-Columna de opinión-

El cura Guerrillero Camilo Torres, alias Argemiro

Camilo Torres, el cura guerrillero, fue un constructor de puentes hasta sus últimos días. Durante toda su vida promovió el diálogo entre el marxismo y el cristianismo. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”, afirmó más de una vez.

Por El Ciudadano

03/02/2024

Publicado en

Columnas

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Por Jean Flores Quintana

El día 3 de febrero de 1929 nació en Bogotá Camilo Torres Restrepo, el sacerdote que se levantó en armas contra el ejército colombiano que masacraba al pueblo.

Dos meses antes de su nacimiento, el 5 y 6 de diciembre de 1928, se produjo la “masacre de las bananeras”. Otro triste episodio histórico en la larga tradición oligarca de asesinar a mansalva a la clase trabajadora. Cambian los países, pero los actores son los mismos: una empresa norteamericana, un Estado lacayo, un ejército rastrero y un pueblo que se organiza tras escuchar el ruido de sus cadenas.

Aquel proceso de movilización en el municipio de Ciénaga, germinó con el pliego de peticiones aprobadas por unanimidad en la asamblea del 6 de octubre por la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, cuyos principales puntos fueron el seguro colectivo obligatorio, reparación por accidentes de trabajo, aumento de sueldo, habitaciones higiénicas, descanso dominical, servicio hospitalario y abolición del sistema de contratista. La gigantesca firma transnacional United Fruit Company se negó siquiera a recibirles. Para ejercer presión, los trabajadores ejecutaron actos de sabotaje tales como la paralización de faenas, detención de trenes, interrupción de accesos portuarios e intervención de las comunicaciones. Por su parte, la comunidad local, comerciantes y locatarios no solo se hicieron parte del petitorio, sino que además jugaron un rol central en el abastecimiento de alimentos. Sin embargo, nada sacó de su posición a la firma norteamericana.

El gobierno del conservador Miguel Abadía Mendez se puso del lado de la Compañía y decretó Estado de Sitio el 4 de diciembre. Cronistas afirman que marines estaban listos y dispuestos a intervenir si las fuerzas represoras colombianas no restituían las faenas de producción. Así se constituye la ecuación de la muerte: un gobierno subordinado a los intereses del capital extranjero, un ejército servil a la clase patronal y un pueblo desarmado exigiendo condiciones básicas para una vida digna. Se calculan 25 mil manifestantes congregados en las calles de Ciénaga. De ellos, cerca de mil fueron asesinados, según estimaciones del propio embajador estadounidense. Gabriel Garcia Maquez narra estos acontecimientos en su universal obra Cien Años de Soledad, así:

La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales. Los obreros ociosos desbordaron los pueblos. (…) Allí estaba José Arcadio Segundo, el día en que se anunció que el ejército había sido encargado de restablecer el orden público. Aunque no era hombre de presagios, la noticia fue para él como un anuncio de la muerte que había esperado desde la mañana distante en que el coronel Gerineldo Márquez le permitió ver un fusilamiento.

La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa de conciliación. Tan pronto como se exhibieron en Macondo, los soldados pusieron a un lado los fusiles, cortaron y embarcaron el banano y movilizaron los trenes. Los trabajadores, que hasta entonces se habían conformado con esperar, se echaron al monte sin más armas que sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono. Las acequias se tiñeron de sangre. (…)

En este contexto de profundas desigualdades sociales nace Camilo Torres, solo que en la vereda de los privilegios. Mientras estudiaba Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, decide ingresar al Seminario Conciliar de Bogotá, cuyos siete años de estudio y reflexión fueron decisivos en su interés por la realidad social y su acercamiento a los sectores empobrecidos. En 1954, una vez ordenado sacerdote, viaja a Bélgica para estudiar sociología en la Universidad de Lovaina, ciudad en la que toma contacto con el movimiento sindical cristiano y los sectores de la resistencia argelina. Cinco años después tras su regreso a Colombia se articula inmediatamente con las organizaciones estudiantiles, sindicales y campesinas. Ese año fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, donde posteriormente fundaría la primera Facultad de Sociología de América Latina.

A mediados del siglo XX el mundo observaba cómo las potencias disputaban la hegemonía mundial. La Guerra Fría inició una escalada militar, económica y de control e influencia territorial sin precedentes. Bajo este escenario, las iglesias latinoamericanas son impactadas por dos hechos coyunturales: la Revolución Cubana y el Concilio Vaticano II. Por su parte, Colombia, desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitan, el Caudillo del Pueblo en 1948, entra en un escabroso proceso de casi dos décadas de persecución y exterminio al movimiento popular, orquestado por dictaduras civiles y militares derechistas. Se calculan 200.000 muertos y un flujo migratorio de 2 millones de personas entre 1948 y 1966.

Camilo Torres, el cura guerrillero, fue un constructor de puentes hasta sus últimos días. Durante toda su vida promovió el diálogo entre el marxismo y el cristianismo. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”, afirmó más de una vez.  Salió de su zona de confort en la seno de la elite colombiana para ayudar a los sectores empobrecidos, identificó la importancia del pensamiento crítico y trajo las ciencias sociales aplicadas a latinoamérica, utilizó la posición de sacerdote -cual si fuera un influencer– para generar conciencia de clase y bregó por la unidad de las fuerzas políticas transformadoras, todo esto, al servicio de la clase explotada y los despojados.

La Teología de la Liberación es una corriente de pensamiento que incluye a católicos y protestantes, nacida en América Latina en los años 60 tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la Conferencia Episcopal de Medellín (1968). Sus principales banderas fueron la lucha contra la pobreza generada por el capitalismo y la superación de la injusticia estructural de la sociedad mediante la aplicación de las ciencias humanas y sociales. De este modo, miles de sacerdotes que abrazaron este pensamiento como filosofía de vida se desplegaron por toda la América morena y castigada, construyendo tejido social donde no había, promoviendo organización popular en campamentos, clubes deportivos, sindicatos, agrupaciones de jóvenes y mujeres, siendo la fuerza que sostiene la retaguardia. No obstante todo lo anterior, las circunstancias políticas obligaron a Torres a tomar posiciones en la vanguardia.

En enero de 1964 fundó el Frente Unido del Pueblo, un movimiento de oposición a la coalición de los partidos tradicionales, conformado por campesinos, obreros, sindicatos, gremios y estudiantes. La iglesia católica intenta persuadirlo para que regrese a Lovaina a estudiar, sin embargo, desiste de la oferta y en junio de 1965 da su última misa. Los métodos pacíficos de lucha contra la feroz represión del Estado colombiano, para Camilo Torres, terminan el 7 de enero de 1966, cuando anunció su incorporación al Ejército de Liberación Nacional.     

El legado de Camilo Torres es hondo y profundo en la conciencia del pueblo latinoamericano. Su carisma sin igual aún pervive en la cultura colombiana y por cierto, en la vasta tradición de héroes e íconos populares de nuestra América.

Dos grandes reflexiones que atraviesan la vida y el pensamiento de Camilo son:

El pueblo tiene derecho al poder. Hay que preguntarle a la oligarquía cómo lo va entregar. Si lo entrega pacíficamente, lo tomaremos pacíficamente, pero, si decide entregarlo por  la violencia, nosotros lo tomaremos violentamente”.

“El deber de todo cristiano es ser revolucionario, y es revolucionario hacer la revolución”.

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