Un país desnaturalizado

Nuestro país odia a sus hijos

Por Li Chong

06/08/2008

Publicado en

Ciudadanos al Poder

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Nuestro país odia a sus hijos.

Chile es un conjunto de padres desnaturalizados que sienten un intrínseco desprecio por sus hijos.

Entonces no se entendería por qué con tanta saña la sociedad tolera y aplaude el hecho de que los estudiantes sean reprimidos con tanta violencia por la policía.

Chile es un país que siente desprecio por los que estudian. Quizás por que no les gusta reconocer que es un país mediocre, que le gusta quedarse en el barro, en la ignorancia, en la inactividad.

Chile es una especie de padre desnaturalizado, pues de otra manera la indignación sería general ante la violencia que el estado aplica contra los jóvenes. Una doctrina macabra llamada Derecho Penal del Enemigo se aplica contra el estudiante secundario y universitario que se dedica a realizar la crítica a las condiciones que sus padres eligieron y/o toleraron para que se realice el proceso educativo, que está de más decir, es precario.

Ante tal brutalidad, si la sociedad chilena estuviese sana hubiese reaccionado con fuerza ante la brutalidad policial y no habríamos llegado a actos simbólicos pero desesperados como el del jarrazo a la ministra.

La Sociedad del Medioevo

Chile en este sentido, en el desprecio por sus adolescentes y niños está en el Medioevo. Señalan autores respecto a esa oscura época, que ser niño era la condición más vulnerable posible. Estos eran obligados a vivir en condiciones precarias y extremas, sometidos a trabajos forzados para obtener una magra alimentación, tal como lo describía el escritor y periodista Antonio Cebrián, autor de un libro sobre el personaje titulado “El mariscal de las tinieblas” acerca de Gilles de Rais, un noble que asesinó adolescentes tras violarlos con el beneplácito de la población. Sin duda que ser niño en aquella época era difícil; en Chile lo sigue siendo. No son considerados en serio sólo por el hecho de ser niños, si señalan una opinión política, aunque sea profunda, salen las hienas, sus padres, a lanzarles sobras de vegetales mientras declaran que no son más que palabras que se aprendieron de memoria. Ya se ha visto la manipulación de la prensa en este sentido; desacreditar las movilizaciones desde el punto de vista intelectual ha sido uno de los flancos por los cuales el proceso de desmovilización pingüino ha sido más atacado. Cosa de ver los noticieros centrales un par de meses atrás, donde los periodistas sólo entrevistaban chicas con chapes (aquellos que son llamados despectivamente poquemones) los cuales, por su indiferencia, pueden pasar por el lugar de la marcha sin estar en ella, pero los periodistas les hacen preguntas como si se tratase de los voceros.

El ataque del neo-conservadurismo

Chile odia a sus niños. La ministra también, señalando que un joven de 14 años no puede ser considerado en serio en política. Hay un olorcillo neo-con en lo que ha señalado la ministra que suena demasiado peligroso. No sólo Chile comienza a despreciar a sus hijos; bajo las directrices y ejemplo del patriótico señor de la Querencia, se corregirá a punta de varillazos y golpes a aquellos jóvenes alegres que suelen ser objetores de conciencia, objetores que han llegado a la conclusión de que no tienen por qué servir a un país que no ha hecho más que basurearlos, ningunearlos y negarles las condiciones apropiadas para que se puedan educar y desplegar todas sus capacidades humanas; no en vano los secundarios se han visto obligados a abrir espacios de auto-formación, espacios que han sido acusados por estos mismos adultos que odian a sus hijos, de centros de adoctrinamiento. No había salido del liceo cuando ya me señalaban con el dedo como el adoctrinador. Y yo que con suerte había visto el libro rojo de Juan Carlos Bodoque.

A principios de año se lograba que fuese proscrito el castigo físico para con los niños. Con el jarrazo, no queda duda que la ministra sugerirá pronto su relegitimación, con tal de evitar que los niños se vuelvan a malcriar. Es si duda la arremetida del neo conservadurismo, la fase terminal de la bacteria asesina que nos inyectó Milton Friedman y sus secuaces, digo, discípulos.

