La crisis del Chile Concesionado y los 83° años del PS: Rescatar lo mejor de Allende

El Chile concesionado de la transición hizo crisis el fin de semana

Por Leonel Retamal

19/04/2016

Publicado en

Columnas

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Edison-Ortiz-3-380x252El Chile concesionado de la transición hizo crisis el fin de semana. Durante ésta, a su vez, el oficialismo socialista conmemora 83° del nacimiento del partido que irrumpió con la crisis del 30 y cuyos líderes, entre ellos Allende, levantaron un proyecto nacional-popular con vocación de poder y aglutinaron a una siempre dispersa izquierda que en 50 años, fue capaz de erigir un Estado de Bienestar que otorgó derechos, industrializó el país, que hizo la reforma agraria, nacionalizó el cobre, entregó el ½ litro de leche a cada niño, hizo barrios populares decentes, fomentó la lectura, permitió el ingreso masivo de obreros a la universidad, creó el INACAP y, en definitiva, generó toda la riqueza que las administraciones tanto de Pinochet, como de los gobiernos de la concertación en general, incluido este, se dedicaron a vender o despilfarrar. Hoy, en momentos de una profunda crisis institucional, y de una izquierda bastante dispersa, cabe preguntarse por la figura de Allende y el rol de los socialistas en esa reconfiguración.

Y es que, desde hace tiempo se ha hecho costumbre que casi todos los dirigentes socialistas se reconozcan como tales en Allende, aunque no dudan en despreciar su principal legado. Ello explica que, por ejemplo, Camilo Escalona, crítico de la experiencia allendista no dude en que el título y la foto que identifican su libro tengan como ícono central al ex presidente; que la propia organización en 2013 celebró sus 80° años editando un libro en que el tema central es la figura del Chicho; unos meses más tarde al cumplirse 40 años del Golpe, la colectividad publicó nuevamente un libro – “Salvador Allende, presidente de Chile. Discursos escogidos 1970-1973” – en que su figura volvió a ser su principal referente. Un poco antes, Carlos Altamirano, junto a Gabriel Salazar, editó sus memorias donde hay casi cien páginas y un capítulo dedicado a Salvador Allende. Y por si esto fuera poco hace apenas un año el PS eligió, por primera vez a una mujer como su presidenta, resultando electa nada menos que Isabel Allende. Y si no se me creen, acaban de publicarse las memorias de Hernán del Canto, el hombre del controvertido diálogo con Allende el día del Golpe y quien fue impuesto desde el PS y la CUT a éste, que llevan por título nada menos que el siguiente: “Un hombre de Allende”.

Y pese a tanta reivindicación a la hora de hacer política y seguir su ejemplo, Allende no existe para el PS. Y es que su principal virtud reconocida por ex figuras del socialismo local, fue su capacidad para articular a las fuerzas de izquierda lo que llamó la atención de la CIA (Joan Garcés, Soberanos e Intervenidos) y sorprendió a estudiosos europeos acostumbrados a izquierdas latinoamericanas muy épicas, pero marginales (Joan Alcázar).

“No se podría escribir la historia chilena… sin reconocerle un rol determinante al PS”

La frase es de Raúl Ampuero, uno de los más notables secretarios generales de la vieja guardia: “Su participación decisiva en la movilización y en la reorganización de los trabajadores después de la Gran Crisis, tanto en el campo sindical como político; su contribución al programa del desarrollo industrial en el curso de la Segunda Guerra; su aporte a la renovación intelectual de la izquierda en los años post-bélicos; su resuelta iniciativa para forjar un movimiento de avanzada nacional que tuviera como objetivo la transformación radical de la sociedad y el Estado; su tenacidad -en fin- para defender y ampliar los derechos democráticos y los niveles de vida del pueblo, son hechos demasiado evidentes para ser ignorados”.

Aquel reconocimiento y valoración era significativo (y necesario) en medio del desastre organizacional e ideológico en que se encontraba la colectividad. Era 1986, el PS cumplía su 53° años en medio de la clandestinidad, el exilio y la mayor dispersión del socialismo local que en el “año decisivo”, alcanzó la no friolera cifra de casi veinte fracciones que iban desde el PS-Moraga afín al régimen hasta el PS Salvador Allende o Los Comandantes que proponían la vía armada y que lideraba el hoy asesor presidencial Robinson Pérez quien, junto a otros jóvenes radicales como Gustavo Ruz o el tata Moreau, se salvaron milagrosamente de las garras de la dictadura y que luego, encabezaron, una crítica frontal a Carlos Altamirano en el exilio que curiosamente coincidió con el inicio de la defenestración de su cargo por la fracción interior del PS, apoyada por el bloque soviético, la misma que había sido objeto de la infiltración brutal de la DINA desde 1975.

