Columna de Nicolás Zárate Zavala

El necesario sino de la repetición

En el teatro, y en algunos casos en el cine con ciertos directores, los actores y actrices nos enfrentamos a una condena o a una bendición: la repetición. Todos los días debo volver a vivir esa escena. Ese momento que sé cómo se desarrollará y culminará, sin embargo, si lo intento atrapar se desvanece. Es una situación contraproducente bastante particular.

El necesario sino de la repetición

Autor: El Ciudadano

Por Nicolás Zárate Zavala

En el teatro, y en algunos casos en el cine con ciertos directores, los actores y actrices nos enfrentamos a una condena o a una bendición: la repetición. Todos los días debo volver a vivir esa escena. Ese momento que sé cómo se desarrollará y culminará, sin embargo, si lo intento atrapar se desvanece. Es una situación contraproducente bastante particular.

Si bien saber mi texto y mis acciones físicas me dan la libertad para desarrollar la trama que me corresponde, si bien el mapa que creo con mis compañeros en escena me da el cobijo suficiente para que la obra fluya, hay un “algo” que no está en nuestro control y que justamente hace que aquello evolucione.  Ese “algo” es un dejar, un soltar, un liberar el espacio del control para que la mecánica emerja a partir de la diferencia en la repetición. Generalmente ese “algo” lo da el encontrarse con un otro. Aunque el actor y la actriz saben los textos y acciones físicas que vienen, el personaje no. Es nuestra labor revivir esos roles día a día como si fuera la primera vez.

La repetición, en nuestro caso, es una herramienta. Una herramienta y un fin en sí mismo. La obra debe desarrollarse todos los días a la misma hora, debemos estar aptos para decir los diálogos y vivir las situaciones que sabemos de antemano que ocurrirán. ¿Cómo logramos revivir esa repetición? En la escucha del que tengo al frente. No solo en la forma mimética de la reiteración. Ver y escuchar al otro abre esa diferencia, tan necesaria en el acto de repetir.

Sin embargo, siento que entender el teatro como el arte de la repetición solo desde esta perspectiva rutinaria es un poco reduccionista. Lo que más me encanta de las obras es cómo las ideas regresan una y otra vez. No en vano seguimos montando a Shakespeare, Moliere, Chejov, Ibsen, etc. Los clásicos están ahí por una razón. Volvemos a vivir a través de esos personajes, emociones, ideas, violencias, perspectivas disímiles, pulsiones que son análogas a nuestra propia vida.

El movimiento cíclico de la existencia nos retrotrae a ese eterno retorno ¿Será dicho movimiento la trascendencia? ¿O simplemente será que el ser humano está condenado a repetir los mismos patrones y paradigmas de pensamiento? Entender la vida desde esta visión circular nos hace comprender que todo se repite. Guerras, conflictos, amores, muerte. Los grandes tópicos que vuelven una y otra vez. Pero también está aquel mundo cerrado y oculto. El de la mente de los personajes, el de los patrones psicológicos que vuelven, como herencia inevitable, como repetición patológica, tal como las obras griegas, donde el sino trágico deviene en el amor fati. Esa aceptación, por parte del héroe trágico, de aquello que le sucede, incluyendo dolor y sufrimiento, como parte de un orden ineludible. 

La repetición a la cual refiero queda claramente expresada en las palabras de la señora Alving, aquel atormentado personaje de Ibsen: “Los espectros de los muertos no son solo los que han muerto, sino también las ideas y los pensamientos que han sido heredados y que siguen viviendo en nosotros. Y esos espectros pueden ser más difíciles de matar que los muertos mismos.» 

En el teatro y el cine podemos traer nuevamente esas ideas para no repetir patrones y echar a andar la memoria. La repetición per se no tiene sentido si no se ve con una perspectiva crítica. Creo, pese a la complejidad de la tarea, que la herencia puede ser modificable. Es la labor del paciente, en psicoanálisis, del público en una sala, del filósofo, filosofa, cineasta, literato, o dramaturgo retornar nuevamente a esos tópicos para volver a entenderlos y resignificarlos. Solo así se puede comprender la actualidad desde una visión del pasado; no con olor a museo, sino con una mirada activa de nuestra propia realidad.

Una construcción pensada para sublimar ciertos traumas sociales y repensarlos, revivirlos y repetirlos en la escena para entenderlos y generar memoria ¿Por qué tanta molestia entonces, en algunos sectores, cuando volvemos a hablar de la dictadura en las obras y películas? Hoy en día cuando la ultraderecha está repitiendo sus mecanismos de terror, ante la llegada de una posible presidenta comunista, los espectros vuelven a aparecer. Esos mecanismos que buscan capitalizar electores no son más que la vuelta cíclica a otros momentos históricos de este país. Intentaron lo mismo con Allende en su campaña. Todos los medios de comunicación cooptados por la derecha, produjeron angustia a través de los cuentos más terroríficos que podían engendrar. Por eso es bueno ver el pasado.

Es bueno entender cómo funciona la obra. Quizás hoy tengamos la posibilidad de torcer ese sino trágico y generar un acontecimiento único en nuestro país. La posibilidad está abierta, solo debemos aprender a acetar nuestros fantasmas, sanarlos para poder darle paso a esa diferencia en la repetición. Ver y escuchar a ese otro que tenemos al frente sin miedo. Torcer las repeticiones conocidas para dar paso a nuevas dramaturgias.

Por Nicolás Zárate Zavala


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