La respuesta a la DC está en el Humanismo Cristiano

La filosofía que dio origen y sentido a la Democracia Cristiana ha sido el personalismo comunitario, el cual se reconoce primeramente por insertar las ciencias morales en el estudio de los actos humanos, individuales y colectivos

Por mauriciomorales

16/11/2017

Publicado en

Columnas

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La filosofía que dio origen y sentido a la Democracia Cristiana ha sido el personalismo comunitario, el cual se reconoce primeramente por insertar las ciencias morales en el estudio de los actos humanos, individuales y colectivos. Esta tradición de pensamiento es la heredera del entendimiento de la política trazada desde Aristóteles y secundados por el cristianismo (greco-cristiano).

El común denominador de los padres de la DC internacional y chilena fue la adscripción a la corriente iusnaturalistas ontológicos, la que primeramente se pone al servicio de la defensa de la persona humana, reconociendo su dignidad. Al respecto, en la actualidad la diversidad se ha presentado casi como un fin en sí mismo, pero en los hechos esta ha conseguido erosionar los fundamentos doctrinales del partido. Siendo esta una de las razones de la ingobernabilidad de la DC.

Una segunda razón de ingobernabilidad de la Democracia Cristiana es la falta de fraternidad. Un partido humanista cristiano es absolutamente incoherente sin promover el afecto por los demás miembros de la colectividad, sin él es sólo un instrumento de poder. Las diferencias por cierto existirán en todo espacio de opinión y de decisión política, pero ello no es excusa para la desacreditación y la falta de respeto como habitualmente se observa entre los dirigentes. Un partido que alberga a sus enemigos al interior de la colectividad, ha perdido la esencia del cristianismo.

Comprendiendo por dignidad humana al conjunto de derechos y deberes que permiten al ser humano desarrollar sus potenciales, y así ser persona, podemos afirmar que el personalismo tiene difíciles batallas que dar en el escenario actual de modernidad. En efecto, el partido de la DC pareciera estar inmerso en la confusión entre lo humano y el consenso progresista que conlleva un ideal intangible y plagado de incertezas respecto a la naturaleza humana.

Esa actitud promueve el estar a la vanguardia de las discusiones de sociedad, pero sin tener las respuestas, por lo tanto, la inclinación ha sido asumir el designio de las mayorías. Ello en sí no es malo, porque éstas no necesariamente están equivocadas, sin embargo el partido pierde gravitación y su posición es más de acompañante de coalición que un actor que promueve una dirección de desarrollo – un camino de sociedad. Es decir, se transforma en un colectivo sin visión.

Las incertezas se asumen desde el individuo – sujeto, toda vez que los principios y valores del personalismo se esfuman o evaporan, o lo que es lo mismo, se relativizan. El avance del liberalismo como corriente de pensamiento ha permeado prácticamente todo el espectro político desde la reivindicaciones de los derechos del “individuo”, y el pragmatismo como acción política para detentar el poder. Estos han sido elementos cruciales para el vaciamiento de la corriente de pensamiento del humanismo cristiano.

Probablemente en la realidad de la administración del poder actual, la legitimidad del consenso se comprenda como la suma de voluntades (mayorías), que aspiran articularse tras del concepto “progresista”. En tal sentido, en la actualidad intentar mantener o aumentar el poder desde la máxima de que el derecho es más que suma de voluntades porque está adscrito a rectoría de la inteligencia, puede resultar muy costosa para un partido político, por lo que en los hechos resultaría mejor renunciar a ello y adaptarse a las corrientes mayoritarias.

Por lo tanto, el abrigo del personalismo comunitario puede transformarse en una “mochila” muy pesada en una sociedad que se ha liberalizado en lo valórico, mientras que en lo social se demuestra enormemente insatisfecha. ¿Cuál debiera ser el papel de la DC?

En tiempos de vaguedad y de vacío de contenidos, la verdad ha sido descartada por decreto de los libres pensadores y nos presentan ideas de superioridad, con cierto nivel de rectoría. En este contexto la legitimidad de la normas, incluidos los derechos humanos, se relativizan, transformándose en catálogos de derechos pero vacíos de fundamentos y obligaciones. Si no aprehendemos la naturaleza o esencia de los sujetos, todo se reduce al campo de lo opinable. Lejos queda la lógica aristotélica, que nos invitó a ir a las causas últimas de los fenómenos constitutivos de la legitimidad y legalidad del orden económico.

La Filosofía cristiana ha sido el tronco del árbol ontológico que empujó y dio la espiritualidad a la DC de los años sesenta en adelante del siglo pasado. Hoy no se percibe esa misma vitalidad, sino que por el contrario, la confusión o desdén ideológico pareciera ser la constante.

A pesar del diagnóstico, el personalismo comunitario se nos presenta como un sostén sólido y fecundo para reimpulsar un partido que proponga una sociedad a escala humana. Esto va más allá de un programa de gobierno puntual, es la política con sentido en su pensamiento y acción.

En definitiva, los síntomas de la decadencia de la política nacional y mundial están más bien asociados a la carencia de coherencia y vacuidad en las ideas, por lo tanto, apelar a los valores, virtudes y principios milenarios que nos presenta el humanismo cristiano, pudiera ser una oportunidad para presentar alternativas de desarrollo con más claridad que el mero registro de lo que las ciudadanía demanda, ya sea en su formato encuesta o movimientos sociales.

Por último, la crisis es un tiempo oportuno para, con voluntad y convicción, intentar persuadir de la necesidad de preguntarnos por el sentido de nuestros actos, en lo público y en lo privado, en lo cultural. Lo nuestro es vivir con coraje esta oportunidad, ya que está de por medio la buena vida humana de multitud, como nos señalara el olvidado Jacques Maritain. En tal sentido, me parece que las ideas que ha encarnado Carolina Goic durante el tiempo de campaña, es un buen inicio para proyectar una propuesta política de futuro desde el humanismo cristiano.

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