El Valle del Huasco: la última frontera

Algo más de  100 kilómetros separan al Valle del Huasco del Valle de Copiapó, en el Norte Chico chileno

Por Director

19/06/2012

Publicado en

Columnas

0 0


Algo más de  100 kilómetros separan al Valle del Huasco del Valle de Copiapó, en el Norte Chico chileno. A pesar de la relativa cercanía, la diferencia es radical: el Valle de Copiapó no tiene agua y  el Valle del Huasco aún tiene.

Por supuesto que esto no siempre fue así. Cuando los españoles llegan a estas tierras, su primera toma de posesión ocurre justamente en el Valle de Copiapó, eligen el lugar debido a su caudaloso río y su frondosa vegetación. Gerónimo de Vivar, cronista acompañante de Pedro de Valdivia, describe así ese momento: «En jueves XXVI días del mes de octubre del año de nuestra salud de mil y quinientos cuarenta, ante un escribano del rey y de representación real, el general tomo posesión en nombre de su majestad. Hizo las diligencias que en tal caso se requerían, diciendo en voz alta que emprendía y emprendió y tomaba y tomó posesión de aquel valle de Copiapó en nombre de su majestad”.

Esto ocurrió en el asentamiento de Copayapu, que en aymara significa vega verde (copa= verde; yapu= tierra cultivada).  Hoy en cambio, el río de Copiapó simplemente no existe, se secó.  Un poco más al norte, a la altura de Chañaral, existe otro valle que se extiende desde El Salvador, pasando por las localidades de Diego de Almagro y El Salado, hasta la costa.  Lo mismo ocurrió allí: el Río del Salado, antaño lugar de veraneo y de pozas, se secó, dejó de existir. Al igual que el Río Copiapó, suma sus arenas a las piedras del  desierto de Atacama, el más seco del mundo.

La causas son siempre las mismas: la intervención del ser humano sobre las aguas de esos frágiles ecosistemas y, específicamente, el uso irracional y ecocida que la gran minería extractiva realiza del recurso hídrico.

El Valle del Huasco, cuyo Río del Huasco aún trae agua podría correr la misma suerte que han tenido los demás valles de la IIIª Región. En la actualidad ocho megaproyectos mineros se encuentran instalados en la zona cordillerana de ese valle. Entre ellos, el conocido proyecto Pascua Lama de Barrick , uno de los mayores yacimientos de oro del mundo, y también el mega proyecto minero El Morro, de cobre y oro .

Como suele ocurrir con la gran minería extractiva a cielo abierto,  todas estas explotaciones se ubican en los sectores más altos de las cuencas hídricas o incluso –como en el caso de El Morro- en las nacientes de los ríos cordilleranos. El agua es el principal insumo en el proceso extractivo, y es obtenida de los ríos, arroyos y  acuíferos cercanos a los proyectos, a razón de cientos o miles de litros por segundo.

Según estimaciones de la Dirección General de Aguas (DGA, 2008), el consumo de agua fresca por parte de las grandes compañías mineras, ascendió el 2006 a 12 mil 800 litros de agua (12.8 metros cúbicos) por segundo, lo que significa un consumos anual de 403, 6 millones de metros cúbicos.

Pascua Lama es un caso típico de estas irracionales cifras: se calcula que cada gramo de oro extraído de esa mina, requerirá remover 4 toneladas de roca (escombro), consumir ¡380! Litros de agua; 43, 6 KW/h de electricidad (en mi casa el mes pasado consumimos 92 KW/h), dos litros de petróleo, 1.1 kilo de explosivo y 850 gramos de cianuro (Machado y otros, 2011). Y hablamos de la producci,etros de﷽da es ese trtróleo, 1.to hacia el surnte peligro. A todo los relatado, hay que sumar la planta de Agrusuper en Freirinón de sólo un gramo de oro. Pero a las mineras el impacto que esto significa no les importa en absoluto, sólo les importa el oro. En efecto, Pascua Lama es ese tristemente famoso proyecto que, para extraer el oro con mayor comodidad, llegó a proponer el traslado de milenarios glaciares en camiones.

