La contaminación ambiental durante el embarazo puede causar autismo

Algunos piensan que la contaminación potencia el desarrollo de fetos que ya tienen factores genéticos de riesgo y otros sospechan que la contaminación provoca una respuesta inmune en las mujeres embarazadas, la que hace que el cerebro se desarrolle de manera inusual.

Aumenta entre los científicos la sospecha de que la contaminación del aire puede causar autismo. Luego de que numerosos estudios han demostrado que las mujeres embarazadas expuestas a altos niveles de contaminación tienen mayor riesgo de dar a luz a un niño o niña con este trastorno, los investigadores están empezando a desentrañar cómo ocurre esto en el tiempo de gestación. Algunos piensan que la contaminación potencia el desarrollo de fetos que ya tienen factores genéticos de riesgo y otros sospechan que la contaminación provoca una respuesta inmune en las mujeres embarazadas, la que hace que el cerebro se desarrolle de manera inusual.

Esta no es la primera vez que se habla de la contaminación como uno de los causantes de autismo, pero la evidencia ha aumentado en el último año. La comprensión de la relación entre el autismo y la contaminación del aire es crucial, porque puede iluminar el camino hacia el diagnóstico más oportuno y la prevención.

La evidencia de un vínculo entre la contaminación del aire y el autismo «se está haciendo cada vez más fuerte», dice Marc Weisskopf, profesor asociado de epidemiología ambiental y ocupacional de la Escuela de Salud Pública de Harvard.

Pero aún hacen falta más estudios para confirmar el vínculo entre la contaminación y el autismo. Dado que la contaminación tiende a ocurrir en las zonas de alta pobreza, es necesario observar otros factores posibles, como la mala nutrición, por ejemplo. Incluso si se prueba que la contaminación sí influye en el autismo, podría ser que esta sea solo una de muchas causas.

Algunos estudios han mostrado tasas más altas de autismo en niños cuyas madres vivían en áreas altamente contaminadas durante el embarazo, pero sólo en áreas geográficas limitadas. Otros incluso han llegado a señalar que un feto es más vulnerable a los efectos nocivos de la contaminación durante el tercer trimestre de gestación. Un estudio publicado en la revista Epidemiology encontró que las tasas de autismo eran más altas entre las muestras de niños en Carolina del Norte y el área de la Bahía de San Francisco, cuyas madres inhalaron altos niveles de contaminantes durante este período, en comparación con los que lo hicieron antes o después del parto. Esto coincide con estudios previos que demostraron que el sistema nervioso de los fetos experimenta una mayor desarrollo durante el último tramo del embarazo. Cualquier desajuste o desequilibrio durante esta ventana crítica podría tener efectos serios y a largo plazo o de por vida.

Ahora que sabemos que la contaminación puede causar autismo y que hay una idea de cuándo ocurre, la siguiente pregunta es cómo. Cuando se tenga la respuesta se podrá crear formas de diagnosticar y tratar el trastorno desde el principio. Algunos científicos piensan que las variantes de ciertos genes hacen que los niños sean susceptibles al autismo, y que la contaminación es el empujón que falta para que el trastorno de desarrolle. Los investigadores de la Universidad del Sur de California (USC) se enfocaron en un gen llamado MET (importante en el desarrollo del cerebro), en un estudio que encontró que las crías de ratas con una variante de MET, tenían menos de este gen si sus madres habían estado expuestas a una sustancia liberada por los tubos de escape de los automóviles. Cuando los investigadores observaron a los humanos, vieron que los niños eran más propensos a desarrollar autismo cuando se unían estos dos factores: tenían la variante genética de alto riesgo y sus madres habían vivido en vecindarios contaminados.

Otros investigadores piensan que inhalar las sustancias de los tubos de escape provoca inflamación, alterando los niveles de las moléculas inmunes en el torrente sanguíneo de la madre y la placenta. Además de luchar contra la infección, estas moléculas activan vías cruciales para el desarrollo del sistema nervioso, las que podrían verse afectadas cuando no hay una cantidad apropiada de ellas.

Los científicos ya han descubierto pistas de que la inflamación puede contribuir al autismo. Las mujeres que contraen gripe durante el embarazo duplican el riesgo de dar a luz a un niño con autismo, y los niños con autismo a menudo sufren infecciones de oído recurrentes. Los investigadores de la USC demostraron que inhalar un producto químico liberado por los automóviles, no sólo provocó la inflamación en ratones, sino que también deterioró la capacidad de madurar de sus neuronas.

Una vez que los científicos identifiquen las moléculas involucradas en estas vías inmunes, podrían enfocarse en ellas para mitigar los síntomas del autismo o usarlas como marcadores para diagnosticar el trastorno.

A medida que los científicos siguen explorando el vínculo entre la contaminación atmosférica y el autismo, abordar el problema de la propia contaminación lógicamente aparece como la solución definitiva y más efectiva. Como dice Amy Kalkbrenner, profesora asistente en ciencias de la salud ambiental en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, «no se puede escapar del aire».

Fuente, Ozy

El Ciudadano

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