La educación gratuita no se baja y que se vaya Martínez

Los líderes estudiantiles no deben bajar la exigencia de educación gratuita

Por Director

03/09/2011

Publicado en

Columnas

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Los líderes estudiantiles no deben bajar la exigencia de educación gratuita. Sería un error fundamental y una derrota momentánea. Esta sociedad puede otorgarse un derecho social que no es un lujo. Que todos y todas, incluidos los hijos de los ricos, estudien gratis; así aprenderán éstos lo que es el valor de la solidaridad. Es una manera de arrebatárselos a la empresa ideológica familiar de la derecha conservadora, patriarcal e individualista que hoy profesa la religión del lucro para darle sentido a su existencia. Después se les pasará la cuenta fiscal; aumentando de manera sustantiva el impuesto a las grandes herencias patrimoniales o sucesiones. Será la manera como los hijos de los ricos y sus familias retribuyan lo socialmente obtenido así como igualar condiciones y oportunidades. Nivelar la cancha para todos y todas. Es el principio de la justicia redistributiva.

 

El movimiento estudiantil tiene la fuerza social y la simpatía ciudadana para recuperar la educación de manos de la lógica y la funcionalidad de la ganancia del Capital. Por el momento es la batalla social y política crucial donde se miden las concepciones ideológicas de la derecha mercantilista, por un lado, y los de la democracia, del humanismo y del futuro, por el otro. Porque el conocimiento debe ser el bien común mejor compartido, como diría Descartes.

 

Por lo mismo, la educación gratuita es más que un ideal: es una condición necesaria para la realización de la igualdad social. La derecha política y empresarial se opone a ella porque su aplicación abriría una brecha en el modelo neoliberal de mercantilización forzada a la cual ha sometido todas las actividades sociales. Educación, salud, jubilaciones, información, medio ambiente y calidad de vida son bienes que han sido forzados a salir de la esfera pública para ser controlados por el mercado que los ha transformado en mercancías (bienes de consumo y servicios) y según la ley del valor del capital deben ser rentables.

 

Conviene decirlo, ni los concertacionistas ni la derecha en el Gobierno están dispuestos a conceder la gratuidad. Los primeros porque abandonaron los ideales de la social-democracia original y los segundos porque representan a los grandes explotadores de este país, comenzando por el sistema financiero-bancario que consolidó su poder de sanguijuela sobre los ciudadanos durante las administraciones concertacionistas.

 

Pocas clases dominantes han llevado a tal perfeccionamiento los mecanismos de control social capitalistas sobre los ciudadanos-asalariados al punto de crear un sistema que lucra con bienes comunes sociales de la manera más natural.

 

¡Cómo olvidarlo! Para eso necesitaron el aval ideológico que les dieron las administraciones concertacionistas, hoy a la rastra de los movimientos sociales.

 

¿Cuántas veces habrá que repetirlo? Ahora son Bachelet, Lagos y Velasco los que cuentan con el olvido y la ciudadanía desmemoriada.

 

Hemos llegado a un punto en que cada vez es más evidente que la religión de los sectores financieros-empresariales de éste país es la ganancia. El resto es contingente y accesorio. La publicidad de Corpbanca, en el Metro, no puede ser más evidente. Ella se basa en el miedo a la muerte. Antes, para combatir el miedo y darle sentido a la existencia estaba la religión. «Me muero si no puedo enviar mis hijos a estudiar», reza la publicidad. Extorsión odiosa de las angustias de las clases medias y trabajadoras. El mensaje: aquí estamos los salvadores; somos la banca. Es el beso de la muerte del crédito usurero y del interés expoliador. Eso es totalitarismo.

 

Señor Martínez, es contra ese tipo de discursos y sistemas cerrados como el publicitario que la filosofía combate la ignorancia definida como falta de conocimientos. Eso lo sabían Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest, dirigentes sindicales capaces de manejar conceptos, ideas y argumentos y que defendieron con valor intelectual los principios de la clase trabajadora. En la historia, quienes han hecho declaraciones como las suyas, donde se amalgama «vandalismo» social e ideas, y contra la enseñanza de la filosofía y sus profesores, han sido los nazis y los pinochetistas.

 

Señor Martínez, sólo los totalitarios le temen al pensamiento abierto y libre. Si Ud. reflexiona un poco, se dará cuenta quién genera la violencia social y subjetiva en este país. Y cómo el movimiento sindical necesita más debates y más democracia; principios propios de la filosofía a los cuales Ud. se opone. Más claro. Es hora que se vaya. Que le deje el lugar en la CUT a jóvenes dirigentes sindicales preparados para defender los derechos colectivos de los trabajadores, sepultados con su venia durante veinte años de concertacionismo.

 

Por Leopoldo Lavín Mujica

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