La izquierda abriga una esperanza

La izquierda chilena en su recorrido por hacer de Chile un país democrático, justo y solidario en suma, una sociedad socialista, ha tenido en primer lugar a los sectores populares, sus organizaciones sociales y políticas, debiendo soportar embestidas durísimas y épocas malas, como ejemplo, “La Ley Maldita”, firmada por un presidente radical que salió elegido […]

Por Director

06/07/2009

Publicado en

Columnas

0 0


La izquierda chilena en su recorrido por hacer de Chile un país democrático, justo y solidario en suma, una sociedad socialista, ha tenido en primer lugar a los sectores populares, sus organizaciones sociales y políticas, debiendo soportar embestidas durísimas y épocas malas, como ejemplo, “La Ley Maldita”, firmada por un presidente radical que salió elegido con el apoyo del Partido Comunista. Neruda escribió “El pueblo te llama Gabriel…”. Tiempo después, Neruda tendría que salir clandestino de Chile rumbo a Francia. Cientos de obreros comunistas llenaron los campos de concentración mientras duró dicha ley. Los detenidos estaban en un centro en el norte chileno, y hasta allí llegó Salvador Allende, que era en esos tiempos Senador de la República, y se presentó para pedir respuestas sobre el trato del que era víctima la clase obrera. Justamente en la zona nortina, donde Luís Emilio Recabarren había sumado conciencia tras conciencia, para levantar un referente de clase popular.

En aquella época, había prensa obrera, se trataba de educar a quienes en algún momento de la historia, serían los encargados de conducir el país hacia tiempos más humanos. Pero no estaban solos, estaban los libres pensadores, los anarquistas, José Santos González Vera, Manuel Rojas, y otros, además contaban con el diario Claridad. Desde todos lados y con capacidades muy limitadas, se formaba al pueblo, se le decía quien era su explotador, quien era un “chupasangre”, se le enseñaba de la fuerza del sindicato y de la manifestación, del valor de la protesta, del pliego reivindicativo, del justo derecho a huelga. ¡Y que quede muy claro!, esto no es “odio de clases”, sino la constatación de una realidad.

Y el pueblo aprendió en la lucha y en la calle, y por pedir lo justo, la historia de nuestro país es un reguero de sangre. Matanzas obreras en épocas de Pedro Montt, Arturo Alessandri, Jorge Alessandri, y Eduardo Frei Montalva. Los gobiernos de la derecha han dejado más huérfanos que los asesinatos cometidos durante la dictadura militar. Y la izquierda…, siempre hablándole al pueblo de avanzar, estructurando su discurso, y un programa que abrigue las justas esperanzas.

En el recorrido de la izquierda ha pasado una enormidad de políticos: algunos de honda raíz radical, otros de pequeña burguesía desencantada, unos cuantos aprovechadores, y un par de sinvergüenzas, que al poco tiempo prefirieron la comodidad de los sectores de la derecha, que estar al lado de los pobres. Ese camino es duro, hay que ser muy consecuente con el accionar y el decir.

Algunos abrumados por el “realismo” con que deben ver las cosas, se reciclan en la socialdemocracia, se hacen un espacio en la Concertación. Si ellos se sienten bien, que lo hagan, nadie los obliga a estar colocando el violín en el hombro izquierdo, y el arco en la derecha. En cambio, otros arrancando de los discursos que tienen olor a pueblo, transmiten discursos hablando de “gente”, y no de clase obrera, como si Chile fuera diferente al de hace 50 años.

La izquierda chilena, la que recoge los valores del pensamiento de Salvador Allende, el legado y la experiencia de otras partidos que ya no existen -los verdaderos sostenedores del pensamiento humanista- inician un recorrido para colocar las demandas en el lugar donde sean vista cada día, para que sean solucionadas, esa izquierda lleva un candidato: Jorge Arrate.

Los procesos eleccionarios no son una batalla campal, son una cosa muy seria, se trabaja para que haya un presidente, y se necesita por lo menos algo de dignidad. No se puede andar sacándose una foto con un presidenciable, hacer una Asamblea Nacional con dos mil delegados, y unas semanas después marchar junto a otro candidato. Eso es posiblemente una característica de la pequeña burguesía.

No hay discursos añejos en toda esta historia. Los partidos políticos son el reflejo de las contradicciones sociales y una propuesta global. Un voto merece todo el respeto, ya que es una persona que ejerce su derecho. Lo que se cuestiona son aquellos dirigentes, que andan dando saltos para “buscar un lugarcito en los altares del poder”. Lo más delicado es que posturas ambiguas, mensajes mercuriales subliminales confunden a los sectores populares, cunde el desánimo, de nuevo lo mismo, el mal menor, y a eso es lo que apuesta la derecha y El Mercurio.

La derecha está siempre en el mismo lugar y con su mismo discurso.

La izquierda es la única que puede detener Pascua Lama, o la privatización de Codelco. La izquierda quiere que la educación deje de ser un elemento de intercambio de valor económico, que se construyan más hospitales, que se compren menos aviones de guerra.

La izquierda debe seguir en su trabajo de acumular fuerza. No es esta una carrera presidencial testimonial más. En el programa de Jorge Arrate hay historia y pensamiento de izquierda, eso es lo que debe continuar más allá de las próximas elecciones presidenciales. Poco debemos esperar de los resultados parlamentarios. Algunos han sido desaforados por cometer delitos, y muchos representantes que se dicen populares, no han estado presentes en las votaciones, para las leyes que favorecen al pueblo.

Un diputado con un salario mensual, sumando todos sus beneficios, es de DIEZ MILLONES DE PESOS. Ese mismo diputado vota por un sueldo mínimo miserable.

Es posible que algunos también tengan que aprender a estar en la oposición, para la izquierda eso no es nuevo, pues desde hace muchos años es marginada. Los parlamentarios concertacionistas se han acostumbrado a legislar a espaldas del pueblo, y una muestra evidente es el sistema educacional. Colegios ricos para los ricos, colegios pobres para millones de chilenos.

La izquierda con su historia de victorias y derrotas no está por refundar la Concertación, como lo manifiestan los dos candidatos de la Concertación. El bloque en el gobierno está acabado, se agotó, cumplió el mandato dejado por la dictadura. Chile sigue siendo el mismo del último día de las Fuerza Amadas en la Moneda.

Lo que une a los chilenos que quieren cambios, son los proyectos, es un programa popular y realista, con eso se educa al pueblo, con esos instrumentos se suman conciencias, y se ganan batallas. La izquierda debe seguir avanzando. Posiblemente haya que pensar en levantar un nuevo referente, juntar a la izquierda para poner en manos segura el futuro, y no hipotecarlo luego de las elecciones.

Salvador Allende, después de conocer los resultados de las elecciones, en que fue candidato presidencial, llamaba al pueblo a entrar al sueño muy tranquilo, porque el día siguiente había que trabajar de nuevo. Allende no está…, pero eso lo dejó como una práctica cotidiana…. como una tarea para la izquierda.

Por Pablo Varas

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones