COLUMNA

Balance político y económico 2025: Geopolítica de la resistencia y urgencia de la reconstrucción popular

"La reciente batalla en las urnas no es un hecho aislado, sino la expresión local de un sistema-mundo que, agotada su capacidad de generar consenso, recurre hoy abiertamente al autoritarismo y a la fuerza bruta para blindar los privilegios de una minoría transnacional".

Balance político y económico 2025: Geopolítica de la resistencia y urgencia de la reconstrucción popular

Autor: El Ciudadano

Por Juan Andrés Lagos, Florencia Lagos Neumann y Jean Flores Quintana

El cierre del año 2025 no representa un mero cambio de calendario, sino la manifestación de una fractura tectónica en la historia contemporánea.

Nos encontramos en un umbral de alta complejidad donde convergen la crisis terminal del modelo civilizatorio neoliberal y la violenta reconfiguración del poder global.

Este balance, por tanto, no puede limitarse a la aritmética electoral ni a la administración de la derrota; exige una lectura rigurosa, de clase y descolonizada, que conecte la «nueva gobernanza planetaria» con la disputa por el sentido profundo de la democracia en Chile.

La reciente batalla en las urnas no es un hecho aislado, sino la expresión local de un sistema-mundo que, agotada su capacidad de generar consenso, recurre hoy abiertamente al autoritarismo y a la fuerza bruta para blindar los privilegios de una minoría transnacional.

A continuación, exponemos un análisis integral de las dimensiones geopolíticas y nacionales, escrito desde la urgencia de organizar la esperanza.

I. Geopolítica global: El ocaso violento de la Hegemonía y la Guerra Híbrida

El escenario internacional está marcado por la agonía del «siglo americano». No estamos ante una transición pacífica, sino frente a la reacción virulenta de una hegemonía herida.

La crisis del neoliberalismo en el Norte Global ha derivado en una fase de militarismo expansivo y en la imposición de un pensamiento único que busca anular cualquier disidencia. Las potencias occidentales, incapaces de competir en el terreno de la economía real frente al ascenso de nuevos polos de desarrollo en Eurasia y el Sur Global, han activado una maquinaria de guerra híbrida: sanciones, bloqueos financieros y terrorismo mediático.

El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca debe leerse en esta clave: no es una anomalía, sino la encarnación de una «arremetida imperial» desesperada por disciplinar su «patio trasero».

La estrategia de Washington busca reinstalar la Doctrina Monroe para asegurar, mediante el chantaje y la fuerza, el control exclusivo sobre nuestros recursos estratégicos. En un mundo que transita inevitablemente hacia la multipolaridad, subordinarse a este proteccionismo en decadencia no es diplomacia, es suicidio histórico.

La realidad material de nuestra economía indica que el futuro soberano de Chile está ligado indisolublemente a la cuenca del Asia-Pacífico y a la articulación con los BRICS+, la única vía para romper las cadenas del subdesarrollo.

Esta ofensiva se complementa con el auge coordinado de una «internacional reaccionaria». Desde Europa hasta el Cono Sur, el capital utiliza a la ultraderecha como fuerza de choque para bloquear las alternativas populares.

Al instrumentalizar cínicamente el crimen organizado y la migración —fenómenos causados por sus propias guerras y saqueos—, desplazan el debate desde la desigualdad estructural hacia el miedo y el control policial, justificando estados de excepción que protegen al capital financiero mientras precarizan la vida.

II. Geopolítica latinoamericana: La dignidad como trinchera ante la piratería moderna

En nuestra América, la disputa ha dejado de ser diplomática para convertirse en una resistencia abierta contra la «piratería moderna».

La administración estadounidense, y sus operadores locales, han normalizado el robo de activos soberanos y el bloqueo económico como herramientas de asfixia contra los pueblos que deciden no alinearse. Frente a este asedio, la defensa de las soberanías de México, Colombia y Venezuela no es una cuestión de afinidad ideológica, sino un imperativo de supervivencia continental.

Estos procesos han levantado muros de dignidad que frenan el intento de recolonización. Resistir la injerencia extranjera, los «golpes blandos» y el lawfare (guerra jurídica) es la condición sine qua non para pensar cualquier proyecto de desarrollo.

La región se debate hoy entre dos modelos antagónicos: la reintegración soberana, capaz de industrializar nuestras materias primas, o el «anarcocapitalismo» dependiente, que ofrece rematar nuestras riquezas al mejor postor extranjero a cambio de una falsa estabilidad.

