Los enemigos de la Sociedad

 Hace ya más de cinco décadas, Karl Popper, utilizaba este título para referirse a los enemigos de la sociedad como también a los amenazantes de la democracia liberal, transformando su escrito en un libro referencial para los defensores más contemporáneos del neoliberalismo

Por Director

18/04/2013

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Columnas

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 Hace ya más de cinco décadas, Karl Popper, utilizaba este título para referirse a los enemigos de la sociedad como también a los amenazantes de la democracia liberal, transformando su escrito en un libro referencial para los defensores más contemporáneos del neoliberalismo. Pero el sentido de ese título, aunque en otra orientación, resulta útil para plantear algunas reflexiones sobre la coyuntura política que enfrenta el movimiento estudiantil, donde a pesar de la radicalidad del enunciado, pareciera que a todas luces la élite política torna un complejo escenario para las grandes mayorías expresadas en los estudiantes que salen a calle para exigir un derecho social, como lo es la educación pública.

La destitución de Harald Beyer, producto de la acusación constitucional ¡qué duda cabe que tiene un carácter político! donde a pesar de ser de esa naturaleza, no le resta, en ningún caso, su real legitimidad. Y es que el Ministro ocupa un cargo político, más allá de los aspectos técnicos que pueda requerir una dirección de tal envergadura. En tal sentido, su responsabilidad es política, sin negar por ello, el débil diseño institucional del Ministerio de Educación en materia de fiscalización.

Pero lo preocupante, es que la votación parlamentaria del día de ayer, refleja alguna de las contradicciones que atraviesa a la Concertación, que pareciera, según la dictadura de las encuestas, acercarse a La Moneda, de la mano de Michelle Bachelet. Las dudas de algunos parlamentarios de la Concertación, más cercanos al conservadurismo político que al progresismo, son expresión de una parte significativa del conglomerado de centro- izquierda, que demuestra por momentos una exacerbada ética de la responsabilidad -necesaria por supuesto en todo agente político-, pero una débil ética de la convicción: “Encomendarse a dios para tomar una decisión” que es en todo orden de tipo político, es la mayor prueba de la ausencia de dirección y sustancia de un sector relevante para la toma de decisiones.

Pero no sólo la destitución de Beyer da cuenta de las divisiones internas de la Concertación. La desatada batalla electoral y las luces que han arrojado alguno de los candidatos sobre sus respectivos programas, son alarmantes en cuanto al convencimiento político que requiere todo programa de gobierno. En tal sentido, cuando se le pregunta a la ex presidenta, Michelle Bachelet, sobre la posibilidad de una nueva constitución, la respuesta afirmativa parece retroceder cuando se le pregunta sobre la posibilidad de una asamblea constituyente, tornando compleja la respuesta, la que debe ser sometida a “revisión”; ¡como si un proceso democrático tan esencial debiera ser viable técnicamente para su realización!. Lo que clarifica aún más las diferencias entre las ideas de quien aspira a ser gobernante y el realismo político que plantean los partidos que la apoyan. Esto mismo se ha expresado, por ejemplo, en la retractación de la misma candidata, de hablar de educación gratuita en todos sus niveles, y una semana después hablar de focalizar la gratuidad a los tres primeros quintiles, como si dicha diferencia no diera paso a un cambio en el modelo de desarrollo, de uno que focaliza el gasto social en los sectores más desposeídos y que comprende la educación como un bien de consumo, a uno que comprende a la educación como un derecho social y un bien público, donde la gratuidad permite “equiparar la cancha” en pro de una sociedad más igualitaria. Evidentemente, gratuidad no es sinónimo de calidad, sino más bien es un sinónimo de igualdad, elemento fundamental para continuar con la calidad.

Sin embargo, lo complejo de esta situación, es que el movimiento estudiantil requiere insoslayablemente de una articulación con la élite política de centro izquierda para generar las grandes transformaciones al modelo educativo, y de paso, al modelo de desarrollo. Es sabida la disociación entre la esfera política por un lado, y la sociedad y los movimientos sociales por otro. Para ello, hay múltiples explicaciones en ciencias sociales, pero lo esencial y contingente, es que las grandes transformaciones requieren de una articulación entre las demandas sociales que provienen de la calle y que representan a una mayoría social que quiere concebir la educación como un derecho social, y la clase política que dice representar a dichos sectores movilizados.

Evidentemente, no se le puede exigir a la derecha transformaciones estructurales al modelo de desarrollo y un viraje a la izquierda, si gozan del poder político para mantener el modelo neoliberal que bien han defendido. Pero sí es relevante atender a las lógicas que subyacen a la centro izquierda en este contexto, y sobre todo, en lo que a oferta electoral se refiere.

Finalmente, el movimiento social requerirá en algún momento de articularse con agentes políticos que representen fielmente los intereses de la ciudadanía, pero ello se ve lejano cuando la élite política progresista presenta abismantes diferencias políticas y valóricas con el sentir ciudadano y las necesarias transformaciones políticas, económicas y sociales para superar el neoliberalismo.

Por Alejandro Osorio Rauld

Sociólogo

Docente ARCIS  e investigador Universidad de Chile

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