Cómo reactivar la economía

“La Constitución debe procurar que si gobiernan los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan diferente a la que nosotros realizaríamos”[1], fue la tesis que inspiró a la dictadura en la redacción del documento

Por Director

19/05/2015

Publicado en

Columnas

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Marco-Enríquez-Ominami

“La Constitución debe procurar que si gobiernan los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan diferente a la que nosotros realizaríamos”[1], fue la tesis que inspiró a la dictadura en la redacción del documento. Así, además de mantener al duopolio que nos ha gobernado durante los últimos 25 años, la Constitución del 80 perpetuó la imposibilidad de que el Estado se inmiscuyera en la economía, lo que fue fundamental en el desarrollo de Chile antes de 1973 y que lo es en cualquier intento de reactivación económica. Pero el Estado chileno por ser subsidiario, solo puede dar ayuda asistencial a los más pobres y por un período determinado. El capitalismo neoliberal tiene como objetivo disminuir el Estado y finalmente destruirlo al definirlo como un ente opresor que limita las libertades individuales, la libre iniciativa y la propiedad privada.

Es así, como la reactivación económica que necesitamos, constitucionalmente dependerá solo de los empresarios, que deberán ser llamados a invertir dándoles todo tipo de garantías. Ya la derecha anuncia que no lo harán, porque se ha eliminado el DL600 que, daba a los inversionistas extranjeros todo tipo de franquicias para explotar los recursos naturales no renovables. Olvidan que tampoco vendrán cuando los recursos desaparezcan o no logren las ganancias que hasta ahora han obtenido. Se insiste en que generan empleo cuando el modelo que se ha desarrollado homogéneamente durante los últimos 30 años en el mundo, ha reemplazado en forma sistemática mano de obra por tecnología. Así, desaparecen día a día fuentes de trabajo no recuperables y las nuevas tecnologías ocupan cada vez un lugar más destacado.

Si queremos reactivarnos, podríamos incorporar el Estado a la economía, ya que hay muchas áreas donde los grandes inversionistas no tienen interés, sea por su alto costo o porque no generan altas utilidades, como toda la gama de energías renovables y las actividades ligadas a la economía del conocimiento.

Pero lo más grave que ocurre hoy en Chile, no es la supuesta desaceleración económica, sino la crisis de confianza. Lo hemos visto los últimos meses y descarnadamente en las redes sociales, en las calles y en los medios de comunicación masiva.

Los que hasta ahora no logramos cambiar la Constitución, tenemos la convicción de que no avanzaremos mientras no seamos capaces de discutir las reglas de la convivencia con todos, especialmente con los más jóvenes cuyas vidas inseguras pierden cada vez más ilusiones. Nunca ha habido una discusión efectiva en Chile en la clase política, sobre el modelo aceptado por los sucesivos gobernantes. Solo se han aumentado los bonos y la ayuda a los más pobres, pero el resto se ha legitimado. Se ha mantenido una férrea disciplina fiscal con un Estado cada vez más flexible frente a la inversión privada. La tesis de que gane el más fuerte y viable es un consenso e incluso el Bancoestado olvidando a las PYME se jacta de ello. Los perdonazos del SII son memorables.

Por eso debemos discutir acerca del país que queremos construir. Debemos hacerlo en conjunto y limando desconfianzas en todas las instancias, no solo para cambiar la Constitución, sino para hacer leyes que nos protejan. Debemos discutir con los chilenos que diseñaron esta sociedad extraña cómo es la sociedad que imaginaron construir y cuál es su idea de sustentabilidad.

La Constitución nos ha maltratado tanto que debemos participar todos en la creación de una nueva que sea legítima y por todos aceptada. Es por eso que debemos ratificar la nueva Constitución en una Asamblea Constituyente donde participen los trabajadores afectados por la limitación al derecho a huelga, los jóvenes endeudados por sus estudios, el lucro en la educación y la mala educación, los profesionales ligados a la infancia que en Chile carece de protección, donde participen los mapuches, los enfermos crónicos, los profesores, los innovadores, los pequeños y medianos empresarios, las temporeras de la agroindustria.

La única forma de recobrar la confianza para trabajar por la economía es reconocierndo nuestros errores y explicitando el país que aspiramos construir para nuestros hijos.

[1] Jaime Guzmán, Revista Realidad N°25, 1981

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