La única trinchera efectiva es la defensa férrea de nuestros recursos naturales —el litio, el cobre, el agua— y la construcción de una unidad latinoamericana que no sea retórica, sino operativa. Superar la lógica extractivista y blindar nuestras democracias ante la injerencia del Comando Sur no son opciones teóricas; son las bases materiales para defender la vida frente a un modelo que ofrece orden de cementerio a cambio de sumisión.

III. Política chilena: El clivaje pueblo-élite y la falacia del «centro»

Aterrizando en nuestra realidad, el 42% obtenido por la candidatura popular es un piso de resistencia heroico, pero la derrota electoral confirma que el viejo mapa político ha sido desbordado. Se ha instalado un clivaje profundo: pueblo versus élite.

La ultraderecha, con el apoyo del monopolio mediático, supo secuestrar la bandera de la «rebeldía» para presentarse falsamente como la solución ante una ciudadanía agobiada por la inseguridad económica que el propio modelo neoliberal genera.

El gran error estratégico de nuestro sector fue caer en la trampa del «centro político». Al intentar moderar el discurso y «descomunizar» la propuesta para complacer a una élite que jamás nos aceptará, diluimos nuestra identidad transformadora.

Esta indefinición permitió que la derecha instalara el relato de la continuidad, convirtiendo la elección en un plebiscito contra un gobierno que, a ojos del pueblo endeudado, fue percibido más como un administrador del sistema que como un agente de ruptura. La moderación no sumó votos; restó mística y claridad antagónica.

La derrota se selló en la desconexión con el «votante obligado», ese sujeto popular precarizado, hijo del modelo, que percibe al Estado como ausente o ineficiente. El vacío dejado por la falta de conducción revolucionaria y de pedagogía política fue llenado por el discurso del odio y el individualismo, amplificado por algoritmos y estrategias digitales agresivas que colonizaron el sentido común.

IV. La fuerza de la verdad territorial: Lecciones de la resistencia

Sin embargo, el análisis comparado nos entrega una lección de oro: la verdad está en el territorio.

La «democracia resiliente» del Partido Comunista y las fuerzas de izquierda consecuente no cayó porque se sustenta en la inserción social real, a diferencia de aquellos proyectos «de aire» o de redes sociales que se desplomaron por falta de raíz.

La resistencia se fraguó en la base municipal, en el sindicato y en la junta de vecinos, demostrando que la disciplina y la unidad política son las únicas herramientas para enfrentar el temporal.

Las victorias de figuras emblemáticas en Valparaíso, la Araucanía y en la lucha por los Derechos Humanos no son casualidad; son la prueba de que, allí donde hay trabajo de masas y una propuesta nítida de izquierda, es posible romper el cerco mediático y disputar la conciencia.

La política sin sustento territorial es frágil; la vigencia del proyecto popular radica en su carácter de clase, que prioriza la organización vecinal por sobre la aventura electoralista y el marketing vacío.

V. Horizonte 2026: Organizar la contraofensiva popular

El escenario inmediato nos enfrenta a la amenaza de un gobierno de ultraderecha que, bajo la promesa técnica de un ajuste fiscal, viene a ejecutar un programa de saqueo: profundizar el extractivismo, desmantelar los servicios públicos y gestionar el conflicto social exclusivamente mediante la represión y la cárcel.

Romper con esta lógica no es una opción técnica, es una urgencia vital. La responsabilidad fiscal no puede estar por encima de la deuda social.

El desafío para el nuevo ciclo es impedir que este proyecto autoritario se consolide como un régimen de largo plazo. Esto exige sacar la política de los pasillos institucionales —donde siempre jugamos de visita— y volcarse a la reconstrucción del tejido social. Debemos convertir los más de 5 millones de votos en una fuerza orgánica, movilizada y consciente, capaz de defender a sus liderazgos perseguidos por el lawfare y de disputar la hegemonía cultural casa por casa.

No es tiempo de lamentos ni de análisis de escritorio. Es tiempo de organizar la rabia y convertirla en esperanza disciplinada. Con la memoria intacta de nuestras luchas históricas y la mirada puesta en el futuro, reafirmamos que la única derrota definitiva es la rendición. ¡A recuperar la iniciativa y organizar la ofensiva popular!

Por Juan Andrés Lagos, Florencia Lagos Neumann y Jean Flores Quintana.-


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