiempo largo. Durante ese tiempo se hizo hincha de Huracán y amiga de la barra brava, iba al comedor comunitario, todos los sábados, religiosamente iba a Meteoro bailable, lloraba por Daniel Agostini, la cumbia se convirtió en una realidad inevitable de eludir, la amó y se convirtió en parte esencial de ella».

Al leer esta introducción, nos preguntamos si es necesario el prolegómeno biográfico. ¿Acaso la obra no se sostiene a sí misma?

Mariana cambió la bailanta por el teatro, nos cuentan. No obstante, nos queda la duda, después de leer y, sobre todo, después de ver su obra, si ella sabe cuál es el ruido de una bala y lo que es ver gente caer por un tiro; si sabe el gusto de la comida vencida y vivir sin gas en invierno; si sabe la procesión por el barrio cuando alguien muere; si sabe lo que es amar. En «Menea para mi», si lo sabe, no se nota, al igual que la crítica social, que, si está, queda disimulada bajo una coreografía más digna de los zombies de «Thriller» de Michael Jackson que de Damas Gratis.

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