El más radical de los surrealistas

Joan Miró quiso asesinar la pintura

Por Lucio V. Pinedo

20/04/2016

Publicado en

Artes / Artes Visuales / Cultura

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Joan Miró quiso asesinar la pintura. Cuanto menos, la idea clásica de pintura. «El arte lleva en decadencia desde la cueva de Altamira», solía decir de forma provocadora. Como en la Prehistoria, Miró quería buscar lo primordial, la esencia, las raíces de un paisaje mediterráneo en el que se hunde su obra.

De sus paseos por los campos y la playa, volvía con los bolsillos llenos: una piedra extraña, un caballito de mar encontrado en la orilla, trozos de ancla, piezas de timón. Y esos objetos encontrados, accidentales, serían su inspiración, parte de su propia obra, su material escultórico. «Me siento atraído por una fuerza magnética hacia un objeto, sin premeditación alguna, luego me siento atraído por otro objeto que al verse ligado al primero produce un choque poético, pasando antes por ese flechazo plástico, físico, que hace que la poesía te conmueva realmente y sin el cual no sería eficaz», escribió Miró a Matisse en 1936.

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El carnaval del arlequín (1924-5). Los personajes principales de la composición pictórica son un autómata que toca la guitarra junto con un arlequín de grandes bigotes. Se aprecian también gran cantidad de detalles dominados por la imaginación que se extienden por toda la pintura, como un pájaro con alas azules saliendo de un huevo, un par de gatos jugando con un ovillo de lana, peces volando, un insecto que sale de un dado, una escalera con una gran oreja y, en la parte superior derecha, se ve a través de una ventana una forma cónica con la que Miró quiso representar la torre Eiffel.

Joan Miró (Barcelona, Cataluña, España, 20 de abril de 1893 — Palma de Mallorca, Baleares, España 25 de diciembre de 1983)

Sus comienzos
Miró estudió comercio y trabajó por dos años como empleado en una droguería, hasta que una enfermedad lo obligó a retirarse a una casa familiar en el pueblo de Mont-roig del Camp. Cuando regresó a Barcelona, ingresó a la Academia de Arte dirigida por Francesc Galí, donde conoció las últimas tendencias artísticas europeas.

Su desarrollo y estilo
Movido por la comunidad artística que se agrupaba en Montparnasse, Miró se mudó durante varias temporadas invernales a París, desde 1920, donde desarrolló un estilo único, influido por poetas y escritores surrealistas. Sus trabajos surrealistas son considerados de los más originales del siglo XX.

En 1926, colaboró con Max Ernst en diseños para los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, en la obra Romeo y Julieta. Con la ayuda de Miró, Max Ernst fue un pionero en la técnica de grattage, en la cual se usa una espátula para remover pigmentos de la tela.

Fue uno de los artistas surrealistas más radicales (el fundador del surrealismo, André Breton, dijo de él que era «el más surrealista de todos nosotros»). Era conocido por su afinidad al automatismo y promovió el uso del ayuno, el insomnio y las drogas psicoactivas, para inducir estados de alucinación, que llevasen a crear arte que revelara el subconsciente. Miró declaró haber creado uno de sus trabajos más famosos, El Carnaval del Arlequín, bajo alucinaciones debidas a la falta de comida y bebida.

Falleció en Palma de Mallorca, el 25 de diciembre de 1983, y fue enterrado en el Cementerio de Montjuïc, en Barcelona.

Hoy en día, sus pinturas se venden por millones de dólares. Muchas de sus obras pueden ser vistas en la Fundación Joan Miró, ubicada en Barcelona; otros lugares con importantes fondos de sus obras son la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca, el MNAM de París y el MOMA de Nueva York.

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