El balance del PS hoy

No puede desconocerse el rol de la colectividad en la recuperación democrática ni menos en la transición donde, primero desde un papel marginal, logró luego, transformarse en actor protagónico de la transición al punto que dos presidentes – Ricardo Lagos en una oportunidad y Michelle Bachelet que cubren 18 años – salieron de sus filas. Tampoco puede minimizarse su aporte a la agenda pública del último cuarto de siglo: Derechos Humanos, políticas de equidad, juventud, paridad de género, inclusión, o su papel en la reforma laboral y previsional. Aunque, todo ello se hizo bajo la egida del modelo más neoliberal implementado en América Latina y con el partido socialista más afín a esa ideología corresponsable dado que casi todas sus directivas dieron luz verde a las privatizaciones y concesiones. Y si bien, tal como lo argumentan algunos de sus ex presidentes, el PS en los inicios de la transición apostó más bien por ser la casa común de la izquierda y hubo tibios intentos por marcar distancia con el ala más conservadora de la coalición (el PDC), lo cierto es que conforme fue pasando el tiempo y tal como ya tempranamente lo diagnosticó Carlos Altamirano el 2001 – “el PS no se renovó, sino se acomodó”- el grueso de la dirigencia del socialismo local se arrimó cada vez más al orden y se alejó, también, cada vez más, de los ímpetus transformadores que promovió Allende y que fueron postergados en 1990 por razones de Estado para facilitar la transición que partió con un rol preponderante del ex dictador, con un senado en minoría producto de los propios ripios que los temerosos y humillados actores que pactaron la transición por parte de la concertación y también, como lo explicitó Boeninger más tarde, porque en las cúpulas que dirigieron ese proceso se había alcanzado “un consenso ideológico”, sobre el modelo neoliberal implementado y su permanencia en democracia.

El XXVII Congreso y la traición al proyecto histórico Allendista

Tal acomodamiento de la dirigencia se hizo mucho más visible a partir del XXVII Congreso que derribó a Gonzalo Martner y a la joven directiva de recambio y reinstaló a dos viejos zorros de la transición en la dirección del PS: Ricardo Nuñez y Camilo Escalona quienes con el apoyo de hombres claves en el gobierno y la colaboración de una militancia sociológicamente ajena a la tradición partidaria, ávida de cargos en el Estado que le permitieran movilidad social logran retomar el control. Es enero de 2005 y ha caído derrotado el último proyecto reformista que se había incubado al interior del PS y que intentaba consolidar su rol de izquierda.

Y si bien los medios dieron cuenta de la brutalidad y de la falta de debate que rodeo aquel evento que derribó al economista, lo cierto es que ninguno de ellos percibió nítidamente el trasfondo de lo que aquel episodio significaba: con ese hecho el PS había cambiado definitivamente su matriz política-ideológica que hasta allí se situaba en la izquierda de la coalición y que, a partir de ahora, lo transformaba en eje para el funcionamiento del partido del orden, cumpliendo un rol de bisagra entre el centro y la izquierda de la concertación que mutó definitivamente a partido de centro cuando las directivas del PDC, debido al hundimiento de la UDI, pasaron a representar directamente el interés empresarial enfatizando su rol de centroderecha como hemos tenido la oportunidad de observarlo estos dos años.

Tal acuerdo, que acaban de ratificar Isabel Allende y Carolina Goic, se formalizaría el 2008 para las municipales que es cuando se pone en escena el pacto electoral que, desde entonces, une carnalmente al PS y la DC, y que ha llevado a Camilo Escalona y a otros actores a tergiversar la propia historia socialista, para justificar ese pacto contranatura.

Desafío del PS en sus 83° años: sincerar su historia, para acometer su presente y su futuro

Alguna vez siendo alumno de Gabriel Salazar le oí decir que las personas, al igual que las instituciones, a veces omiten u olvidan parte de su propia experiencia de vida con el objeto de hacer más coherente su relato biográfico. Ello explica muchas veces la incoherencia entre lo que decimos y lo que hacemos producto de la existencia de esas lagunas intencionales. En tal sentido, nos señalaba Salazar, la metodología podía ayudar a encontrar una explicación a esos vacíos, recuperarlos y hacer más consistente y más rica la experiencia de vida de quienes habían vivido procesos dolorosos tal cual como sucedió con los herederos del partido de Allende. En psicología aquello se llama teoría de la disonancia cognitiva y que se ejemplifica de manera pedagógica con aquel prisionero que le tocó custodiar a sus iguales en los campos de concentración y que concluye generando toda una teoría que justificaba su actuar.

Y presiento, como alguien que militó 30 años de su vida en dicha colectividad y donde encontré amistades que perduran hasta hoy, que algo de ese trastorno se traspasó al viejo y querido PS: el negar y olvidar no solo su pasado como fuerza popular-nacional (Allendista) que llevó a Raúl Ampuero a escribir ese maravilloso texto – “El socialismo entre hoy y mañana”- que recogió lo mejor del aporte socialista a la historia chilena del siglo XX mientras campeaba el terror, la división y la renuncia, sino también a trastocar y distorsionar su propia historia – como la hecho sistemáticamente Camilo Escalona, o las recientes memorias de Hernán del Canto, por ejemplo – en aras de olvidar el rol de agrupamiento y articulación que desempeñó históricamente el PS y justificar un pacto que no tiene sustento en el pasado socialista.

El PS y Los tránsfugas: una historia, por ahora, solo novelada

No hace mucho un connotado ex militante socialista escribió parte de ese relato incontable de manera literaria, la única manera de hacerlo por ahora dado el trauma existente. En tal obra, Hernán Coloma, cuenta algunas de esas tragedias y peripecias que envolvieron y rodearon la conversión de los socialistas chilenos. En el capítulo La Habana la pluma de Hernán deja entrever algo que los socialistas callan u olvidan, y que el protagonista de la historia sincera cuando llega a la siguiente conclusión: “y en el medio del insomnio aparece una idea que sé que debo guardar para cuando salga el sol y recupere el sentido de realidad… desde los primeros días después del derrumbe del gobierno, me sorprendió la velocidad con que nos quebraron, en una cacería humana calculada, donde cada paso estaba premeditado” y continua luego “la idea que me desveló es descubrir que la información del plan para destruirnos está en nosotros. Ésta, pero fragmentada en cada uno. El hallazgo me replica en la mañana. Una alarma que abre un agujero de claridad, los infiltrados tienen que haber dejado huellas… Solo así podremos construir futuro”.

De otra manera no se explica esta dicotomía de la dirigencia socialista de la transición en que por una parte niega, la vigencia del legado histórico-político de Allende – la construcción de una alternativa nacional-popular al neoliberalismo – y que por otra, desde Escalona a Hernán del Canto pasando por la propia institución, todos quieran reconocerse en la figura de Allende: sea retratándose en la portada del libro con el Chicho, sea autoproclamándose un hombre de Allende, sea publicando monumentales volúmenes para los 30 0 40 años, y como seguramente ocurrirá en el 50° aniversario del Golpe y es que su impronta y ese trauma aún no aclarado los persigue hasta hoy.

Y es que parte de los problemas políticos del PS no son solo “su viaje al centro”, ni encabezar un gobierno y una coalición que, hoy lo podemos decir literalmente, cada día hace aguas por todas partes, ni las dificultades evidentes que enfrenta su presidenta, la senadora Allende, con el gobierno y con Aleuy (por ende con Escalona) y que se expresan en la demora para solucionar el conflicto de Atacama y cuyo propósito, sin duda, es perjudicar a la parlamentaria; lo son también sus silencios históricos, sus mitos-épicos de la resistencia que se inventaron algunos de sus líderes, son sus tránsfugas así como sus renuncias cuya evidencia más notoria es su definitiva conversión ideológica pese a que, unas siempre aporreadas bases, piensen que está vez sí que sí, que la rebelión interna va.

Todo ello teniendo como escenografía de fondo una izquierda que, como lo diría, Octavio Paz, es un archipiélago de soledad, donde abundan los egos, los partidos taxi, los profetas de todo tipo y que, como ya se puede prever, y pese al esfuerzo de Boric-Jackson, no logrará construir una alternativa política real al duopolio farreándose una vez más la posibilidad cierta y esta vez por culpa propia, de desbancar la hegemonía conservadora local. Es en ese rol de articulación de las fuerzas de izquierda y siempre a instancias de Allende donde hoy más se extraña al socialismo local ya que por ninguna parte, se ve a quien pueda relevarlo en ese esfuerzo. Práctica política que Allende promovió en el PS a lo largo de décadas hasta alcanzar el triunfo y que, seguramente, no estará presente en el discurso oficial de conmemoración aunque sea la hija de Allende quien lo pronuncie y la figura de su padre quien presida la celebración de tamaña conmemoración.

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