Cuidado con la revolución social express

Soy partidario del concepto revolucionario, considero que es necesario pasar a otro estado social distinto al capitalismo, uno que no se sustente en la competencia entre los humanos, en la explotación de los más pobres y en la depredación desenfrenada de la naturaleza

Por Director

20/09/2011

Publicado en

Columnas

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Soy partidario del concepto revolucionario, considero que es necesario pasar a otro estado social distinto al capitalismo, uno que no se sustente en la competencia entre los humanos, en la explotación de los más pobres y en la depredación desenfrenada de la naturaleza. Para eso necesitamos una revolución.

Los marxistas ortodoxos creyeron (y creen) que la economía y lo material determinan la sociedad, si se controla los medios de producción y se distribuye la riqueza equitativamente, el resto es cosa de tiempo. Gramsci, por su parte, amplió esa visión integrando componentes funcionales a la hegemonía por fuera del aparato del Estado, así, escribió en sus “cuadernos de la cárcel” sobre el rol de los medios de comunicación, de la escuela y de la religión, entre otros. No fue la izquierda quien entendió a este intelectual italiano, sino la derecha más dura.

Los propulsores del modelo ultra capitalista hicieron una revolución social en Chile, a la fuerza, pero la hicieron. Transformaron la educación hasta alejarla lo más posible de un enfoque libertario, se apropió y controló los medios de comunicación masivos para imponer la única y posible “verdad”, se hizo del asistencialismo la droga de las clases bajas, hipnotizó a la pujante clase media para que aspiraran a vivir como burgueses y les abrió, inteligentemente, las puertas al crédito; ahora es el aspiracionismo el motor de la economía interna y la deuda la bencina. Nos llenaron de deseos inmediatos y nos hicieron olvidar nuestros sueños colectivos.

Es en esa sociedad donde algunos quieren hacer la revolución socialista ahora ya, en un país donde más del 80% de la población adulta no entiende lo que lee (Revista Creces, abril 2001), donde 5.000.000 de ciudadanos no está inscritos en los registros electorales (Ciper 2011) porque confunden la política con la politiquería de los partidos políticos, una sociedad en que los adultos son incapaces de explicar la diferencia entre Estado y gobierno y que responden, frente a las dificultades del debate político, un “me da lo mismo lo que pase, lo único que sé es que mañana tengo que trabajar”.

El actual movimiento estudiantil ha sido por lejos lo más revolucionario que hemos tenido en los últimos 40 años. El retorno de la democracia no generó cambios profundos, al contrario, la Concertación ajustó y validó el modelo de la dictadura, presentándonos una caricatura de democracia protegida y de social democracia “baja en sodio”, como bien dice Garbriel Salazar en El Ciudadano de septiembre, «la Concertación nos traicionó».

Nuestros jóvenes han sabido desestabilizar la abulia e indiferencia social de la generación de los 70s y 80s, no tienen miedos anacrónicos y quieren comenzar a construir su propio futuro. Pero ojo, es importante que la revolución sea desde abajo, cultural, propia de nuestra identidad perdida, sin modelos extranjeros ni discursos socialistas marxistas reciclados. El movimiento estudiantil ha sentado las bases para la organización popular articulada, no sabemos si podrán seguir luchando con la misma fuerza frente al poder del Estado y sus administradores, pero eso no es lo más importante, lo que acá debemos levantar es una cultura política de bases, estimular la organización local, la coordinación de las demandas, recuperar la CUT y el Colegio de Profesores, hacer una contra hegemonía amplia y paciente, pero no complaciente.

La revolución no es un momento, es un proceso histórico y social, llevará tiempo si queremos que sea amplia y democrática. Hay que tener cuidado con la fiebre de la revolución exprés, esa que grita violentamente por un cambio radical de todo a partir de mañana, porque la verdad no tiene dueño sino que la debemos construir entre todos y todas, porque no hay una lucha más importante que otra, porque no existe un camino único para la revolución que ya comenzamos, sino múltiples, con sus propios énfasis, pero paralelos.

Por Francisco Córdova Echeverria

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