El Peñismo contemporáneo

Sin mayores antecedentes durante los últimos 30 años, nos vemos enfrentados a un problema social que nadie supo predecir en lo absoluto

Por Director

30/10/2019

Publicado en

Columnas

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Sin mayores antecedentes durante los últimos 30 años, nos vemos enfrentados a un problema social que nadie supo predecir en lo absoluto. Del mismo modo, como suele ocurrir frente hechos de esta índole, las interpretaciones del fenómeno ex-post sobreabundan. De esas respuestas, las hay de todos los tipos: algunas más sensibles socialmente, otras más dogmáticas, con matices más o menos experienciales, menos técnicas y un larguísimo etcétera.


No cabe duda eso si que uno de los ejemplos icónicos, y a quien se suele endilgar cierta lucidez (e intelectualismo), corresponde a la pluma de nuestro profeta dominical, el sr. Carlos Peña.
Sin ambages, su diagnóstico es elocuente. Por un lado, con énfasis, sostiene que el conflicto que vivimos está determinado por los efectos consustanciales de la modernización capitalista;la idea que la suma de todos los males es la creciente demanda de los sectores bajos y medios, quienes fruto de la expansión del consumo, aspiran a mejores bienes y servicios que el propio sistema les prometió. Desde luego, no cumplió.


Y, por otro, la obsesiva interpretación psicoanalítica de la que el rector se alimenta, en cuya explicación nuclearlas manifestaciones sociales consistirían en un tipo de expresión pulsional, irreflexiva y pueril, distante de la racionalidad deseable de una sociedad democrática y deliberativa, propia de un país pensante. A partir de ello entonces, ha traído a colación desde Kant hasta (curiosamente) Wittgenstein, en un intento desesperado por reivindicar las reglas y el orden público.

El problema de esta lectura, veremos, descansa en los hechos mismos; en lo que es el caso, como se diría con rigor analítico. Así entonces, ambas tesis reposan en un error intelectual mayor- parafraseando al mismo don Carlos- Pretender que la coherencia discursiva colapse el ejercicio crítico acerca de la factualidad de las premisas.

En primer lugar, la modernización capitalista, la cual tanto nos hace referencia Peña, estriba en un tipo de comprensión del fenómeno social inteligido desde una racionalidad instrumental (aunque él no lo quiera). Naturalmente, con tintes de carácter sociológico y embalsamado en un gran manto de teoría- digno del rector. Esa misma que hace unos días con bombos y platillos proclamaba que el alza del metro era una decisión técnica y económicamente correcta. La que a menudo nos recuerda que el per cápita chileno llega a los 20 mil dólares anuales; un incuestionable estándar OCDE. Esa modernización que anestesia el deseo y la sensación de incompletitud propia del individuo chileno, aquietada con el espejismo y la fugaz experiencia de libertad propiciada por el acto de consumo.

Luego, sólo la ubicuidad y la bondad del mercado serían el desencadenante del problema.
Así, y con soltura, el rector enarbola sus reflexiones sobre la base de un argumento naturalizado: los datos y/o variables socio-económicas, aquell@s que a diario justifican nuestro rampante modelo de desarrollo.

Con este panorama, cabría preguntarle al profesor Peña si es posible comprender la conflictividad social desde una arista conceptual que objete los principios expuestos en “lo que el dinero sí puede comprar” (su libro). Es decir, una interpretación que asuma que lo que está en juego en la revuelta reciente es el no juego, o que las ímplicitas reglas de su segundo Wittgenstein están siendo interpeladas y radicalmente aniquiladas. Que usted profesor está jugando ajedrez en un tablero de ludo; que el concepto de modernización aspiracional, junto a la desenfrenada actividad pulsional por el anhelo de consumo, no es más que su observación cargada de teoría, de la cual no se puede desmarcar. A saber, su defensa ferviente del mercado.

Pero, profesor Peña; ¿qué ocurre si los datos que apoyan su argumento son leídos no como una modernización, sino más bien como una precarización? No será que el ajado artefacto de Nicanor tiene más vigencia que nunca ““Tenemos dos panes, usted se come 2 y yo como ninguno, el promedio es uno”. Tal vez, esa aparente experiencia transitoria de libertad al consumir, no es más que una dramática y nefasta sublimación con fecha de vencimiento: 25 de octubre de 2019.

Al parecer, el rector se esfuerza por domeñar las interpretaciones alternativas, no atendiendo a la verdad de sus premisas, sino más bien a la coherencia de su argumento. El dilema es si aceptamos o no, el contenido fáctico de éste. La ante todo supuesta bondad de la interacción de mercado.

Martín Saavedra C.
Profesor asistente
Facultad de Medicina, Universidad de Chile

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