Por un despliegue estratégico:

El llamado a construir una real oposición de izquierda

Necesitamos construir una oposición política sólida que se proyecte más allá de movilizaciones particulares. Constituir un sector, un polo, un refugio: pero no de repliegue, sino de despliegue.

El llamado a construir una real oposición de izquierda

Autor: El Ciudadano

Por Pía Muñoz

El contexto del presente llamado no necesita mayores introducciones. Ha ganado José Antonio y con ello, se marca el fin de un ciclo político de restauración luego del quiebre que representó la revuelta social del año 2019. Es evidente el desánimo de los sectores desorganizados de izquierda. Después de todo, una reacción conservadora, empresarial, capitalista y deshumanizada se ha instalado en el Estado por vía democrática. Sin embargo, ese no es más que la punta del iceberg del problema que enfrentamos.

El hecho de que una reacción conservadora y burguesa se haya instalado en el Estado por vía democrática no es nada novedoso. No es tampoco algo a lo que no hayamos sobrevivido las izquierdas en otros periodos y en otras latitudes. La actual complejidad del escenario que enfrentamos deviene de la real captura del interés y la confianza de las masas sociales, por esta burguesía conservadora, y el correlativo secuestro del discurso político nacional a sus propios clivajes.

El marco nacional se ve inevitablemente permeado por un contexto global de crisis capitalista. Sostenido a duras penas por vías belicistas en sus expresiones más atroces. El capitalismo se reproduce a punta de bala y es transmitido por televisión abierta. Las noticias de la intervención norteamericana son cada vez más cercanas geográficamente. Estados Unidos amenaza con entrar por Venezuela a desestabilizar todo nuestro continente, en búsqueda de las riquezas de nuestros suelos y el negocio redondo que produce la masacre de los pueblos.

Por esto, en medio de discursos de autocrítica lastimosa y derrota; en medio de una sensación inevitable de repliegue, hoy me tomo el espacio para hacer un llamado al despliegue de nuestras fuerzas. Hemos crecido, hemos aprendido, hemos madurado. Se requiere de nosotros lo que no fuimos capaces de dar el 2019: organización, conducción y despliegue de nuestras fuerzas.

¿Hace falta una oposición de izquierda?

Desde el 2000 en adelante protagonizamos el ascenso de un movimiento social voluminoso, organizado, activo. Capaz de plantear agenda política, de instalar sus propios clivajes políticos. De poner en jaque los criterios de veracidad del capital. Eso fue producto del trabajo arduo de una izquierda revolucionaria incipiente. Con muy pocos recursos humanos y materiales, dispuso todas las contradicciones de una joven militancia, a movilizar cada espacio social que fuese posible, por programas políticos económicos de marcado carácter anti neoliberal. La política fue correcta y exitosa. Supimos convivir en esos espacios manteniendo a raya la disputa con una militancia socialdemócrata opaca. Supimos mantener esa llama prendida, pese a ellos.

Lo cierto es que la revuelta del año 2019 se explica solo por ese trabajo de aprendizaje de masas. Lo han denominado estallido quienes vieron sus tesis reventadas por la fuerza de los acontecimientos. Se trataba de una izquierda socialdemócrata, opaca y poco fértil, que había renunciado años atrás a la lucha política de masas, planteando la tesis de un “techo democrático” y señalando a la vía electoral como el único camino. El que, por cierto, implicaba el abandono de la lucha de masas. Así fue como el techo democrático terminó por caérseles encima, con una revuelta popular activa de masas que duró seis largos meses.

Las tesis de las socialdemocracia vieja y joven han sido dominantes en los últimos 10 años. Han dirigido indiscutiblemente las últimas derrotas que son numerosas y recientes: el cierre por arriba de la revuelta del 2019, a espaldas de todos los movilizados; o el fallido viraje constitucionalista. Las masas sociales que demostraron la fuerza de su aprendizaje en forma efusiva durante el 2019, han terminado por diluirse. Desconfiadas de su propio aprendizaje, carentes de conducción, recriminan a quienes se alzaron oportunistamente a capitalizar sus luchas. Agotadas, es fácil ceder a los discursos estabilizadores del capital.

En este escenario no hay repliegue posible que no signifique el perderlo todo. Es urgente restablecer los espacios de organización de nuestra clase y de los movimientos sociales. Es necesario alzar un programa político reivindicativo que se adelante a los embates conservadores que sin duda vendrán. Hay que ir mucho más allá, y mejor que antes. Necesitamos construir una oposición política sólida que se proyecte más allá de movilizaciones particulares. Constituir un sector, un polo, un refugio: pero no de repliegue, sino de despliegue. Ha quedado empíricamente demostrado compañeras y compañeros que hacemos falta.

¿Qué significa, por ahora, construir una oposición de izquierda?

Significa volver a intentar, con la urgencia de este momento político, nuestros esfuerzos frustrados del pasado. Es prudente al menos que una oposición de izquierda actual pueda plantearse:

  1. Una apuesta programática unitaria que permita dar conducción al descontento social.
  2. Un despliegue estratégico profundo al fortalecimiento del movimiento de masas, por la vía de la revitalización de las estructuras históricas y la creación de nuevos espacios colectivos.
  3. Una discusión franca que permita aperturar la alternativa de una lucha electoral democrática en forma coherente con la apuesta de base social.

¿Cuáles serían los primeros puntos de una unidad programática reivindicativa?

El escenario actual nos exige ser capaces de frenar los embates retrógrados que vendrán, pero nuestra supervivencia depende del avance de nuevos puntos reivindicativos. Nuestra principal batalla es hoy la ideológica, o como usan los socialdemócratas, los sentidos comunes. Por esto es necesario organizar un programa que contenga dos partes elementales: Un apartado de Puntos Críticos de No Retroceso, que consagre aquellas demandas sociales en las que concentraremos las fuerzas para no permitir el avance de la agenda retrograda; y un Apartado Reivindicatorio, destinado a disputar la conciencia de nuestra clase. A su vez, son ejes urgentes y determinantes de un programa actual:

  1. La centralidad en las demandas económicas y sociales proyectadas en perspectiva anti neo-liberal. Una propuesta urgente es organizar una Mesa Social por el Aumento del Costo de la Vida.
  2. Respaldar la fuerza del movimiento feminista, dando centralidad a las demandas de las mujeres y disidencias sexuales; levantándose en contra de la regulación moral de la sexualidad y la defensa irrestricta a los derechos reproductivos.
  3. El énfasis en una política anti-represiva, sobre todo aquellas que se encuentran ya en despliegue; una campaña activa en contra de la censura en medios de prensa y redes sociales; un activo enfoque en derechos humanos.
  4. Una abierta posición política internacional anti belicista, anti intervencionista, y de unidad latinoamericana.

¿Es necesaria una apuesta orgánica?

Efectivamente, esta es necesaria y posible. Requiere de un proceso de reflexión propia de las actuales estructuras de la izquierda, y de las militancias que pululamos sin afinidad concreta. Es necesario asumir que las estructuras actuales no son suficientes, ni dan abasto para las tareas. Necesitamos además asumir que la lucha es ideológica, y se vuelve urgente fortalecer los medios de prensa y redes sociales, como también dar centralidad a la perfomance y el arte.

Iniciar con una ofensiva

Hoy se anunciaron las medidas para los primeros 90 días del Presidente electo, muy en el estilo de los Chicago Boys, inicia su instalación en el Estado con un ladrillo de reformas económicas de shock. No habrá tiempo que esperar, la organización y la movilización deben desplegarse desde ya. Por esto es importante enfocar las fuerzas en dos hitos reivindicativos que den una señal clara a las masas: el 8 de marzo y el propio 11 de marzo. Las tareas están claras.

Por Pía Muñoz


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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