Otro megaproyecto transnacional que hoy se sitúa en la cabecera del Valle del Huasco es El Morro. En su Estudio de Impacto Ambiental (EIA) han señalado que usarán agua de mar  desalinizada para su funcionamiento, transportada por kilómetros de tuberías, desde la costa a la cordillera. Esta “concesión” que la minera hace al medioambiente no debe llevar a engaño. Es lo mínimo que cualquier megaproyecto debiera hacer en los valles del norte.  Es que, además, no hay alternativas, el recurso hídrico del Valle del Huasco está sometido a una presión y una extracción tan intensa que se agota paulatinamente. Son ocho los megaproyectos mineros que demandan agua para uso industrial, a lo que se debe sumar las grandes extensiones de parronales que lo recorren de este a oeste.

La mayor amenaza que la población de la parte alta del valle percibe respecto de El Morro, es el lugar donde, según el EIA, se ubicará el tranque de relave: en la naciente misma del Río Cazadero, uno de los ríos que alimentan el Río Huasco. Este tranque estará contenido por un muro de 230 metros de altura, ahí, sobre las cabezas de los habitantes del valle, se depositarán diariamente 296.100 toneladas de material estéril y 90.410 toneladas de relaves, los que durante catorce años de operación alcanzarán aproximadamente 450 millones de toneladas de desechos. Según el propio EIA, habrá daños en la cuenca de las quebradas Larga y Piuquenes, ambas tributarias de la cuenca del Río Cazadero, además de ”afectación de recursos hídricos superficiales desviando el cauce original de las aguas no contactadas de la Quebrada Larga que no tuvieron contacto con elementos contaminantes, aguas que serán captadas y depositadas en piscinas colectoras; afectación de recursos hídricos subterráneos, perturbando la calidad de las aguas,”, etc.

Actualmente el proyecto El Morro está detenido. Una sentencia de la Corte de Apelaciones de Antofagasta, ratificada en abril de este año por la Corte Suprema obligó a suspender toda actividad y dejó sin efecto el EIA de la empresa. La razón: la empresa no respetó el Convenio 169 de la OIT que desde el año 2009 obliga en nuestro país a las empresas y al Estado a realizar procesos de consulta con las comunidades indígenas, siempre que un proyecto las afecte. Este recurso de protección había sido interpuesto por el Observatorio Ciudadano en representación de la comunidad indígena de los Huasco Altinos, la que nunca fue consultada en estos años por la minera. Por el contrario, la empresa trasnacional se había entendido con el Centro Cultural Diaguita, y desde ahí, promovido la (re)organización de comunidades diaguitas, visitándolas a menudo y sosteniendo – tal como consta en tribunales- que los Huasco Altinos serían campesinos y no indígenas. Sin embargo, la Conadi confirmó a la justicia chilena que en el Valle del Huasco “de acuerdo a las legislación actual, las personas indígenas titulares de derecho  son los comuneros de la Estancia Los Huasco Altinos”. De este modo, todos los esfuerzos que en los últimos años hizo El Morro de reactivar, de acuerdo a su interés, una comunidad indígena no reconocida por la ley, para así no tener que consultar a otra que sí está reconocida (Los Huasco Altinos) y que se opone al proyecto, quedó invalidada.

El Valle del Huasco se encuentra en evidente peligro. A todo lo relatado, hay que sumar la planta de cerdos Agrosuper en Freirina (las más grande del mundo), la instalación en la costa de la Termoeléctrica Castilla (la más grande de América Latina),  la instalaciones de la Compañía Minera del Pacífico, CAP (la más grande de Chile), etc.

Todas estas empresas, además de las mineras y de los parronales, extraen el agua de ese modesto río, que en promedio no tiene un ancho superior a lo 6 metros, que es tan poco profundo que ningún adulto se podría ahogar ahí y cuyo caudal sinuoso y ondulante da vida a uno de los últimos valles del norte que sigue vivo.

Los valles del Norte Chico son zonas de transición entre el desierto atacameño característico del Norte Grande y los valles verdes de la zona central, sin embargo, como todos los que están más al norte del Valle del Huasco ya han quedado sin sus ríos, es este valle la última frontera que mantiene dicha zona de transición y detiene el avance del desierto hacia el sur.

Los habitantes de la zona lo tiene cada vez más claro,  por eso mismo, el sábado 2 de junio más de tres mil personas marchamos por las calles de Vallenar en la Novena Marcha por el Agua. En todo caso, perder otro valle no es sólo un problema para la zona, es una pérdida para todo el país y también para el Plantea. Todos debemos marchar por no perder el Valle del Huasco.

Por Pedro Santander

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones