Columna de opinión

China y el corolario de Trump a la Doctrina Monroe

El documento de política de China apoya la “Proclamación de América Latina y el Caribe como zona de paz”, lo que contrasta claramente con la diplomacia de las cañoneras del siglo XXI de los Estados Unidos. Y contiene una frase que responde claramente a la presión de Washington: “La relación entre China y América Latina y el Caribe no apunta ni excluye a ningún tercero, ni está sometida a ningún tercero”.

China y el corolario de Trump a la Doctrina Monroe

Autor: El Ciudadano

Por Tings Chak

El 10 de diciembre de 2025, las fuerzas estadounidenses capturaron el petrolero Skipper frente a las costas de Venezuela, que transportaba más de un millón de barriles de crudo. “Bueno, nos quedamos con [el petróleo]”, declaró el presidente Trump a los periodistas. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela lo calificó de “robo descarado y acto de piratería internacional”, y añadió: “Por fin se han revelado las verdaderas razones de la prolongada agresión contra Venezuela. Siempre se ha tratado de nuestras riquezas naturales, nuestro petróleo”.

Ese mismo día, al otro lado del mundo, China publicó su tercer Documento de Política sobre América Latina y el Caribe, el primero desde 2016, en el que esboza una visión de asociación “sin imponer condiciones políticas”. El momento elegido refleja la encrucijada a la que se enfrenta ahora América Latina. Dos documentos publicados en una semana –la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de Trump el 5 de diciembre y el documento de política de China cinco días después– ponen de manifiesto enfoques fundamentalmente diferentes para el hemisferio.

El regreso de la Doctrina Monroe

La NSS de Trump no pretende ser diplomáticamente sutil. Declara un “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe, afirmando la oposición de los Estados Unidos a “la incursión extranjera hostil o la propiedad de activos clave” en el hemisferio. El hemisferio occidental es ahora la “máxima prioridad” de los Estados Unidos, con tres amenazas que requieren una respuesta militar: la migración, las drogas y China.

Los países que soliciten la ayuda de los Estados Unidos deben demostrar que están dispuestos a “reducir la influencia adversa exterior”, lo que supone exigir a las naciones latinoamericanas que rompan sus lazos con Pekín. La estrategia promete “despliegues selectivos” y “el uso de la fuerza letal” contra los cárteles. Afirma que Washington “recompensará y alentará a los gobiernos de la región… alineados con nuestros principios y estrategias”. Como era de esperar, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, se apresuró a felicitar al candidato de extrema derecha chileno inspirado en Trump, José Antonio Kast, que ganó la presidencia con el 58% de los votos, el líder más derechista desde Pinochet.

La incautación del petrolero muestra cómo se aplica esta doctrina en la práctica. Desde septiembre, los ataques estadounidenses contra barcos han matado a 95 personas. El grupo de portaaviones USS Gerald R. Ford patrulla el Caribe. Como observó el presidente colombiano Gustavo Petro, Trump “no está pensando en la democratización de Venezuela, y mucho menos en el narcotráfico”, sino solo en el petróleo. Tras declarar que una nueva fase de ataques podría incluir “ataques terrestres contra Venezuela”, Trump amenazó al presidente colombiano con que “será el siguiente”, así como con la invasión de México.

La alternativa de China

El documento de política de China parte de una premisa totalmente diferente. Comienza identificando a China como “un país en desarrollo y miembro del Sur Global”, y posiciona la relación como una cooperación y solidaridad Sur-Sur, en lugar de una competencia entre grandes potencias. El documento propone cinco programas: Solidaridad, Desarrollo, Civilización, Paz y Conectividad entre los pueblos.

Lo que distingue a este documento de sus predecesores de 2008 y 2016 es su llamamiento explícito a “la fijación de precios y la liquidación en moneda local” en el comercio de energía para “reducir el impacto de los riesgos económicos y financieros externos”, un nuevo lenguaje que aborda directamente la utilización del dólar como arma. Esta tendencia ya está en marcha, como lo destaca el acuerdo de intercambio de divisas por valor de 157.000 millones de reales (28.000 millones de dólares) entre Brasil y China, firmado durante la visita del presidente brasileño Lula al país asiático en mayo de este año.

