Columna de Opinión

Los lobos no son vegetarianos

Entre los asuntos paupérrimos encontramos a la Comisión de Ética del Congreso, donde lo más parecido es el juego ‘al corre que te pillo’. Menos de treinta monedas de castigo y sin postre. Algunos dirán que se está mirando desde un segundo piso, la verdad es que sencillamente el abuso y la falta de ética en los parlamentarios olvidó su partida de nacimiento.

Los lobos no son vegetarianos

Autor: El Ciudadano

Por Pablo Varas

Diputados /senadores son el poder del Estado menos creíble por todos los chilenos. No fue la mano del divino que los instaló en aquel recinto.

Si bien es cierto que la llegada a las poltronas parlamentarias las encontramos radicadas en la soberanía popular, aquello no les da inmunidad. El justo juicio y opinión de los ciudadanos en muchos casos defraudados luego de haber creído en sus encendidos discursos, donde nacerían nuevas formas para redactar leyes cuando ellos estén en el Congreso. Convertidos en un segmento que se otorga privilegios entre ellos, en aquella hora donde todos piensan lo mismo.

Sueldos doce veces superior al salario mínimo, prebendas que no tienen los maestros rurales. No se les encuentra bajo la línea de la pobreza, sus hijos no van a la educación técnica, viven como si San Expedito les hubiera escrito una carta a mano.

Se hace necesario recordar que hace algunos años, cuando un pequeño grupo de diputados expresó que las dietas parlamentarias deberían estar más cercanas con la realidad del país. Todos como si de un coro en tragedia griega se tratara los tildaron de impropio e incluso insano. Hoy un diputado que entrega su sueldo a los bomberos porque no estará presente en las sesiones del Olimpo, es tachado de politiquero barato.

Un diputado del ex PDG que está en prisión mientras se le investiga un delito de violación, sin trabajar recibe a fin de mes más de siete millones de pesos. Otro republicano que prestaba dinero a una fundación con intereses más elevados que los bancos, y que se encuentra también encarcelado no tiene problemas para pagar la luz ni el agua. Catalina Pérez diputada independiente se encuentra en su casa cumpliendo una medida cautelar ordenada por un tribunal, también sin drama alguno recibirá su dieta parlamentaria.

Los trabajadores, que son millones en Chile están muy distantes de aquellos privilegios, a pesar de que construyen casas, colegios y puentes. Aquellos son los que hacen fila en un hospital público porque el médico está trabajando en una clínica privada.

Entre los asuntos paupérrimos encontramos a la Comisión de Ética del Congreso, donde lo más parecido es el juego ‘al corre que te pillo’. Menos de treinta monedas de castigo y sin postre. Algunos dirán que se está mirando desde un segundo piso, la verdad es que sencillamente el abuso y la falta de ética en los parlamentarios olvidó su partida de nacimiento.

Entre gallos y algunas horas pasadas de la medianoche, se dieron la tarea de cambiar el sistema político. Notable idea, pero el asunto delicado es que son ellos mismos los que proponen, discuten, se ponen de acuerdo y votarán en conjunto. Entonces la soberanía popular se hace letra pequeña e insignificante, cuando sucede una tragedia o por necesidades políticas de gobernanza se debe ausentar el ilustrísimo, entonces es el partido político el dueño de la silla y designa quién recibirá la buena dieta del ausente.

Hace ya bastantes decenios era una elección la que dirimía quién llegaba al centenario edificio de Bandera y Compañía. Asunto no menor fue lo sucedido en el “Naranjazo” en Curicó. No es necesario preocuparse ahora, la existencia del dedo índice del partido lo resuelve absolutamente todo.

No todos son iguales. Entre las ciento cincuenta deidades hay que reconocer que existen algunos que no defraudan la voluntad popular, el asistir regularmente al Congreso ya es buen punto a su favor.

No fue acogida que la necesaria reforma política naciera de una propuesta de la academia, que desde las universidades se escribieran las funciones en forma y fondo para los nuevos tiempos en el tercer milenio. La idea fue desechada lamentablemente.

Chile vive tiempos impuros y precarios en su institucionalidad.

La débil confianza en sus instituciones, el semi derrumbe del Poder Judicial con la caída de algunos ilustres, el sobre explotado abuso del amiguismo en el gobierno, pero especialmente entre elegidos que no dan la altura exigida. Los encargados de redactar leyes para que millones vivan mejor, sean más felices, que entre ellos se sacan puros sietes sencillamente porque se copian en las pruebas, debe ser detenido, es la hora final de carrusel.

Están cerca los tiempos de construir las listas parlamentarias. Una juguera el primer lugar, una plancha en el segundo, un tostador para el tercero, algo parecido se volverá a repetir. Nadie le preguntará nada al bajo pueblo menos a los siervos de la gleba. Reconforta al menos que en Chile siga vigente la existencia de un Estado laico y que se debe defender a ultranza.

Por Pablo Varas


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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