Occidente debe parar de bloquear las negociaciones entre Ucrania y Rusia

Por Vijay Prashad

Por Pedro Guzmán

09/11/2022

Publicado en

Columnas / Internacional

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Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022. Aunque esta guerra ha sido horrenda, no se compara con la terrible destrucción provocada por el bombardeo estadounidense de Irak en 2003 (la “estretagia” utilizada fue conocida como shock and awe – conmoción y pavor –). El 28 de febrero, en la región bielorrusa de Gomel, fronteriza con Ucrania, diplomáticos rusos y ucranianos se reunieron para iniciar las negociaciones hacia un alto el fuego. Estas conversaciones fracasaron. Luego, a principios de marzo, las dos partes se reunieron de nuevo en Bielorrusia para una segunda y tercera ronda de conversaciones. El 10 de marzo, los ministros de Asuntos Exteriores de Ucrania y Rusia se reunieron en Antalya (Turquía) y, por último, a finales de marzo, altos funcionarios de Ucrania y Rusia se reunieron en Estambul (Turquía), gracias a la iniciativa del presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan. El 29 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Mevlüt Çavuşoğlu, declaró: “Nos complace ver que el acercamiento entre las partes ha aumentado en todas las etapas. Se ha llegado a consenso y entendimiento común en algunas cuestiones”. En abril, se estableció un acuerdo para un pacto provisional entre Rusia y Ucrania, según un artículo de Foreign Affairs.

A principios de abril, las fuerzas rusas comenzaron a retirarse del norte de la provincia ucraniana de Chernihiv, lo que significó que Rusia detuvo las operaciones militares en torno a Kiev, la capital de Ucrania. Los Estados Unidos y el Reino Unido afirmaron que esta retirada era consecuencia del fracaso militar, mientras que los rusos dijeron que se debía al acuerdo provisional. Es imposible saber, desde lo que conocemos, cuál de estos puntos de vista es el correcto.

El 9 de abril – antes de que el acuerdo avanzara – Boris Johnson (entonces primer ministro británico) llegó a Kiev. El medio ucraniano, Ukrainska Pravda, informó que Johnson llevó dos mensajes al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy: en primer lugar, que al presidente ruso Vladimir Putin “hay que presionarlo, no negociar con él”, y en segundo lugar, que aunque Ucrania firmara acuerdos con el Kremlin, Occidente no estaba dispuesto a hacerlo. Según Ukrainska Pravda, poco después de la visita de Johnson, “el proceso de negociación bilateral quedó en pausa”. Unas semanas más tarde, el Secretario de Estado y el Secretario de Defensa de los Estados Unidos (Antony Blinken y Lloyd Austin, respectivamente) visitaron Kiev, y tras el viaje, Austin habló en una conferencia de prensa en un lugar no revelado de Polonia y dijo: “Queremos ver a Rusia debilitada”. No hay pruebas directas de que Johnson, Blinken y Austin presionaran directamente a Zelenskyy para que se retirara de las negociaciones provisionales, pero hay suficientes pruebas circunstanciales que sugieren que así fue.

La falta de voluntad para permitir que Ucrania negocie con Rusia es anterior a estas visitas y se resumió en un artículo publicado el 10 de marzo de 2022 en el Washington Post, en el que altos funcionarios de la administración del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, afirmaban que la estrategia actual de este país “consiste en garantizar que los costes económicos para Rusia sean graves y sostenibles, así como en seguir apoyando a Ucrania militarmente en su esfuerzo por infligir el mayor número de derrotas a Rusia”.

Mucho antes de la invasión rusa de Ucrania, desde 2014, los Estados Unidos – a través de la “Iniciativa de Asistencia a la Seguridad de Ucrania” de su Departamento de Defensa – ha gastado más de 19.000 millones de dólares en proporcionar entrenamiento y equipamiento al ejército ucraniano (17.600 millones desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022). El presupuesto anual total de las Naciones Unidas para 2022 es de 3.120 millones de dólares, mucho menos que la cantidad gastada hoy por EE. UU. en Ucrania. El armamento de Ucrania, las declaraciones sobre el debilitamiento de Rusia por parte de altos funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos y la negativa a iniciar cualquier tipo de negociaciones de control de armas prolongan una espantosa e innescesaria guerra.

Ucrania no está en Iowa

Ucrania y Rusia son vecinos. No se puede cambiar la ubicación geográfica de Ucrania y trasladarla a Iowa, en los Estados Unidos. Esto significa que Ucrania y Rusia tienen que llegar a un acuerdo y encontrar una solución para terminar el conflicto entre ellos. En 2019, Volodymyr Zelenskyy ganó las elecciones presidenciales por goleada (73%) contra Petro Poroshenko, el candidato preferido de Occidente. “No podremos evitar las negociaciones entre Rusia y Ucrania”, dijo Zelenskyy en un panel de televisión, “Pravo Na Vladu”, informó el servicio de noticias TSN, antes de convertirse en presidente. En diciembre de 2019, Zelenskyy y Putin se reunieron en París, junto a la entonces canciller de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron (conocidos como los “Cuatro de Normandía”). Esta iniciativa fue impulsada por Macron y Merkel. Ya en 2019, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sostuvo que era hora de que Europa “repensara… nuestra relación con Rusia” porque “alejar a Rusia de Europa es un profundo error estratégico”.

