Columna de opinión

Por qué Jaime Guzmán habría votado por Kast en la primera vuelta

Para entender a José Antonio Kast hay que retornar a Guzmán y comprender por qué este último habría, muy probablemente, votado por aquél.

Por qué Jaime Guzmán habría votado por Kast en la primera vuelta

Autor: El Ciudadano

Por Javier Molina Johannes[1]

Claramente, y muy a pesar de Chile Vamos, su principal mesías salió del partido que él mismo había creado. Lo anterior, porque la coalición, sin su presencia permanente, hace tiempo que fue capturada por otras fuerzas ideológicas. Como no estaba presente, no percibió cuando llegó con tanta fuerza el piñerismo. De este modo, tuvo que correrse a la derecha y entró, sin que nadie se diera cuenta, al Partido Republicano y después, con Piñera fuera de juego, decidió por reconfigurar RN como Partido Nacional-Libertario. En gran medida, Guzmán sigue en los pasillos políticos de nuestro país y la Vieja Guardia de las derechas lo presienten.

Tal vez, con Guzmán vivo, no se habría diversificado tanto el campo de las derechas. Sin embargo, con él ausente, la disputa por la hegemonía del sector aún no tiene resolución. El candidato de la Kast-a es un buen jugador, pero no tiene el ímpetu guzmaniano, a quien, como recordarán, le gustaba jugar al fútbol de árbitro [sic]. El líder del Partido Republicano podrá ganar la próxima elección, porque tiene los cálculos matemáticos a su favor, pero todavía no gana la hegemonía del sector. Para eso, aún debe enterrar el piñerismo y a los Chicagolovers, retomar la Contra-Revolución cultural que le han explicado y propuesto sus amigos del Tradicionalismo católico y tornarse el guerrero mariano que sueña. Aquí nuestro peligro.

Cabe recordar que, ante todo, Kast es un militante mariano y que su amigo Maximiano Griffin, el facho más facho que entrevistó The Clinic, en 2009, le recomendó crear un movimiento tipo Fiducia[2], aquella revista-movimiento que movilizó el discurso del miedo en los sesenta y construyó, y, muy a pesar de algunas intelectuales de las derechas neoliberales, recompuso el discurso de aquellas alicaídas derechas a través de una fuerza mítica basada en la teología católica que culminó en el Golpe de Estado. Un discurso catastrofista muy parecido a lo que escuchamos del candidato tras un bloque de cristal antibalas –una buena performace, muy a nuestro pesar.

Y es lo que realmente estamos vivenciando: Kast es un teólogo político de estirpe guzmaniana. Puede parecer mediocre, pero es firme. Y digo esto, porque se asimila a Guzmán, aun cuando no esté – todavía – a la altura del constitucionalista dictatorial. Y agradecemos que ahora sólo nos quede su fantasma, porque contra él la disputa estaría aún más complicada. Recuerden que Guzmán defendía la pena de muerte, porque supuestamente ahí existía la última alternativa para la conversión y salvar el alma [sic] – léanlo entre muchísimas comillas.

Bueno, ese Guzmán, realmente, votó por José Antonio Kast. Y volverá a hacerlo el 14 de diciembre, porque en esa candidatura se manifiesta la reencarnación de su proyecto: la teologización de la política chilena. Por consiguiente, la única forma de expurgar este fantasma guzmaniano sería retomar las líneas ideológicas de las candidaturas, es decir, exponer el fundamento teológico del anticomunismo de las derechas chilenas. Por eso, es que siempre retorna del más allá. Realmente, no les incomoda Jara o Boric, ni Allende, les molesta el “diablo”, el supuesto “mal” que, según ellos, vive en las izquierdas, en nuestros corazones.

Entonces, habrá quienes recuerdan a Guzmán defendiendo, hasta sus últimos días, el mes mariano en las páginas de La Tercera o hablando de la Resurrección de Cristo [sic] en El Mercurio o, inclusive, hablando de ángeles y demonios con Julio Philippi. Y quienes sean cercanos a Longueira, a Chadwick, sabrán que el verdadero propósito de Guzmán fue siempre el apostolado cristiano, que le interesaba la política concreta sólo en función de conquistar almas, o bien, como preferían decir en aquella época: para conquistar mentes y corazones.

