Renunciar antes de intentarlo: La ‘desesperanza aprendida’ se puede revertir

Dejar de buscar trabajo después de algunas experiencias de rechazo, rendirse a hacer ejercicio por una lesión pasada o decidir no votar porque tu voto no tuvo relevancia en la elección pasada. Llevado a un extremo, este comportamiento es la razón por la cual las víctimas no abandonan a sus violentadores o los prisioneros no intentan escapar. Se le llama "desesperanza aprendida".

Learned-Helplessness

El fenómeno psicológico conocido como desesperanza aprendida consiste en asumir que no se tiene el control sobre una situación (aunque sí se pueda tenerlo), lo que lleva a rendirse en lugar de hacer el intento.

Si alguna vez has estado desempleado, has sufrido daño físico o has votado por el candidato equivocado, sabes cuán desesperanzadoras pueden ser las cosas en ciertas situaciones. El concepto de desesperanza aprendida se basa en estas realidades, pero magnificadas. Por ejemplo, dejar de buscar trabajo después de algunas experiencias de rechazo, rendirse a hacer ejercicio en el futuro por un dolor en la espalda o decidir no ir a votar porque en la elección pasada tu voto no tuvo relevancia. Llevado a un extremo, este comportamiento es la razón por la cual las víctimas no abandonan a sus violentadores o los prisioneros no intentan escapar.

Siendo un estudiante de grado, Martin Seligman fue asistente en un estudio sobre la respuesta plavloviana de los perros (un ejercicio de condicionamiento clásico), excepto que en este caso el estudio se concentraba en lo opuesto: cuando los perros aprendieran a asociar un tono (sonido) con un shock eléctrico (en lugar de comida), ¿reaccionarían alejándose del lugar (del estímulo) ante el simple sonido, independientemente de que existiera la amenaza?

El estudio mostró que sí; la mayoría de los perros reaccionaron en rechazo al oír el sonido, aunque no existiera la amenaza de un shock eléctrico.

Pero Seligman notó algo extraño. Cuando algunos perros recibieron un nuevo shock eléctrico, simplemente se quedaron ahí, sin intentar evitarlo. Su inhabilidad para prevenirlo al principio del experimento, les había enseñado que no valía la pena siquiera intentarlo.

Seligman llamó a esta tendencia, desesperanza aprendida (también llamada indefensión o impotencia aprendida), un objeto de estudio que se transformó en el centro de muchas investigaciones hasta la actualidad. El psicólogo encontró que el fenómeno se daba en muchas situaciones y temas diferentes y, una vez que se asentaba, era muy difícil de revertir. Un estudio mostró que, incluso una semana después de comenzado el experimento, los perros seguían sin hacer un intento por evitarlo.

Indefension aprendida

Una de las imágenes metafóricas que mejor representa el fenómeno de la ‘desesperanza aprendida’


Entonces, Seligman –quien no necesariamente es un sádico que disfruta de electrocutar perros– quiso determinar cómo podían los sujetos aprender a revertir esta tendencia y descubrió que una pequeña modificación puede cambiar drásticamente la forma en que los sujetos responden a una situación negativa. En el estudio mencionado, si los perros recibían un primer shock en una situación de la que podían escapar, en los shocks siguientes

hacían un esfuerzo mucho mayor por evitarlo, incluso si eran situaciones en las que estaban atrapados.

Seligman teorizó que esas primeras experiencias les habían enseñado que no todos los shocks son iguales y que algunas situaciones son más desesperanzadoras que otras. También encontró que este mismo mecanismo opera en las personas: la manera en que interpretamos las experiencias negativas tiene un gran impacto en nuestro riesgo de depresión. Si se piensa que lo malo seguirá repitiéndose y que la culpa recaerá siempre en uno mismo, se está más propenso a caer en depresión. Pero en cambio, si uno cree que la mala experiencia pasará y no la interpreta como algo de que culparse a sí mismo, en general es posible tener una mejor visión de la vida y las experiencias por venir.

La buena noticia es que las personas que están en el primer grupo tienen la posibilidad de cambiar la tendencia al pensamiento pesimista, es decir, a la indefensión aprendida. En un estudio de 1995, realizado con niños de escuela primaria que que presentaban depresión, Seligman y su equipo encontraron que los niños a los que se les enseñaba a reformular sus pensamientos para ser menos pesimistas y culposos, lograban escapar a los sentimientos depresivos. El especialista llama a esto optimismo aprendido, y terapeutas lo enseñan a sus pacientes en las terapias cognitivo-conductuales.

https://www.youtube.com/watch?v=tc2tksNg5Ls

Fuente, Curiosity

El Ciudadano

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