En marzo de 2020, Zelenskyy dijo que él y Putin podrían elaborar, en el plazo de un año, un acuerdo basado en los acuerdos de Minsk II de febrero de 2015. “Hay puntos en Minsk. Si los movemos un poco, ¿a qué puede llevar eso? En cuanto no haya gente con armas, los disparos cesarán. Eso es importante”, dijo Zelenskyy a The Guardian. En una conferencia de prensa de diciembre de 2019, Putin dijo que “no hay nada más importante que los Acuerdos de Minsk”. En ese momento, Putin dijo que todo lo que esperaba era que la región de Donbas recibiera un estatus especial en la Constitución ucraniana, y que durante el tiempo de la esperada reunión Ucrania-Rusia de abril de 2020, las tropas de ambos lados se hubieran retirado y acordado “la retirada a lo largo de toda la línea de contacto”.

El papel de Macron

En 2020, ya estaba claro para Macron que el punto de las negociaciones era algo más que Minsk y Ucrania; se trataba de la creación de una “nueva arquitectura de seguridad” que no aislara a Rusia y que tampoco estuviera al servicio de Washington. En febrero de 2021, Macron desarrolló estos puntos en dos direcciones y habló de ellos durante su entrevista con el Atlantic Council (un think tank estadounidense). En primer lugar, dijo que la OTAN ha “empujado nuestras fronteras lo más lejos posible hacia el lado oriental”, pero la expansión de la OTAN “no ha logrado reducir los conflictos y las amenazas allí”. La expansión de la OTAN hacia el este, dejó claro, no iba a aumentar la seguridad de Europa. En segundo lugar, Macron dijo que la retirada unilateral de los Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019 (y el reflejo de Rusia) deja a Europa desprotegida “contra estos misiles rusos”. Además, dijo: “Como europeo, quiero abrir una discusión entre la Unión Europea y Rusia”. Tal discusión sería pionera en un entendimiento de seguridad posterior a la Guerra Fría, que dejaría a Estados Unidos fuera de la conversación con Rusia. Ninguna de estas propuestas de Macron pudo avanzar, no sólo por las vacilaciones de Rusia, sino principalmente porque no fueron vistas con buenos ojos por Washington.

Existía confusión sobre si el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sería bienvenido a los Cuatro de Normandía. A finales de 2020, Zelenskyy dijo que quería a Biden en la mesa, pero un año después quedó claro que Rusia no estaba interesada en que el país norteamericano formara parte de los Cuatro de Normandía. Putin dijo que los Cuatro de Normandía eran “autosuficientes”. Biden, por su parte, optó por intensificar las amenazas y las sanciones contra Rusia basándose en las denuncias de injerencia del Kremlin en las elecciones estadounidenses de 2016 y 2018. En diciembre de 2021, no hubo un diálogo recíproco adecuado entre Biden y Putin. Putin dijo al presidente finlandés, Sauli Niinistö, que era “necesario iniciar inmediatamente las negociaciones con los Estados Unidos y la OTAN” sobre las garantías de seguridad. En una videollamada entre Biden y Putin el 7 de diciembre de 2021, el Kremlin dijo al presidente estadounidense que “Rusia está seriamente interesada en obtener garantías fiables y jurídicamente fijas que excluyan la expansión de la OTAN hacia el este y el despliegue de sistemas de armas de ataque ofensivo en Estados adyacentes a Rusia”. No se obtuvo ninguna garantía de este tipo por parte de Washington. Las conversaciones se esfumaron.

El historial muestra que Washington rechazó las iniciativas de Macron, así como los ruegos de Putin y Zelenskyy para resolver las cuestiones a través del diálogo diplomático. Hasta cuatro días antes de la invasión rusa, Macron siguió esforzándose por evitar una escalada del conflicto. Para entonces, el apetito de Moscú por las negociaciones había disminuido y Putin rechazó los esfuerzos de Macron.

Una política exterior europea independiente simplemente no era posible (como Macron había sugerido y como el antiguo líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, había propuesto en 1989 al hablar de su visión de un “hogar común europeo” que se extendería desde el norte de Asia hasta Europa). Tampoco era factible un acuerdo con Rusia si eso significaba que las preocupaciones rusas iban a ser tomadas en serio por Occidente.

Los ucranianos han estado pagando un precio terrible por no haber garantizado unas negociaciones sensatas y razonables desde 2014 hasta febrero de 2022, que podrían haber evitado la invasión por parte de Rusia en primer lugar y, una vez iniciada la guerra, podrían haber conducido al final de esta. Todas las guerras terminan en negociaciones y estas negociaciones, para terminar las guerras, deberían poder reiniciarse.

Este artículo fue producido para Globetrotter. Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power (con Noam Chomsky).

Fuente: Globetrotter

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