Por Verónica Ávila Rojas

Nuevamente nos vemos como mujeres al centro del debate, esta vez, debido a la presentación por parte del Ejecutivo de un nuevo proyecto de ley de aborto legal.
Desde su anuncio por parte del Presidente Boric en la cuenta pública del año 2024, se agitaron las aguas; debemos recordar que en esa ocasión al menos nueve parlamentarios abandonaron la sala, todos hombres, militantes de los partidos Renovación Nacional, Unión Demócrata Independiente, Nacional Libertario, Republicano y Social Cristiano, toda la fronda ultraconservadora y evangélica del Congreso.
Es necesario también recordar el duro intercambio sostenido a finales del año pasado entre la ministra Antonia Orellana y el cardenal Chomalí, a quien la ministra llamó príncipe de la iglesia y con ello una nueva polémica se abría en torno a la discusión de la Ley de Aborto.

¿Qué pasó en la cuenta pública? Eso ya es por todas y todos sabido. Desde la vergonzosa performance de las diputadas Sara Concha y la pastora evangélica Francesca Muñoz, ambas militantes del Partido Social Cristiano, hasta la entrega por parte del diputado Durán de Renovación Nacional de separadores de página con la leyenda Abortar es derramar sangre inocente.
Todo lo anterior es solo el contexto para analizar lo realmente importante, la legalización del aborto hasta las 14 semanas. Lo que efectivamente le cambiaría la vida a miles de mujeres que cargan con embarazos no deseados ni planificados, y que, como sólo existen las tres causales, deben recurrir a métodos seguros pero clandestinos, en el mejor de los casos. Eso, porque quienes no tienen acceso a redes de apoyo o dinero suficiente para ir a una clínica privada y «sacarse el apéndice» (más de una vez en algunos casos) o se ven obligadas a continuar con el embarazo o a abortar arriesgando sus vidas.
En Chile, el aborto terapéutico fue legal desde el año 1931 hasta septiembre de 1989 y desde ese momento hasta ahora se han presentado muchos proyectos de ley sobre este tema. Desde el año 1991 hasta hoy hay 22 proyectos archivados, cuatro rechazados, uno retirado y 12 en trámite; algunos buscaban la legalización, otros, aumentar los requisitos para el aborto en tres causales, otros, derogar esta ley, y, para mí el más curioso -del año 2012- buscaba levantar dos monumentos para las víctimas del aborto.
Está claro entonces que el aborto es un tema que siempre ha estado presente en la discusión social y cuyo apoyo ha ido variando entre los 90’ y este momento. Han sido muchas las mujeres y organizaciones feministas que han estado dando esta pelea y que hoy van viendo cómo se puede dar el paso a un escenario de plenos derechos para mujeres y niñas, donde se pone al centro su plan de vida. Que los votos necesarios no están, no es ninguna novedad, pero estamos en un momento en que podemos retomar la discusión iniciada en 2022 en el primer proceso constituyente, donde este derecho quedaba garantizado en el texto de nueva constitución, y no solo eso, sino también el derecho a una salud sexual reproductiva y no reproductiva, educación sexual integral y, lo que tanto o más escozor causó, el derecho al placer.
Hubiera sido ideal dar este debate fuera del momento electoral que vivimos, pues desde uno y otro sector saltarán nuevamente los ofertones de apoyo por un lado y de defensa “de la vida” por el otro. En este sentido el llamado es a no instrumentalizar la discusión de un derecho que a algunas nos ha llevado años de activismo y defensa, que es no un sueño sino el debate sobre de qué lado de la historia se quiere estar, del lado de la clandestinidad -que muchas veces lleva a la muerte- o de la vida, a partir de la legalización de una práctica que hasta hoy se realiza fuera del marco de la legalidad y que se seguirá realizando con o sin ley.
El discurso de las dos vidas ya no les sirve a las y los antiderechos, pues vemos cómo simplemente lo que les afecta es nuestra libertad de decidir, nuestra autonomía y la defensa de nuestros proyectos de vida, porque las niñeces vulneradas en los centros del ex Sename, poco o nada les importan; tampoco les interesan las niñas abusadas por hombres de su propio sector, y podría seguir enumerando ejemplos donde queda claro que a ellos y ellas, el futuro de las niñeces solo les importa para las elecciones. No les sirve cuando vemos en el hemiciclo la caricatura de las dos diputadas con pañuelos celestes y una bandera del estado israelí, culpable de genocidio de mujeres, niñeces y hombres que sólo han pagado el costo de ser palestinas/os. Y nos les sirven estos discursos porque se les cae en la cara, porque solo muestran ignorancia y crueldad. Pues no debemos olvidar cómo desde el sector conservador no logran entender que una madre o mujer felizmente embarazada pueda al mismo tiempo apoyar esta causa; señalan con total desparpajo y cuestionando a toda la ciencia, que hay un niño en el útero de la mujer antes de las 14 semanas, buscando darle características de persona a un embrión. Quedan en ridículo y no les importa si eso les permite atacar y violentar a quienes llevan el pañuelo verde y abrazan la causa del aborto.
No creo que se apruebe esta ley, pero estoy segura de que no debemos desaprovechar el momento de volver a hablar de aborto en la mesa del domingo, con el tío facho o la tía pechoña. Debemos seguir escribiendo columnas y grabando programas, debemos -y como siempre- estar en todas partes con nuestro pañuelo verde y la enorme convicción de estar del lado correcto de la historia.
Por Verónica Ávila Rojas
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