El documento de política de China apoya la “Proclamación de América Latina y el Caribe como zona de paz”, lo que contrasta claramente con la diplomacia de las cañoneras del siglo XXI de los Estados Unidos. Y contiene una frase que responde claramente a la presión de Washington: “La relación entre China y América Latina y el Caribe no apunta ni excluye a ningún tercero, ni está sometida a ningún tercero”.

El patrón histórico

Por supuesto, el enfoque en la “amenaza china” a la “preeminencia estadounidense” en la región no es nuevo. En agosto de 1961, el progresista vicepresidente brasileño João Goulart visitó China, convirtiéndose en el primer funcionario latinoamericano de alto rango en hacerlo después de la Revolución China. En un mitin masivo en Pekín, declaró que China había demostrado “cómo un pueblo, menospreciado por otros durante siglos, puede emanciparse del yugo de sus explotadores”.

La respuesta de los Estados Unidos no se hizo esperar. Los medios de comunicación estadounidenses construyeron una narrativa que vinculaba los movimientos de reforma agraria brasileños con una “amenaza comunista procedente de China”. El 1 de abril de 1964, menos de tres años después de la visita de Goulart, un golpe militar respaldado por los Estados Unidos lo derrocó. A continuación, se produjeron veintiún años de dictadura.

El guion sigue siendo el mismo. En la década de 1960, el pretexto era la “amenaza comunista”; hoy es la “amenaza china”. Y lo que está en juego es la soberanía latinoamericana. Lo que diferencia este momento es el peso económico. El comercio entre China y América Latina alcanzó un récord de 518.470 millones de dólares en 2024, según el Ministerio de Comercio de China. La participación de China en el comercio con los países del Mercosur ha crecido del 2% al 24% desde 2000. En el Foro Celac-China de mayo de 2025, Xi Jinping anunció una línea de crédito de inversión de 9.000 millones de dólares. En 1964, América Latina tenía pocas alternativas. Hoy, China presenta otra opción.

La pregunta ante los pueblos latinoamericanos

El auge de la derecha en todo el continente es innegable: Kast en Chile, Milei en Argentina, el fin del gobierno del MAS en Bolivia. Estas victorias reflejan las limitaciones de los gobiernos progresistas a la hora de abordar la delincuencia, la migración y el estancamiento económico. Pero también reflejan cómo las crisis generadas por los Estados Unidos se convierten en el terreno en el que gana la derecha.

La pregunta es si los gobiernos latinoamericanos, incluidos los de derecha, quieren ser subordinados en lo que la estrategia de Trump denomina un “mundo liderado por los Estados Unidos”. Incluso los analistas liberales occidentales están alarmados. Brookings Institution describe la NSS como “esencialmente una afirmación de la presencia neoimperialista en la región”. Chatham House señala que Trump utiliza “la coacción en lugar de la negociación”, en contraste con China, “que ha estado proporcionando inversión y crédito… sin imponer condiciones”.

Dicho esto, la presencia de China en América Latina no está exenta de contradicciones. La estructura del comercio sigue siendo desequilibrada: América Latina exporta materias primas e importa productos manufacturados. Mientras tanto, no se pueden ignorar las preocupaciones laborales y medioambientales relacionadas con determinadas empresas privadas chinas. Que la relación permita el desarrollo o reproduzca la dependencia depende de lo que exijan los gobiernos latinoamericanos: transferencia de tecnología, producción local, política industrial. Esta agenda para un proyecto nacional soberano debe ser impulsada por los pueblos y las fuerzas populares de América Latina.

En la actualidad, las diferencias entre las dos visiones que se presentan, la de un “mundo liderado por Estados Unidos” y la de una “comunidad con un futuro compartido”, nunca han sido tan marcadas.

Por Tings Chak

Este artículo ha sido elaborado por Globetrotter. Tings Chak es coordinadora para Asia del Tricontinental: Instituto de Investigación Social y editora de Wenhua Zongheng: Revista de pensamiento chino contemporáneo.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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