OPINION POLITICA

Piñera, amoralidad y hambre de poder; Guillier, no quiere ganar

El gran aporte de Nicolás Maquiavelo ha sido la de distinguir la ética de un buen padre de familia a la del político: En el primer caso, es la búsqueda de la santidad, de la entrega sin restricciones a sus hijos y, la segunda, es la búsqueda del poder; las cualidades cristianas de amor desinteresado […]

Por paulwalder

12/12/2017

Publicado en

Columnas

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El gran aporte de Nicolás Maquiavelo ha sido la de distinguir la ética de un buen padre de familia a la del político: En el primer caso, es la búsqueda de la santidad, de la entrega sin restricciones a sus hijos y, la segunda, es la búsqueda del poder; las cualidades cristianas de amor desinteresado al prójimo se muestran como antítesis de la búsqueda del poder y la forma de conservarlo. Max Weber, siguiendo a Maquiavelo, decía que la  política no debe buscar la salvación  eterna, en cambio, el político debe pactar con el diablo.

Sebastián Piñera, como se ha probado a través de su vida política, es un personaje amoral, por consiguiente su práctica siempre está lindando con lo ilegal con tal de conseguir el poder, y como la política se ha ido convirtiendo en un camino para hacerse rico y, lo que es más grave, será alabado por el común de la gente como don de la inteligencia, mientras más abuse y no lo pillen, mejor candidato es.

En el foro de último, del 11 de diciembre, se vio con claridad que Sebastián Piñera venía super entrenado para proferir las mismas estupideces y lugares comunes de siempre, además de avasallar a su contendor, con un hambre de poder, muy propio de su personalidad narcisista. No tenía ningún problema para intentar avasallar a su contendor, robándole el uso de la palabra cada vez que se le ocurría, y lo trataba  como su antiguo empleado – en realidad lo fue cuando dueño de Chilevisión y Guillier un simple periodista -.

Alejandro Guillier, desde que lo conocemos como candidato presidencial, se muestra carente de épica, moderado y demasiado tranquilo – al estilo de un buen periodista, pero no de un político -. En cuanto a su estilo personal, se muestra como un buen padre de familia y, comparado con su rival, vendría a ser como un santo laico, cualidades no muy útiles para conquistar el poder. (A mi modo de ver, Guillier es el anti candidato por antonomasia: no maneja los partidos políticos, menos su comando asesor – lo desmiente permanentemente – es dubitativo en puntos tan importantes como el fin de las AFP y el CAE, y da la impresión de que no quiere luchar para ganar -), en síntesis, es la antítesis del hambre de poder de Piñera.

La clave del éxito del político, según Maquiavelo, está en captar que los hombres son miserables, ambiciosos al extremo y que serían capaces de asesinar a su padre en pos de sus intereses personales. Para Piñera no tiene ninguna importancia darse vuelta la chaqueta y, por ejemplo hora, apoyar la gratuidad para los alumnos de enseñanza técnico-profesional – como para Enrique de Navarra, Manuel José Ossandón  “bien vale  una misa” -.

Para este amoral candidato los electores son idiotas y cada uno tiene su precio: ¿qué cuesta ofrecer a los adultos mayores, por ejemplo, aumentar las pensiones miserables que ahora reciben, rebajar el precio de los medicamentos, pero sin terminar con el monopolio de las cuatro farmacias y que, además se coluden para llevar a la muerte, lo más pronto posible, a los ancianos y a los más pobres? ¿Qué cuesta ofrecer el término de las listas de espera, como también un “plan Auge para adultos mayores”, que a los 30 días de no cumplirse el plazo de atención en los hospitales, lo sean en clínicas privadas – seguramente,  aumentar la clientela y el lucro de la Clínica Las Condes, – pero con dinero de todos los chilenos?

Sebastián Piñera es más pesado que chupete de fierro, pero su primo, Andrés Chadwick, le  aconsejó que se esforzara en mostrarse simpático y divertido, pero sabemos que a él no le sale, y “quien nace antipático, muere antipático” – a veces los chistes le salen malos cuando, por ejemplo, le dijo en el  programa “Candidato, llegó tu hora” en el cual intervenía un haitiano, junto a varios ciudadanos que participaban en las preguntas, diciéndole que “parecía un chocolate con crema Chantilly”, mostrando discriminación racial.

Alejandro Guillier es un cuasi  radical, en extremo moderado, y así lo demostró durante todo el foro: pocas veces fue capaz de contradecir a su contendor y, ni siquiera, mostró habilidades para interrumpirlo, y las pocas veces que logró imponerse a Piñera, estuvo muy bien, por ejemplo, cuando planteó el clivaje entre una sociedad de derechos y una individualista, competitiva y regida por el mercado y el dinero. Tal vez le faltó más fuerza para presentar a Piñera como el candidato y mecenas de los millonarios de los fachos pobres – los imbéciles de clases bajas y medias que votan por los ricos, pues sueñan un día ser como Piñera -.

El candidato de la derecha se da el lujo de pedir perdón por su campaña de terror, pero a la vez, continuar por esta línea, pero en forma mucho más desfachatada, avalando, por ejemplo y en forma velada, los dichos del presidente de la Bolsa, en sentido de que si no gana Piñera, caería estrepitosamente.

Me parece insensata la estrategia de Alejandro Guillier de hacer oídos sordos a las propuestas del programa de gobierno del Frente Amplio: en el fin de las AFP se vio ambiguo y poco claro, lo mismo en el tema  de la condonación del CAE.

Todos sabemos que hay solamente dos nombres en la papeleta del próximo domingo 19, día del balotaje y lo haré por Alejandro Guillier, aunque no acaba de convencerme, sólo para que Sebastián Piñera no llegue a la presidencia de la república, que sería una verdadera catástrofe.

La vida es absurda: desde el nacimiento a la muerte, no tiene ningún sentido, en consecuencia, siempre nos vemos obligados a elegir entre males menores y esto es lo que haré en la elección presidencial del domingo próximo.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

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