Apartheid

Chile tolera, avala y aplaude el apartheid. Por que como ya se dijo, odia a sus hijos, no le interesa que estos sean sistemáticamente discriminados. No se les permite el libre tránsito en la vía pública, por ser sospechoso de asistir a una protesta, golpes en casa, escuela y comisaría, denostados y ridiculizados en televisión por Pedro Ruminot y Sergio Freire hasta Felipe Camiroaga, pasando hasta por los Copanos; todos ellos amparan el odio y el castigo brutal contra esa escoria que es el grupo de estudiantes de uniforme que plaga las calles una vez que el reloj da las cuatro y media.

Quizás se le venga a la mente la figura de aquellos niños que siguen una moda, pero le recuerdo que no somos todos poquemones.

María Música no era de ninguna tribu.

Hablaba claro y de corrido.

Y como causa envida de los adultos que sienten odio intrínseco por sus hijos y por los de los otros, cuál es su argumento. Que memoriza, que no entiende lo que habla. Quizás habría que preguntarle a la señora Bachelet, con sus prioridades es y su día de anoche, si entiende lo que habla. Si entiende el significado de democracia, represión y persecución política, preso político. Tal vez piensa que ella es la última perseguida política, y que después de ella ya no hay nadie más. Lo que viene después no es más que tan-tan popó a los niños insolentes que quieren derecho a voto en un sistema político que no sea una farsa como la actual.

Quisiera que alguien formalizara al estado de Chile por el delito de Apartheid. Hay suficientes antecedentes para hacerlo. Desprecio profundo por los adolescentes, trato inhumano, vejatorio. No puede ser que a un adolescente lo tengan 22 horas en un calabozo tras ser aprehendido tras una marcha. Salen los adultos que odian a los niños a gritar “¡Pero es que dónde está mi derecho a vivir en una ciudad con tránsito expedito!” Claro, total, ella no estudia. A ella no le afecta si las condiciones para estudiar son absolutamente desfavorables y que más encima sólo logrará triunfar en el sistema que nos han impuesto aquellos que tengan capacidad de pago. Pero a usted no le importa, reclama por que la marcha le hizo desviar el tránsito. Reclama por que Camiroaga dijo que usted debe reclamar ante aquellos insolentes estudiantes. Reclama por que hay que reclamar contra su hijo que reclama por que algo le dice que reclamar por algo justo está malo. Y cae usted en la misma falacia que trata de achacarnos. Ha caído usted en el argumento circular. Sí porque sí.

Sé que nos odian con todo su corazón. Sé que detestan que confiemos tanto en el humano, que pensemos que aún hay algo de noble entre tanta mierda. Que aún se pueda recuperar la educación pública. Y nosotros les hablamos de Finlandia, donde casi toda la educación es estatal y de altísimo nivel, una preocupación total del estado, de la sociedad entera. Y empieza usted a negarse a que se puede, con su viejo argumento de que las realidades son distintas, que no se puede aplicar lo mismo acá. Ahí uno se explica por qué Chile nunca abandonará su estatus de subdesarrollado; por que piensa como subdesarrollado y para peor, se niega a dejar de pensar como tal. Cree que pensar como país desarrollado no es para él. Y así quiere llegar a codearse con los países de más altos estándares. Pensando como patrones de fundo.

Uno se pregunta, presidenta mujer y fomentando el apartheid. Pensar que hace cincuenta años la mujer no tenía derecho a voto. Que se la trataba igual como ahora se trata a los niños; a los catorce años tu voz no puede ser tomada en serio. Bueno, si eres mujer tampoco puedes ser tomada en serio. Señora Jiménez, si quiere que los valores tradicionales vuelvan, renuncie a su cargo, deje a un hombre rudo y déspota en su cargo, y usted a hacer almuerzo a su casa y a servir a su marido o reemplazante. La mujer en la casa criando niños. Nada de trabajar. Menos de hacer política.

Adultos de Chile, sincérense con nosotros y reconozcan que nos odian profundamente por ser más críticos que ustedes.

No se quejen si el día de mañana los mandamos a unos asilos de mierda.

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