El problema no está en la cancha

El fútbol chileno en crisis

Los nuevos ricos que se hicieron millonarios con las privatizaciones de la dictadura sólo especulan sobre la base de negocios rentables; saben que cuando la rentabilidad va a la baja se retiran las inversiones, y al retirarse sólo queda un desierto de despojo y pobreza. Eso hicieron con la industria y eso está sucediendo con el fútbol chileno.

El fútbol chileno en crisis

Autor: El Ciudadano

Por Félix Calderón

La selección masculina de fútbol ha sido eliminada de su tercer mundial consecutivo, y en la opinión pública se debate tanto de las responsabilidades del entrenador como de la falta de recambio que renueve a la “generación dorada”, surgida hace dos décadas del fútbol formativo administrado por clubes sin fines de lucro. Pero el problema principal no pasa por ahí, y es el del que menos se habla, en buena parte porque los medios deportivos también participan del jugoso negocio del fútbol chileno.

Hace 20 años de entrada en vigencia de la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas han abundado los escándalos año tras año, pero son los últimos los que decantan la situación miserable que vive la disciplina deportiva, el espectáculo e incluso la vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes. La falta de competencia en el fútbol de élite y en especial en el fútbol formativo, infraestructura suficiente, jóvenes deportistas expuestos al hedonismo y el vicio, y eventos masivos que cobran la vida de hinchas. Una tormenta perfecta y dolorosa que le duele a hinchas de todas las edades, deportistas profesionales y amateurs, gestores deportivos desplegados en los territorios, a la gran mayoría de la población chilena; pero que ni conmueve a las pocas manos responsables que siguen facturando con alegría.

¿Cómo es posible que la generación más exitosa en triunfos deportivos no fuera punta pie inicial del despegue definitivo del fútbol nacional? Ya hay suficiente investigación y discusión sobre el tema, de la que poco se comenta con nombres y apellidos, pero es bueno resumir: El fútbol profesional y todo lo que lo rodea está tomado por grupos empresariales rentistas, que sólo se preocupan de comprar barato y vender caro.

Los nuevos ricos que se hicieron millonarios con las privatizaciones de la dictadura sólo especulan sobre la base de negocios rentables; saben que cuando la rentabilidad va a la baja se retiran las inversiones, y al retirarse sólo queda un desierto de despojo y pobreza. Eso hicieron con la industria y eso está sucediendo con el fútbol chileno. La rentabilidad de los derechos televisivos del fútbol profesional y de los futbolistas formados en la época de los clubes sin fines de lucro han sido las gallinas de huevos de oro. En franco agotamiento, el negocio está sólo en la especulación de pases de futbolistas, donde nuestra liga profesional es vitrina de jugadores de hasta cuarta división del fútbol argentino sólo para proyectar su venta. No hay espacio para jugadores formados en el fútbol chileno, ni en las agotadas canteras de los equipos profesionales ni mucho menos en el fútbol amateur, eterno semillero de cracks en la centenaria historia de nuestro balompié. No es de extrañar que Vibra, empresa del representante Fernando Felicevich, se haya enseñoreado de todo el fútbol, con sus intereses participando de la propiedad de distintos clubes administrados por sociedades anónimas, derechos televisivos y medios de comunicación. El monopolio de la administración deportiva es de buitres que gestionan pensando en costos bajos y altos cobros. Nada queda para la disciplina deportiva, ni recintos deportivos acordes, donde sólo el Estado chileno remodela estadios. Mientras tanto, el financiamiento que sostienen obscenos sueldos en los clubes grandes y costos de operación se logra con auspicio de casas de apuestas, acorralando la sana competencia.

Contados son los hechos escabrosos de este modelo empresarial del deporte, y cuando hace veinte años nos prometían inversiones de jeques árabes ya nos acordamos hasta con humor, sobre todo porque este último año hay por lo menos dos casos que ahondan la pena. El capitán de la selección chilena, formado por un club social y deportivo, se transformó en un especulador más, invirtiendo sus ganancias en negocios variados… ¡incluyendo una casa de apuestas deportivas! Pero eso resulta hasta banal si pensamos en que ya van dos meses del asesinato por brutalidad policial de dos hinchas de Colo-Colo, sin responsables determinados por la justicia, y con claras responsabilidades de Blanco y Negro como organizador tacaño del espectáculo. Dos hechos contundentes para ejemplificar lo que vivimos en dos décadas miserables.

Hace unos meses, a propósito de la estancada reforma a la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas, la senadora UDI, Luz Ebensperger, acusaba su incompetencia para legislar porque “no sabía cómo funcionaba el fútbol”. Pero esta senadora ha estado presente durante años boicoteando la discusión en la Comisión de Constitución, cuestionando la participación de hinchas y socios en la gestión democrática del fútbol, defendiendo el “derecho a la libertad de empresa” de los buitres que nos tienen en estas condiciones. ¿Volver al modelo anterior? Imposible, todos sabemos por qué, y no es lo que buscamos los críticos al modelo actual. Pero hace veinte años el fútbol chileno también estaba en crisis; se nos impusieron las Sociedades Anónimas como respuesta, cuando definitivamente es el problema; y el problema va más allá de no clasificar a un mundial.

Por Félix Calderón

Socio del Club Social y Deportivo Colo-Colo y presidente de la filial Ñuñoa Humberto “Chita” Cruz.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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