Por un nuevo ciclo político en Chile
Una elección es siempre una decisión, un arbitraje entre la esperanza y el miedo. Sin embargo, la que se avecina es prisionera del miedo. Dos visiones se enfrentan: la ma- nera de ver el país defendida por Jara y Boric, ya rechaza- da por el 62% de los chilenos, y el regreso al orden moral promovido por Kaiser y Kast, portador de valores que la mayoría condena, y con ra- zón. Este doble rechazo, ex- presado en los referéndums para una nueva Constitución, refleja un país que no se reconoce en ninguno de estos dos caminos.
El segundo eje para entender una elección es el del cam- bio o la continuidad. En este sentido el amateurismo y la incompetencia del gobierno saliente solo han tenido como resultado tangible consolidar a una derecha hoy mayorita- ria, con el regreso de una ten- dencia dura que se aprovecha del sentimiento de caos silen- cioso que se instala. Y cuando un pueblo cansado y fatigado decide abandonar su libertad para entregarse a una mano dura, sabemos muy bien cómo termina: con represión y expoliación para la mayoría.
El análisis de la situación es claro: los chilenos quie- ren un cambio. Basta re- correr el país para medir el hartazgo y la exasperación frente a la situación actual. La mayoría no cree en ninguno de los dos modelos que se le quiere imponer; cada uno vota por miedo al otro. Estamos entonces ante un bloqueo político profundo, donde el miedo alimenta la radicalización, y donde la sa- lida no puede venir de la repe- tición del pasado, es decir, de los extremos que apuestan a nuestra falta de memoria. En
esta lógica de enfrentamien- to, todos tenemos mucho que perder. La opción que hoy se propone no hace más que profundizar la crisis; no abre en absoluto un ca- mino para salir de ella.
Desde que mi candidatura fue excluida de la primaria ofi- cialista, me he mantenido al margen del debate nacional. He recorrido el país, no solo para reunir apoyos y firmas, sino sobre todo para escuchar lo que la mayoría de la élite política y mediática de Santia- go se niega a ver: la creciente exasperación de los chilenos frente a la mentira y a los ar- gumentos vacíos, su rechazo a un circo político que juega con sus emociones pero no aporta soluciones.
Desde el resultado de la pri- maria me he negado a parti- cipar en cualquier polémica. Después de solo un mes des- de el resultado de la primaria el diagnóstico es categórico: Jeannette Jara no ganará en segunda vuelta. La ma- nipulación es impresionante: partiendo de una primaria con la participación más baja de la historia, obtuvo una votación real del 5,5%, trans- formada en pocos días en un 38 % en las encuestas, para caer a un 27% en tres sema- nas, sin ningún reservorio de votos para la segunda vuelta. Algunos, en una izquierda mesiánica, creen en la repe- tición de milagros en una ne- gación culpable de la realidad. Pero si persisten, tendrán a Kastcomopresidente.
Tal vez una pequeña mino- ría ya sea consciente de ello. Tal vez vean en este callejón sin salida no un fracaso, sino una oportunidad: la ocasión demovilizaratodoelpaísen una “lucha final”, una confron- tación total hacia una victoria que justificaría todos los ex- cesos. Pero esa apuesta por el enfrentamiento último es una apuesta por la destrucción: no
salvará a Chile, lo encerrará definitivamente en la fractura.
Despertemos. Esto es inaceptable y peligroso. Necesitamos verdaderas res- puestas a los problemas reales que están en el corazón de la crisis que atravesamos. Ins- trumentalizarlos para impo- ner soluciones ya rechazadas por la mayoría no hace más que agravar la fractura.
Una fractura que tiene su raíz en nuestro modelo económi- co heredado del pasado, cen- trado en la exportación más que en el desarrollo de una economía nacional diversi- ficada. Con el tiempo, este modelo nos ha hecho vulne- rables a los choques externos y nunca ha permitido fortale- cer nuestro mercado interno ni construir una amplia clase media capaz de sostener un crecimiento más resiliente. Esto debe cambiar.
Hoy, la mayoría de los chile- nos vive bajo la presión per- manente del crédito, y una proporciónalarmantedeellos está en situación de sobreen- deudamiento. Para muchos, el crédito no financia la inver- sión o la mejora de la calidad de vida, sino que sirve para cubrir necesidades básicas: vi- vienda, alimentación, salud y educación. Un endeudamien- to destinado a financiar la precariedad no es un signo de prosperidad en un país mo- derno; es una forma de servi- dumbre inaceptable.
Nuestro modelo actual no está adaptado al mun-
do de mañana: un mundo en mutación económica y tec- nológica rápida, atravesado por inestabilidades políticas y climáticas, que exige construir una sociedad más robusta, más solidaria y mejor prepa- rada. No encontraremos res- puestas en los ciclos autodes- tructivos del enfrentamiento y la represión; es rompiendo con esta lógica como podre- mos construir una prosperi- dad duradera y compartida.
Si queremos evitar que el miedo, el resentimiento y el cansancio ante lo inacepta- ble entreguen nuestro país a los extremos, debemos trazar un camino independiente de los aparatos partidarios, ca- paz de reunirnos en torno a proyectos comunes. Ese es el compromiso que asu- mo: ser un presidente de mediación, ofreciendo a Chile la respiración democrá- tica indispensable para rom- per con el enfrentamiento es- téril impuesto por la lógica de los partidos y las coaliciones. Esta respiración es la condi- ción para que la izquierda, la derecha y el centro pue- dan reconstruirse en torno a actores más maduros y res- ponsables, para iniciar juntos la apertura de un nuevo ciclo político necesario. Solo un mandato de media- ción con resultados dará al país la fuerza y la estabilidad para cruzar este umbral.
Juntos, sin ideologías su- peradas, construyamos un futuro para Chile. Hoy, todavía es posible.

Mas info: nuevociclopolitico.cl