Maturana, festín desactual y contemporáneo

Sobre el libro “Ardido Amor» de Rodrigo Maturana (Editorialilla- 2011) Si todo comentario de un libro es indefectiblemente el ingreso a una bóveda íntima, presentar la obra que hoy nos convoca es el ingreso a otra bóveda que atesora materiales dispersos y que, yuxtapuestos podrían modelar una obra mayor

Por Wari

04/04/2012

Publicado en

Artes / Cultivos Chilenos

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Sobre el libro “Ardido Amor» de Rodrigo Maturana (Editorialilla- 2011)

Si todo comentario de un libro es indefectiblemente el ingreso a una bóveda íntima, presentar la obra que hoy nos convoca es el ingreso a otra bóveda que atesora materiales dispersos y que, yuxtapuestos podrían modelar una obra mayor. Una bóveda con escaleras y puentes inciertos flotantes sobre una gravedad móvil, como en las litografías de M. C. Escher “Arriba o abajo” o “Galería de Grabados” o por qué no, en el modelo de escalera imposible de Roger Penrose. En un juego similar de perspectivas cruzadas cayó en mis manos el Ardido Amor de Rodrigo Maturana. Con él, desde hace algunos meses, mantengo vínculos dialógicos con temas como la creación, la vida y la memoria.

Maturana se conecta con tres regiones misteriosas, tres conceptos, tres idiomas, tres ideogramas, tres demonios, tres aguas. Información en diagrama transitivo y estructura compleja, sígnicamente abierta, capaz de poner en crisis una semiótica demasiado eficaz. El triángulo alma-mente-cuerpo se mueve en él, tal vez, desde un impulso borgiano, de acervo enciclopedista, que combina los destellos de un conocedor excelso, que se pone al servicio del vuelo de una mariposa o la arquitectura de una hoja, o de la historia de alguna dinastía china.

Maturana tiene el don de la palabra, la carga con una experiencia vital y vivencial como ya pocos lo hacen. Nos trae noticias de una realidad que se ha tornado transparente y son pocos los videntes que aún tienen ojos para verla. Para él, el mundo puede caer en un grano de arena y la pena de un tiempo, contenerse en síntesis perfecta en una lágrima:

“Llover , solo llover. Oír, sin tregua,

el monótono redoble de la lluvia.

Abrir, de par en par, nuestros designios,

mientras el tiempo ausente se derrumba”.

Editorialilla nos trae un autor múltiple, una rara avis para un sistema clasificatorio que etiqueta y ficha según parámetros industriales de producción. El maestro Maturana trabaja a destiempo y fuera de todo guión. Solo basta mencionar el detalle que su Ardido Amor, son versos de juventud, de primera época, iniciáticos de una escritura que ha cambiado permanentemente de soporte y formato. Publicado incontables veces en sistemas de reproducción artesanal, fotocopias, cosidos a mano, intercambiados, regalados, vendidos por algunas monedas, lejos del IVA y el copyright.

El autor deambula a impulso propio por los intersticios de los lugares que nadie ahora decide hacer a pie. Alejado de toda seguridad y certeza material, distante de la propiedad, lo único, lo nuevo, lo novedoso, lo brillante. Administra su oscuridad como el oro y sus marasmos son la sapiencia carnalizada de un largo trayecto. No puedo no ligarlo en algunos aspectos a Diógenes de Sinope. Diógenes el perro, el filósofo griego que rechazando toda la racionalidad de Atenas y el imperio, cambiaba agua por clases de astronomía o matemáticas. En ese abandono a la seguridad que nuestro Maestro Maturana ha hecho, puedo leer la gran reflexión de la filosofía cínica afirmando que “un rústico puede conocer todo lo cognoscible”.

Si este es el primer libro impreso de Rodrigo Maturana, él ya tenía una presencia de larga data en el panorama cultural chileno. Su destacado lugar en películas hoy antológicas, le han hecho merecedor de un rango de actor de culto, presente en filmes como Vidas Paralelas, La Expropiación, El Charles Bronson Chileno, entre otras. En todas ellas Rodrigo Maturana ha dejado su sello imborrable. Cómo olvidar, por ejemplo, su monólogo magistral en Palomita Blanca. Esa capacidad de improvisación que sedujo a Raúl Ruiz, quien lo invita a hacer su papel de profesor, comentando asuntos al vuelo, concatenados únicamente por su supuesta posición de educador, justamente llamando a des educarse. Aquel encuentro Ruiz – Maturana fue brillante. En un cine cuya poética “desarrolla una idea, luego una trama, luego una ficción, luego una fábula, y de pronto la rompe”.

Pero no solo allí su presencia ha sido importante; como director debuta en dos producciones hoy referenciales para la historia del videoarte chileno: Mr. off o el caso de las papas polacas y El sueño del ratón en la sopa. Son dos sugerentes metáforas de la fragmentación postmoderna y la pérdida del habla como centro productor de certezas. Decisivas discusiones político culturales que se daban a mediados de los años 80 en el país, atravesando de manera radical la visualidad, el cine, la pintura o la performance. Y son el antecedente más importante para la historia del arte crítico contemporáneo.

Estas y otras búsquedas como talleres, encuentros, ejercicios con cámaras, escritura visual, movilizando un efectivo ejercicio de Video vida como Maturana denominó a ese convencimiento visivo de ir hacia una búsqueda poética y visual, centrada en una mirada materialista del mundo, palpando texturas del afuera y sus resonancias en la voz y la pupila o el corazón, teoría abierta y delirante.

Para mí, Maturana es un maestro. Un maestro ignorante. Como en la novela de Jaques Ranciere y su protagonista Joseph Jacotot. La historia de una búsqueda de la verdad y la luz, una experiencia existencial que se centra en la materialidad del cuerpo y sus recintos como el alma y los sentidos, como zonas de búsqueda de sentidos. Dice Ranciere: «Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento. Es un docente capaz de disociar su propio conocimiento y el ejercicio de la docencia. Es un maestro que demuestra que aquello que llamamos “transmisión del saber” comprende, en realidad, dos relaciones intrincadas que conviene disociar: Una relación de voluntad a voluntad y una relación de inteligencia a inteligencia.»

‘Ardido amor’ es un texto escrito por el Maestro Maturana en su juventud, hace ya 60 años. Es un libro primero, donde el autor toca el mundo y su experiencia desde el cuerpo y la mente mente. Desde la sangre y el sueño, tal vez hoy nadie hable y escriba así, con esa parsimonia metálica, bella y rotunda. Por esas razones, el texto se hace extremadamente contemporáneo. La contemporaneidad es una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a éste, pero con el que también toma profunda distancia y un desfase. La actualidad de Ardido Amor, radica justamente en esa desconexión, ese desfase contemporaniza su voz y hace pesar aquello que se ha retirado, que falta, que nos ha abandonado.

Por Samuel Ibarra Covarrubias

-Periodista-

Crédito Fotos: Rodrigo Araya Tacussis

Cultivos Chilenos, suplemento arte & cultura

El Ciudadano Nº116, segunda quincena diciembre 2011

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