En fin, Guzmán vota hoy y votará mañana por quienes representen a la ultraderecha, porque él y la UDI siempre lo fueron –y a pesar de sus diferencias internas, RN también. En este sentido, no es que exista hoy, y por casualidad, una radicalización de las derechas chilenas; no. Simplificando, las derechas chilenas, tras su descomposición y renovación durante los sesenta, siempre han sido radicales y ultronas[3]. Inclusive, antidemocráticas, o bien, autoritarias como prefería el mismo Guzmán. Al menos, toda la derecha hegemónica de la post-dictadura lo fue y, en términos simplificados, su público también. No es que el pinochetismo haya resurgido de un día para otro.

De hecho, basta recordar las disputas internas en el sector tras el apoyo de cierta derecha más liberal al divorcio y, luego, al matrimonio igualitario, entre tantas otras discusiones “valóricas” que han expuesto cierto abismo interno de sus distintas vertientes. Por eso, Guzmán habría votado, efectivamente, por quien mejor representase a la Kast-a. Y dicho nombre está decidido y fue esclarecido, al menos, desde aquella entrevista a Griffin en 2009.

Es él, José Antonio Kast, al único que le confiaban el papel mesiánico de un nuevo ímpetu de teologización de nuestra política y, con ello, de nuestro mundo. Él, junto a sus amigos tradicionalistas, sus cercanos integristas, marianos y conservadores, son quienes entrarán a La Moneda si gana el balotaje. Son también quienes están lidiando, hace más de una década, una batalla ideológica dentro de las derechas chilenas, para reencauzarla en la senda guzmaniana. En otras palabras, retomar la Contra-Revolución cultural que, según ellos, el economicismo hegemónico habría dejado de lado. Y tanto la propuesta del segundo proceso constitucional como el programa de la candidatura presidencial de 2021 representan sus ideales.

Entonces, es una nueva cruzada civilizatoria para un período que han denominado de crisis absoluta; por eso el candidato habla solo de decadencia, crisis y caos. Por eso, usa cristal blindado para hacer su discurso. No tiene miedo, lo inventa. Y difunde, tal como lo hicieron sus amigos en los largos años sesenta, la sensación de que nos encontramos en una época catastrófica. Por ello, la recuperación de este imaginario colectivo y la lógica del mismo discurso anticomunista les sirve para retomar la guerra cultural.

En aquellos años eran marxistas y sus amigos reformistas, junto a “falsos” cristianos; hoy son las feministas y progresistas, o bien, esa genérica denominación de cultura woke. Todo se torna comunismo en la lógica discursiva de estos especímenes. Y eso sucede porque el discurso ya está cocinado por más de un siglo; es solamente retomar ese imaginario y saben que la producción del miedo funciona.

Por último, decir que la mayoría de los últimos análisis no están considerando un aspecto de por qué Kast no va a debates; y no es que tenga miedo. En realidad, José Antonio Kast no va a debates porque no tiene nada que discutir. Más claramente, no tiene argumentos, porque es dogmático. Lo que sí tiene son varias creencias y algunas ideas prácticas para administrar y teologizar el sentido común, que ha copiado de sus amistades europeas con Abascal, con Orbán o con Meloni. Le interesa, simplemente, predicar, mas, nunca discutir, porque no cambiará ni un ápice de lo que cree.

Retomo, Kast es un militante mariano, al igual que fue Jaime Guzmán Errázuriz. Y varias de las cosas que cree no tiene relación con el mundo material, porque no es su horizonte. No es que sean de otro mundo, pero realmente lo que buscan sería teologizar el nuestro, que retornemos a preceptos del Tradicionalismo católico y a un supuesto Orden Natural, tal como se planteaba en los principios fundacionales de la UDI. No por casualidad, para entender a José Antonio Kast, hay que retornar a Guzmán y comprender por qué este último habría, muy probablemente, votado por aquél.

Por Javier Molina Johannes


[1] Dr. Estudios Latinoamericanos. Investigador sobre las derechas | redes @especimenesdelareaccion

[2] Se puede profundizar en nuestra antigua columna: https://www.elciudadano.com/chile/la-contrarrevolucion-del-tradicionalismo-catolico-en-el-chile-actual/12/14/

[3] Valdría la pena considerar las distinciones conceptuales entre derechas radicales, ultraderechas y extremas derechas, entre otras. Sin embargo, lo dejamos esbozado e invitamos, a quienes se interesen, a revisar nuestras redes y trabajos académicos donde ahondamos.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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