Por Gonzalo Morales

En un mundo donde una guerra, una sequía extrema o un simple bloqueo comercial puede alterar radicalmente el precio del trigo, del arroz o de los fertilizantes, la alimentación ha dejado de ser un acto privado para convertirse en un asunto de seguridad nacional.
Chile importa el 80 % de su trigo, depende de fertilizantes provenientes de Rusia, Marruecos y Ucrania, y compra arroz a Vietnam o India. La guerra en Ucrania, las tensiones en el mar Rojo y el alza global del petróleo han demostrado cuán vulnerable es el sistema alimentario internacional.
¿Qué comemos si se corta el comercio? ¿Es estratégicamente sostenible depender de potencias extranjeras en medio de un conflicto económico mundial, para alimentar a nuestra población?
Inseguridad alimentaria en el corazón de Chile
Chile enfrenta una paradoja alarmante: el 75 % de su población adulta tiene sobrepeso u obesidad, mientras más de tres millones viven en inseguridad alimentaria moderada o grave. Comer mal no es una elección: es el resultado de un sistema desigual, dependiente y concentrado.
La seguridad alimentaria, definida por la FAO, exige no solo que haya alimentos, sino que sean accesibles, nutritivos, adecuados culturalmente y disponibles de forma constante. Hoy, en los barrios populares, lo común no es elegir entre quinoa y frutas, sino entre pan y fideos.
Biotecnología: potencial chileno subutilizado
Chile no parte de cero. Tiene ciencia, innovación y una institucionalidad capaz de liderar una transición alimentaria: Desde 2017, el SAG ha aprobado 52 de 57 solicitudes de edición genética no OGM, usando técnicas como CRISPR/Cas9 para crear cultivos más nutritivos, resistentes al clima y con menos necesidad de agroquímicos.
Proyectos como MycoSeaweed, de Fundación Chile, desarrollan proteínas de algas con alto contenido nutricional y bajo impacto ambiental. Investigadores del desierto de Atacama desarrollan cultivos adaptados al estrés hídrico que incluso podrían aplicarse en agricultura espacial.
Startups como NotCo exportan alimentos plant-based a base de IA, que replican proteínas animales con vegetales chilenos. El uso de fermentación de legumbres mejora su valor nutricional y biodisponibilidad, lo que puede fortalecer el consumo local de proteínas vegetales.
Pero todas estas innovaciones siguen siendo islas de excelencia sin conexión estructural con el sistema productivo nacional. Lo que se propone en consecuencia, actualmente en la discusión pública, es reconocer el derecho a la alimentación adecuada, la necesidad de políticas intersectoriales, y el fomento de producción agroecológica y local. Lo cual es un paso relevante. Pero no suficiente, no basta con una ley, o un derecho escrito en un papel. Necesitamos un nuevo pacto productivo.
El Estado debe garantizar no solo la regulación, sino la transformación productiva, invirtiendo en: Ciencia aplicada al territorio. Transferencia tecnológica hacia comunidades rurales. Acceso equitativo al agua y la tierra. Capacitación, infraestructura y distribución pública.
Hacia una soberanía alimentaria integral
La soberanía alimentaria, más allá de la seguridad alimentaria, implica el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias. La soberanía alimentaria no es ideología: es estrategia. Significa: Producir localmente lo que se consume prioritariamente. Controlar los recursos esenciales como el agua y las semillas. Apoyar redes de cooperativas, ferias y circuitos cortos. Regular la industria agroalimentaria para asegurar calidad y equidad. Articular ciencia y agroecología en un modelo sustentable.
Experiencias como Brasil (con compras públicas a agricultores familiares), India (con distribución de granos básicos estatales), y Uruguay (con marcos normativos de soberanía alimentaria) demuestran que es técnicamente realizable.
Chile tiene ejemplos que demuestran que este camino es posible. En regiones como la Araucanía y Los Lagos, iniciativas impulsadas por Indap y Junaeb han desarrollado sistemas de compras públicas de alimentos locales para escuelas rurales. Estas experiencias no solo mejoran la calidad de la alimentación escolar, sino que dinamizan economías campesinas, valoran saberes locales y fortalecen el vínculo entre producción y consumo territorial.
Comer con dignidad es sembrar democracia
No puede haber democracia cuando el acceso a alimentos sanos depende del bolsillo o del dólar. No puede haber justicia si la salud de millones está condicionada por lo que los supermercados deciden vender. Chile tiene científicos, campesinos, cooperativas, ingenieros, pueblos originarios y jóvenes rurales con la voluntad de alimentar mejor al país. Lo que falta es decisión política.
En un mundo frágil, la alimentación ya no puede depender del mercado global. Debe depender de nosotros.
Por Gonzalo Morales
Fuentes:
1. FAO. Panorama de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. FAO; 2023.
2. World Bank. Food Security Update. Washington DC: World Bank Group; 2024.
3. IMF. Fertilizer and Food Prices: War Impact Assessment. IMF Reports; 2023.
4. MINSAL. Encuesta Nacional de Salud ENS 2016–2017. Santiago: Ministerio de Salud de Chile.
5. FAO, CEPAL, OPS, UNICEF. Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional 2023.
6. FAO. Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial. Roma: 1996.
7. SAG. Listado de evaluaciones técnicas de productos editados genéticamente. Ministerio de Agricultura, 2023.
8. ChileBio. Regulación biotecnológica en Chile: Avances y desafíos. Santiago; 2022.
9. Fundación Chile. Innovación en proteínas marinas: MycoSeaweed®. Santiago; 2023.
10. Universidad de Talca. Microbiota del desierto para agricultura resiliente. Rev Chil Ciencia Agronómica; 2022.
11. NotCo. Food Tech Revolution: IA chilena al servicio de la proteína vegetal. White Paper, 2023.
12. Núñez H, Araya M. Fermentación de legumbres para mejorar la biodisponibilidad. SciELO Chile; 2022.
13. De Schutter O. Agroecología y derecho a la alimentación. Informe del Relator de ONU, 2014.
14. Altieri MA, Nicholls CI. Agroecología en América Latina: modelos alternativos. Agroecología Latinoamericana, 2023.
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